Vida 2015, viernes: el escenario principal deslució a los pequeños

El precioso enclave de la Masia D’en Cabanyes vuelve a ser la primera gran baza para un festival, el Vida, que en esta segunda edición busca consolidarse como una nueva cita ineludible en el superpoblado mundo festivalero estatal. Pese a que aún presenta posibilidades de mejora (mejor dotación de aseo -¿qué tal un poco de agua para lavarse las manos?-, una solución para el asfixiante polvo de la esplanda principal -que nos amargó un poco la vida a los asmáticos-, etcétera…), lo cierto es que el recinto del Vida (además del precioso ‘Bosc Encantat’, cuenta con cómodas zonas de descanso, justas pero variadas y ricas opciones de comida…) es ya un gran punto fuerte. Ahora queda comprobar que, en lo artístico, prosiga su crecimiento. Lo que encontramos en la segunda (el jueves hubo un avance en el Molí de Mar con Hidrogenesse y Ocellot, entre otros) jornada de festival fue agridulce, con buenos conciertos de nombres de mitad de cartel que fueron algo empañados a última hora por los recitales desiguales de los grandes nombres del día.

Camuflado tras una gorra y gafas de sol, parco en palabras (apenas un par de saludos y agradecimientos y alguna alabanza al enclave y al audible canto de los pájaros), Neil Halstead se subió al barco del Vida Festival para volver a visitar la península, esta vez sin la sombra de Velvet Underground ni de su anterior banda, Mojave 3. Aunque ésta nunca le abandonará, no sabemos si como una pesada losa o como una chistera de mago que siempre lleva encima. Y es que tras arrancar tímidamente con tres temas del tirón reivindicando su notable último disco en solitario, ‘Palindrome Hunches’, decidió disparar con toda la artillería y un sólo arma: ‘Excuses for Travellers’, el disco más completo de la banda británica. Y así, con un sonido exquisito, donde voz y guitarra te agarraban las tripas y te mecían a partes iguales, llovieron ‘My Life In Art’, ‘In Love With A View’, ‘Prayer For The Paranoid’ o ‘Trying To Reach You’. Hasta cuatro canciones seguidas del mismo disco y alguna que se quedó por el camino porque no recordaba todos los acordes. En la elección ayudó el público, eso le pasa por preguntar. Y ése es el debate de un concierto que mostró la faceta más Drake de Halstead: ¿canciones elegidas desde el corazón, o simple improvisación con algo de dejadez? Entre ambas, eligió cerrar el set con la preciosa ‘Hi-Lo And In-Between’, de su primer disco en solitario ‘Sleeping On Roads’. No todo va a ser Mojave 3, él conoce bien los picos de su carrera. Ajosado.

Revisando la discografía de Ezra Furman de cara a esta visita, nos ha quedado claro que está pasando injustamente inadvertido. Tras una etapa más Robyn Hitchcock circa The Soft Boys, Furman sin The Harpoons se ha convertido en una especie de post-Johnny Thunder que ha optado (ver las portadas de sus reciente singles) por una estética que mezcla indistintamente elementos masculinos y femeninos. Furman apareció en escena con una vestimenta imposible para presentar el inminente ‘Perpetual Motion People’: labios pintados, camiseta de flecos, bermudas estampadas feas con ganas, medias y… un zapato. Al margen de su ojo para la moda, sí dio este músico de Illinois una buena lección de rock y entrega en el escenario, con la solana en toda la cara. Ezra estuvo bien secundado por la banda The Boyfriends, en la que destacaba especialmente el saxofonista de pelo rosado Tim Sandusky, que ejercía de director de orquesta. Furman mostró buenos modales y amabilidad entre canción y canción, que se transformaban en eléctricos guitarrazos y pura energía cuando agarraba su instrumento, con los recientes ‘Lousy Connection’ y ‘Restless Days’ como pistoletazo de salida para los primeros bailoteos del festival. Ajosado.

