La cinta, que arranca en el punto en el que una jovencísima Trevi de 16 años se presenta a una audición de Andrade para formar parte de la girl band Boquitas Pintadas, hace un minucioso repaso al meteórico éxito que la intérprete consiguió en los años noventa en toda Latinoamérica dadas su atrevida personalidad y canciones como ‘Dr. Psiquiatra’ o ‘Pelo Suelto’ que, en su momento, hasta la llevaron temporalmente a ser vetada por el gigante Televisa a raíz de su incorrección política.
No obstante, como buen biopic fiel a los cánones de cualquier telefilme de Antena 3 del fin de semana que se precie, la película vira rápidamente hacia una tétrica narración de vejaciones, abusos de menores y violencia física-psicológica que parece sacada del ‘Saló’ de Pasolini. Con el dedo acusador apuntando en todo momento a un mentalmente inestable Andrade (la hemeroteca no miente y deja claro que él se aprovechaba de su figura de productor al dejarse «satisfacer» por todas las crías aspirantes a estrella que peregrinaban a su despacho con tal de conseguir sus cinco minutos de fama), ‘Gloria’ consigue mantener pegado a la pantalla al espectador durante las dos horas en las que desmiembran los pormenores de aquel «Clan Trevi-Andrade» del que, años después, aún siguen quedando muchos interrogantes por resolver.
Atónitos presenciamos no sólo una recreación de la tortuosa relación que ambos protagonistas vivieron en la vida real, sino también cómo la Trevi, aun siendo conocedora de con quién se acostaba su mánager a la par que amante, no movió ni un dedo cuando tuvo ocasión para desligarse de tal influencia tóxica. Pese a haber sido presa de un amor destructivo y vendérnosla como una víctima de los hechos, tal como la película nos quiere hacer ver, no hay absolutamente nada que pueda justificar la pasividad con la que la cantante actuó siendo del todo conocedora de los delitos que reiteradamente su por entonces pareja cometió.
Como consecuencia de varias denuncias de rapto, corrupción, abuso y violación de menores, Gloria Trevi, Sergio Andrade y la corista «Mary Boquitas» en el año 2000 fueron detenidos en Río de Janeiro, donde entonces residían para esquivar la presión de la prensa mexicana, a la espera de juicio. Y precisamente en ese contexto la película se atreve a polemizar sobre un episodio que ni siquiera su protagonista ha confirmado una vez fuera de las rejas: que el padre de su segundo hijo nacido en prisión, Ángel Gabriel, es nada más y nada menos que el director de la penitenciaría brasileña (y no Andrade como desde un principio se dijo).
Irreverente, polémica y deslenguada. Todavía se puede describir así a la Trevi artista que, a pesar de sus inseguridades, consiguió conquistar toda América bajo las directrices de un mánager sin escrúpulos ni moral alguna. Una vez liberada sin cargos en 2004 la regiomontana ha seguido publicando discos y llenando grandes aforos, pero el debate nacional en México nunca se ha apagado desde entonces. A todos nos gusta una buena mártir y una artista capaz de renacer de sus propias cenizas, aunque no tanto que nos quieran colar una lavada de cara cinematográfica tan descarada como esta.