Sábado en Primavera Sound: Strokes, Swans e Interpol cumplen, Foxygen decepcionan

En la última jornada de esta edición del Primavera Sound en el Fòrum se notó que era sábado y si pensábamos que había aglomeraciones el viernes durante conciertos como el de alt-J, aquello se quedó en nada al observar la masiva asistencia durante los shows de Interpol o The Strokes. Parece que la tendencia va en ascendente y, aunque parezca mentira, empieza a dar la sensación de que el recinto del Parc del Fòrum se le empieza a quedar pequeño al festival, especialmente el de los escenarios dedicados a los cabezas de cartel (por el resto del recinto se podía estar mucho más a gusto, por suerte). ¿Habrá que reducir aforo? ¿Aumentar aún más el espacio? Eso, por ahora, es una gran incógnita. Aquí va parte de lo sucedido el sábado.

En teoría, la actuación de Swans programada para el sábado iba a durar tres horas, pero acabó durando dos, que de todos modos ya era tiempo suficiente para entrar en el Apocalipsis sonoro de Michael Gira y su banda. La cola esperando para entrar era interminable y, como era de esperar, el Auditori estaba lleno minutos antes del comienzo. Quien conozca su obra ya sabe que lo suyo no es la inmediatez (especialmente en los últimos años), sino todo lo contrario y más aún en directo: para construir los mantras y llegar a la hipnosis colectiva, Gira y su poderosa banda iban pacientemente sumando y sumando capas hasta estallar y dar un nuevo giro, que bien podía ser la repetición de un patrón con una distorsión ensordecedora o bien podía ser un pasaje relajado. Fuera cual fuese el movimiento, nunca faltaban detalles, destacando el gran y variado trabajo de Thor Harris a la percusión, vibráfono, campanas tubulares, etc. El repertorio giró en torno a los temas más dilatados y enrevesados de su discografía reciente, como ‘The Apostate’ (de ‘The Seer’, 2012) o ‘Bring The Sun’ (de ‘To Be Kind’, 2014, último hasta la fecha), que si ya tienen una duración considerable en sus respectivos álbumes, aquí (como comentábamos anteriormente) aumentaban en majestuosidad y brutalidad. El silencio y las caras de asombro entre el público lo decían todo, así como los fervorosos aplausos (también hubo quien se quedó traspuesto en algún momento, no olvidemos que era la hora de la siesta y el tercer día del festival -el cansancio comenzaba a ser considerable-). Con un nuevo triunfo en el festival, Swans revalidaron su leyenda. Una hora más de concierto no habría hecho daño, pues muchos nos quedamos con ganas de un poco más.

En las crónicas de las otras dos jornadas habíamos mencionado la profesionalidad de The Black Keys o cómo alt-J se limitaban a reproducir sus discos. Pues bien, el concierto de Mac DeMarco fue todo lo contrario. De acuerdo, el canadiense es joven y alocado y sus excentricidades forman parte de la gracia que puede tener, pero su concierto en el escenario Heineken tal vez se pasó de excéntrico y destartalado. No fue todo cosa de Mac, pues sus compañeros también se las traían, entre el guitarrista Andrew Charles White (el momento de dirigirse al público sin terminar una frase y riéndose como si fuera Charles Manson fue la risión) y el bajista Pierce McGarry (quien nos recordaba que está invirtiendo en oro). Entre diversas bromas también les dio por tocar y llegaron a sonar temas como ‘Blue Boy’, ‘Brother’ o ‘Freaking Out The Neighborhood’, que nos recordaron por qué merecía la pena estar allí y no en otros conciertos. Obligatorio mencionar también el momento en el que Mac rompió cuerda y el resto de su banda, comandados por el McGarry, versionaron ‘Yellow’ de Coldplay o cuando Mac se tiró al público e hizo crowdsurfing, algo que repetiría de madrugada en el concierto de Thee Oh Sees.

Si con Mac DeMarco presenciamos un concierto de esos en los que por lo menos te ríes, en el de Foxygen la cosa tuvo muy poca gracia. Aunque su discografía es bastante notable, la puesta en escena de la banda de Sam France y Jonathan Rado fue una ridiculez. Está claro que son un grupo de excesos y excentricidades, pero cuando lo puramente excéntrico llega a superar lo musical, mal vamos. Con el escenario decorado como una feria y tres bailarinas/coristas haciendo diversas performances, Sam France se encontraba en su salsa para dedicarse a hacer de telepredicador espasmódico (ayudado en los numeritos por Rado, quien en un momento dado hizo las veces de barman para servirle una copa a France) en vez de cantar bien. El frontman quiere ser una estrella del rock a toda costa y tiene que demostrarlo ante su público, quien no parecía demasiado impresionado ante tal despliegue de emociones. No todo el mundo puede ser Iggy Pop, Sam. Sonaron frenéticas versiones de ‘We Are the 21st Century Ambassadors of Peace & Magic’ o ‘On Blue Mountain’ y en los momentos más relajados, como en ‘Coulda Been My Love’ es cuando se pudo disfrutar, pero nuevamente la frenética actitud de France al cantar y moverse dirigía más la atención a todo menos la música. Una pena, porque la banda tiene excelentes canciones y no acaba de aprovechar la oportunidad para mostrárselas al público como debe ser.