Xoel López fue uno de los pocos privilegiados que este año actuarán en El Vaixell, un recoleto barco de madera instalado en medio del Bosque Encantado que ofrece una estampa más que curiosa. En ese entorno y en formato acústico, la música del ex-Deluxe resultó ser perfecta como entrante para la jornada. El gallego ejerció de hombre orquesta en un formato acústico (con percusiones tocadas con los pies), ayudándose de un segundo micro con distinta sonoridad para dar dinamismo a los arreglos vocales. Aprovechó para presentar ‘Paramales‘, claro, y la circunstancia hizo que ‘A serea e o mariñeiro’ resultara mágica en esa escenografía. Pero López fue complaciente y recuperó cortes de ‘Átlántico’, como el celebrado ‘Tierra’ o un ‘Joven poeta’ con cierta querencia de ‘Alfonsina y el mar’. E, incluso, algunos de la etapa Deluxe, como una ‘Quemas’ muy emotiva en este arreglo mínimo o una casi bailable ‘Ver en la oscuridad’, con la guitarra como instrumento percusivo y de cuerda a un tiempo. Reservó para el final con tino la mejor canción de su nuevo disco, una muy coreada ‘Todo lo que merezcas’, y una ‘De piedras y arena mojada’ cuyo final pachanguero resultó algo gratuito.

Para Grupo de Expertos Solynieve, viajar todo el día desde Granada hasta Vilanova para poder tocar ante una fantástica puesta de sol en el Escenario La Masia mereció la pena. El grupo de Jota, Manu Ferrón y compañía (esta vez no contaron con los necesarios teclados de Raúl Bernal) no ofreció quizá su mejor concierto, ni en cuanto a sonido ni en cuanto a repertorio, con un núcleo central algo narcotizante de no ser por finales explosivos como el de ‘Tú, misionero de Dios’. Pero, como siempre ocurre, ya más entonados enfilaron una gran recta final comenzando por la dedicatoria de una ‘Fandango de la libertad’ que enardeció al público con su dedicatoria al pueblo griego (increíble cómo su letra parece pensada para la situación actual del pueblo heleno). Para mayor gloria, Jota insistió en la situación político-económica griega introduciendo al célebre Ministro de Finanzas griego en la letra de su versión de ‘Déjame vivir con alegría’ («Varoufakis me mola mogollón, Varoufakis inventó la democracia», dijo), arrancando aún más ovaciones e invitando a cantar con fuerza la inevitable ‘Reina de Inglaterra’, que dejó en el aire un genunio ambiente festivalero.

La verdad es que, tras la fiestecilla de GESYN, el virtuosismo de Benjamin Clementine no parecía especialmente apetecible, incluso pese a los anuncios de que sería su primer concierto respaldado por una banda completa. Asistido por una chelista, un teclista/bajista y un batería, el francés, de imponente figura (altísimo, sin camisa y descalzo, apenas con levita y pantalón), comenzó fuerte la presentación de su debut ‘At Least For Now‘, con ‘Adios’ y ‘London’. Parte del público asistió atónito y frío a su mezcla de clasicismo, soul, chanson y free jazz sin saber muy bien qué pensar de los trazos operísticos que Clementine explora con su voz, que parecía desubicada fuera de un teatro. Sin embargo, poco a poco fue cautivando a propios y ajenos, curiosa y especialmente cuando se quedó solo con su piano y enlazó impresionantes, intensas y expresivas interpretaciones de ‘Cornerstone’ y ‘Condolence’, que por momentos traían a la mente a Jeff Buckley y arrancaban espontáneas ovaciones del público, a modo de oles. Ya de nuevo con la banda y el público en el bolsillo, se marcó una épica versión de ‘Nemesis’ que marcó el final del show. Cuando marchábamos del escenario Estrella Damm, ya nadie decía «el virtuoso» con sorna.

De vuelta al escenario mediano La Masia, encontramos a un Joan Miquel Oliver que pareció entender perfectamente lo que el público espera en un festival. Con un formato de trío, con batería y teclados sumados a la guitarra y voz del ex-Antònia Font, Oliver escogió un repertorio que, aunque centrado en el genial ‘Pegasus’, siempre buscó la satisfacción del público, conociera o no su obra. Y eso, acompañado de un gran y nítido sonido, que permitía atender a los múltiples matices ofrecidos, propició que miles de personas se contagiaran de la alegría de su pop marciano, a medio camino de la psicodelia -grandes teclados-, lo tropical y lo mediterráneo. Con ‘Flors de cactus’, ‘Pegasus’, ‘Ecos d’ambulàncies’ y ‘Fèmurs’ (si ya veía un homenaje a ‘Golden Brown’ en esta canción, en directo es aún más palpable) como nuevas favoritas, viejos temas como ‘Final feliç’, ‘Marcianet de Mart’, ‘Hansel i Grettel’ demuestran que la genialidad de este autor va más allá de sus trabajos con Antònia Font. Una ruidosa y fuerte ‘Lego’ cerró uno de los conciertos más destacados del festival. Si hubiera justicia y menos prejuicios lingüísticos, Joan Miquel debería ser uno de esos nombres que nos cansamos de ver en cada certamen musical del país.

