Aunque sus álbumes de estudio no alcancen el poderoso magnetismo de sus directos, tampoco son un simple souvenir. Sirven para revivir las sensaciones de aquellos, sí, pero escuchados a buen volumen y sin hacer nada más que dejarse llevar por sus paisajes, suponen una gran experiencia. Ocurría con ‘I’, con ‘II‘ y con ‘III‘, y vuelve a ocurrir con ‘IV’, su cuarto álbum recién publicado, que también cuenta con el gran mérito de haber alcanzado el número 2 de la lista de Promusicae en su primera semana a la venta. El primer disco con su renovada formación ha sido grabado de nuevo con Carlos Santos en los estudios Sadman y, sin embargo, la contundencia y claridad de su sonido es mayor que nunca antes. Aunque conservan el ascendente metalero, cada vez se alejan más de etiquetas post y abanderan un rock contundente y evocador a partes iguales. En ‘IV’, Toundra rehúsan avanzar con el mero uso de arreglos o sonidos sorprendentes (como sí ocurría con los aires orientales de ‘II’), y se centran en mejorar lo que ya hacen muy bien.
‘Oro rojo‘, ‘Kitsune‘ (el ancestral mito japonés del zorro protector del medio rural ha inspirado enteramente el álbum), ‘Qarqom’ o ‘Belenos’ son expresiones perfectas de lo que es el cuarteto: potencia, calidez, calma y furia que se alternan o combinan a placer en sus largos desarrollos. Sabiamente, temas como la ambiental ‘Lluvia’ o la preciosa ‘Viesca’, un remanso de cuidados arreglos de viento y cuerda, ejercen de necesarios interludios que ofrecen cierta calma en el alto ritmo del álbum, logrando que sus 50 minutos pasen ágilmente. No sé si estamos ante el mejor disco de Toundra (desde un punto de vista técnico, seguro que sí), pero sin duda ‘IV’ se merece el éxito del que está gozando y supone un nuevo punto culminante en la carrera de un grupo admirable.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Oro rojo’, ‘Kitsune’, ‘Viesca’, ‘Qarqom’
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