Curiosa coincidencia la del concierto de Einstürzende Neubauten: en su anterior visita al Primavera Sound (edición de 2011), coincidieron con la final de la Champions League, para la cual el festival habilitó una pantalla en el recinto. El sábado, cosas de la vida, se jugaba otra final, la de la Copa Del Rey entre el Barça y el Athletic de Bilbao y nuevamente hubo una pantalla disponible para quien quisiera ver el encuentro, que tenía lugar justo a la hora del concierto de Blixa Bargeld y los suyos. Pese a algún que otro problema con el sonido y con la conexión del transistor de Blixa, cosa que enfadó bastante al berlinés, un concierto de la banda alemana es siempre algo excitante. Para quienes ya los hemos visto en otras ocasiones, se nos pierde el factor sorpresa, pero para quienes fuera la primera vez (especialmente aquellos que estaban ahí por mera curiosidad), no siempre se puede ver un concierto en el que la turbina de un avión se emplea como si de un xilofón se tratara, además de los múltiples cachivaches manipulados por N.U. Unruh. El repertorio, siempre interpretado por la contundencia y el estoicismo teutón que les caracteriza, varió entre lo más explosivo (‘Haus der Lüge’) y la calma chicha (‘Youme & Meyou’).

Interpol no se lo pensaron demasiado y, ante la enorme cantidad de público que congregaron frente al escenario Heineken, decidieron despachar unos pocos temas de ‘El Pintor’ para darle el gusto a la audiencia y centrar el repertorio en su dos primeros álbumes (con alguna incursión de ‘Our Love To Admire’ (2007) y ni rastro de su homónimo e infravalorado -también para ellos, por lo visto- trabajo publicado en 2010). Hubo algún problema con la iluminación, pero por lo demás tuvimos lo que esperábamos y es que, con temas de la talla de ‘The New’, ‘Not Even Jail’, ‘Untitled’ o ‘Slow Hands’, Paul Banks & cía solo tenían que hacerlos sonar para extasiar a los presentes. No será el grupo más entusiasta a la hora de trasladar sus canciones al directo (con la salvedad de Daniel Kessler, quien sí parece vivir al 100% lo que está tocando), pero imprimieron la suficiente garra y les quedó un concierto de lo más resultón, además de que siempre resulta curioso oír hablar a Banks en su castellano con acento mejicano.

Se hacía extremadamente complicado compartir aire con los demás asistentes minutos antes del concierto de The Strokes, quienes, para mayor desesperación, salieron con retraso. De todos modos, merecía la pena estar ahí, pues hacía cuatro años que no pasaban por Europa para ofrecer una actuación y dada la volatilidad de la banda en los años recientes, a saber si tardarán otros cuatro en volver. Una vez superado el shock de ver las inenarrables pintas de Julian Casablancas (servidor no estuvo presente en su concierto con The Voidz), tanto en cuanto a pelo como en cuanto a vestimenta (camiseta fosforescente del Barça inclusive), solo quedaba darlo todo con lo que los neoyorquinos venían a ofrecer al Primavera: del mismo modo que habían hecho Interpol un rato antes, defendieron su vigencia con unos temas de su discografía reciente (‘One Way Trigger’, ‘Machu Picchu’, ‘Under Cover Of Darkness’) y soltaron los grandes hits de su primera época: no faltaron ‘Reptilia’, ‘Barely Legal’, ‘Juicebox’, ‘New York City Cops’ ni por supuesto ‘Last Nite’, durante las que mantuvieron a todos bailando y coreando hasta la afonía, además con una energía que nos hace pensar que tal vez su presente y futuro no son tan inciertos.

Al paso que van, Thee Oh Sees van a convertirse en unos favoritos del festival a juzgar por los conciertos tan brutales que ofrecen. Ya dieron un concierto memorable la anterior vez que visitaron el festival y en su retorno, con (obviamente) nuevo álbum bajo el brazo, John Dwyer se presentó con sus habituales pantalones cortos y con una nueva formación en directo que incluye a dos baterías y un bajista, añadiendo furia a los temas más abrasivos (‘I Come From The Mountain’). Cuando toca relajar el ritmo y añadir más detalles, él mismo toca el teclado a falta de la anterior organista que llevaban, mostrando que también pueden variar de dinámica en temas como ‘Sticky Hulks’. En cosa de una hora, dieron buena muestra de lo que son capaces, maravillando a propios y ajenos. Que le pregunten a Mac DeMarco si molaron o no, que ahí estaba dándolo todo.

Más crónicas del sábado, incluidos Tori Amos, Caribou, Babes in Toyland, aquí.

Foto: Dani Canto, Primavera Sound.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Miguel Sánchez