Según el propio Doyle ha revelado, estando de gira el pasado año se cansó gradualmente de ser un mero busto detrás de una mesa repleta de gadgets y, para esta ocasión, quería que todos los focos le apuntasen única y exclusivamente a él. Su ambición de divo pop es del todo plausible, y ciertamente en ‘Culture of Volume’ alcanza su objetivo viniéndose arriba como protagonista absoluto de un disco fascinante que cuenta con un buen puñado de temas tan bien rematados que parece mentira que se hayan gestado desde una simple habitación.
Al igual que ocurría con su primer trabajo, se le puede achacar una cierta esquizofrenia musical al casar una pieza techno como ‘Entirety’ con esa imprescindible ‘Carousel’ en la que se mete en la piel de Rufus Wainwright, Perfume Genius y Scott Walker mediante una preciosa balada que le sirve para demostrar, mejor que nunca, el poderío de sus cuerdas vocales. No obstante, más allá de esa incongruencia estilística que no es ninguna novedad en nuestro protagonista, el disco resulta ser un caramelo de lo más disfrutable sobrado de momentos que reivindicar.
Ya sea emulando a Pet Shop Boys en la inmediata ‘Beaming White’, dejándose querer por las guirnaldas sintéticas en ‘End Result’ (lo que saldría de una hipotética colaboración entre Totally Enormous Extinct Dinosaurs y los M83 más atmosféricos), propulsando la vertiente kraut del Bowie de ‘Station To Station’ en ‘The Juddering’ o abrazándose a los beats tranceros en ‘Hearts That Never’, el chico tiene talento para dar y regalar. Él sigue disparando a discreción, pero nadie puede poner en tela de juicio que, en conjunto, ‘Culture of Volume’ es un disco que se podría reivindicar cuando lleguen las listas de lo mejorcito del año.
Calificación: 8/10
Lo mejor: ‘Carousel’, ‘Beaming White’, ‘End Result’
Te gustará si te gusta: el pop melodramático de Perfume Genius o Rufus Wainwright y el synth-pop atmosférico a lo Depeche Mode, por igual.
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