Si ‘The Woods’ se adentraba en terrenos pantanosos y casi hard-rockeros, este disco es un retorno a postulados más punks. Menos denso, más directo, el trío aligera la forma, no el fondo. Las canciones son más inmediatas, tan fieras como siempre y quizás aún más adictivas, pero según sus reglas. Porque aunque el disco esté plagado de arrebatadores riffs de guitarra de factura punk-funk y melodías secuestra-neuronas, Sleater Kinney no han querido ofrecer himnos obvios para bailar en discotecas indies. Se escapan de lo fácil para construir recios monumentos que rehúyen los caminos más trillados a base de crispar las estructuras, tentarte con estribillos- caramelos que tardan en reaparecer o golpearte con ellos hasta asfixiarte, mientras la voz de Corin Tucker se eleva desafiante sobre la sección rítmica de acero y esos coros guerreros marca de la casa. No dan respiro, no toman prisioneros. Si alguien logra sacarse de la cabeza el inicio de ‘Surface Envy’, el estribillo de ‘No Anthems’ o la machacona ‘Bury our Friends’ -una marcha maníaca para entonar levantando los puños-, felicidades. Yo no he podido; si consigo quitarme de encima ‘Gimme Love’ es porque ha sido desalojada por el avasallador arranque de ‘No Cities to Love’.
Dice la batería Janet Weiss en la web de Sub Pop que lo que quieren en ‘No Cities to Love’ es que las canciones resulten abrumadoras. Objetivo más que cumplido. Quizás no sea su mejor disco (personalmente, le otorgo ese honor a ‘One Beat’), pero se acerca mucho. El trío destila un entusiasmo, una vitalidad y una rabia implacables. Sleater-Kinney han vuelto y reclaman su cetro de grupo de rock más importante del mundo.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Surface Envy’, ‘No Cities to Love’, ‘Bury Our Friends’, ‘Gimme Love’
Te gustará si te gusta: El indie-rock noventero más fiero, el punk que apela a las entrañas y a la cabeza.
Escúchalo: NPR