Si hace dos años nos dijeran que The War On Drugs serían uno de los grandes nombres de un festival nacional y que la expectación iba a ser tal, no hubiéramos dado crédito. Pero lo cierto es que ‘Lost In The Dream’ y alguna presentación en vivo impresionante cambiaron las reglas de su juego y el nuestro, y ayer miles de personas aguardaban con increíbles ganas el momento en que Adam Granduciel y su banda subieran al escenario. En formato de sexteto, con hasta tres teclistas en determinados momentos, y un repertorio que no desprecia sus tres primeros álbumes, los War On Drugs de 2015 han renunciado (en parte) a las brumas de eco que habíamos visto en otras ocasiones para sonar más cristalinos, con Granduciel obrando como un verdadero y magnífico héroe de la guitarra (el solo que se marcó en ‘Comin´ Through’ fue realmente espectacular) y con Springsteen y Crazy Horse como claros referentes. Sin embargo, sorprendió lo bajo que el volumen salía del escenario, opaco, sin ningún tipo de ímpetu. Ni siquiera situándonos cerca de las pantallas percibíamos la fuerza sonora que un concierto así requería. Esto desnudaba un poco el truco de Granduciel, basado en continuas subidas y bajadas de intensidad que, despojadas de fuerza, se convertían en algo predecible y plano. Sin embargo, con ‘An Ocean In Between The Waves’, en la que comenzó a sonar el saxo bajo, parecieron comenzar a cambiar las cosas y volverse más rotundos. En una recta final más centrada en su último álbum, con una muy jaleada ‘Red Eyes’ y una brillante ‘Eyes To The Wind’, la frialdad inicial parecía ir disipándose, pese a que los altibajos no cejaban. No obstante, pese a las dudas, el colofón enlazando ‘Under The Pressure’, ‘In Reverse’ y ‘Lost In The Dream’ tendiendo al space rock, satisfizo al entregado público.

Un imprescindible descanso y la distancia entre la zona de restauración y el escenario La Masia nos impidieron ver a Nueva Vulcano, que crepitaba con vigor a lo lejos. Reservamos fuerzas para el a priori plato fuerte del día en el escenario Estrella Damm, pero no hicieron falta. Pese a que el arranque, con la banda ataviada con trajes aislantes y Gruff Rhys cantando tras un casco de Power Ranger, prometía, Super Furry Animals se cargaron la poca predisposición del público (había una ostensiblemente menor cantidad de gente que para los dos conciertos anteriores del escenario principal) con un repertorio inexplicablemente erróneo. Tras embaucarnos desgranando pronto la genial ‘(Drawing) Rings Around The World’ y la fuerte ‘Do Or Die’, empezaron a dar tocomocho con baladas y medios tiempos que podían haber servido como warm-up festivalero a las 20:00h de la tarde, pero que no servían como plato fuerte a las 02:00h de la mañana. Y, lo que es peor, defendido con total indolencia, desperdigando una ‘Juxtapozed With U’ por acá y una ‘Golden Retriever’ por allá, sin ton ni son, hoscos y como si todo diera igual. Incapaces de empatizar con nadie, el reguero de personal que iba abandonando la «platea» para irse a descansar o a tomar una copa hasta que salieran los DJs, hasta dejar la explanada prácticamente vacía, era incesante, en una estampa tan vergonzante como merecida. No sé si este repertorio (fue calcado) les funcionaría en Glastonbury, pero no era lo apropiado para el sitio y la hora de anoche y es difícilmente justificable. Así las cosas, no se entiende bien este regreso. Casi mejor que Rhys siga a lo suyo.

Fotos: Instagram Vida Festival.

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