La premisa argumental de la película de Östlund es irresistible, de esas que si se la cuentas a un productor te financia la película al día siguiente. Un matrimonio de clase media-alta y sus dos hijos están en la terraza de un restaurante en los Alpes fotografiando una avalancha de nieve. Pero el alud es demasiado grande y parece que puede llegar hasta el restaurante. Fundido en blanco. La niebla se disipa y aparece la madre en el suelo protegiendo a sus hijos. El padre ha huido.
A partir de ese hecho ‘Fuerza mayor’ se convierte en un sutil y muy punzante retrato de una catástrofe emocional, una avalancha de sentimientos que amenaza con sepultar sobre capas y capas de remordimientos el amor y la estabilidad de la pareja, de la familia. El alud le sirve al director como perfecta metáfora para hablar sobre la fragilidad de las relaciones humanas y sobre cómo el instinto de supervivencia puede derretir nuestras certezas igual de rápido que la nieve en primavera (o en verano, la «estación» de Vivaldi que suena en la película).
En contraste con la inestabilidad emocional que se va apoderando de los personajes (fabulosos todos los actores), el director filma la película con frialdad hanekiana: implacables planos estáticos y severo rigor compositivo. De esta contención estilística y narrativa, casi como una destilación cinematográfica de la forma de ser nórdica, surgen las grandes virtudes dramáticas del filme: humor incómodo, situaciones tragicómicas y la exhibición de un apasionante combate psicológico que al final, de la forma más inesperada y retorcida, parece quedar en tablas. 8,9.