‘Las luminarias’ iluminan a la nueva estrella de la literatura

Ha nacido una estrella. Con solo 28 años, la neozelandesa Eleanor Catton ha ganado uno de los premios por los que mataría cualquier escritor anglosajón, el Man Booker. Y lo ha hecho con una monumental novela (800 páginas) de resonancias decimonónicas que, a priori, recuerda a otro novelón con premio, ‘El jilguero‘ de Donna Tartt, último Pulitzer.

En realidad, nada que ver. La Tartt te lleva por su novela como si fueras a un museo con audioguía. La autora de ‘Las luminarias’, sin embargo, te deja un mapita (literal, al principio del libro) y una muy socorrida guía de personajes y, hala, te suelta en medio de la inhóspita costa de Nueva Zelanda en el siglo XIX para contarte una historia protagonizada por más de veinte personajes. Menos mal que al final de la primera parte (página 341, por si alguno se lo está leyendo) hay un oportunísimo capítulo donde se resume todo lo acontecido hasta ese momento.

Cuenta Eleanor Catton que antes de escribir su novela se zambulló durante años en el estudio de los grandes clásicos decimonónicos, de ‘Los hermanos Karamázov’ a ‘Anna Karenina’, de las novelas de crímenes a lo Agatha Christie y de la astrología. El resultado de todo ello es un caudaloso novelón sobre la fiebre del oro en Nueva Zelanda, de compleja y ambiciosa estructura (es a la vez un homenaje y una parodia de la novela del XIX), en el que hay que sumergirse como lo haría un buscador de oro: remangado y armado de mucha paciencia. La constelación de personajes, voces y líneas narrativas es tan abrumadora que, sobre todo al principio, puede desanimar hasta al lector más encallecido.

‘Las luminarias’ es una novela admirablemente escrita, de una erudición y una perfección técnica asombrosa, «deslumbrante» como dijo el jurado del premio. Pero también es un libro agotador. El esfuerzo, el compromiso y el tiempo que exige su lectura no están, a mi parecer, en consonancia con lo que ofrece a cambio. Encontrarás pepitas de oro, eso es cierto (hay pasajes de un ingenio y una belleza extraordinaria), pero están diseminadas de forma tan rácana, con tan poca generosidad, que te entran ganas de dejar de remover grava y tirar la batea al suelo. 6,5.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Joric