‘Amy’: de la emoción máxima al cuento de terror

Este fin de semana llega a los cines españoles, casi coincidiendo con el cuarto aniversario de su muerte, el documental sobre Amy Winehouse de Asif Kapadia, ganador de un BAFTA por ‘Senna’. El director ha esquivado de manera muy valiente el problema de la calidad de algunas imágenes de archivo, mostrando a los personajes entrevistados -de familiares a amigos pasando por ex mánagers y todo tipo de gente de la industria- sólo como voz en off, decantándose por mostrar en su lugar a Amy independientemente de que la imagen se corresponda con una buena actuación en directo para televisión, una mala de Youtube, un vídeo casero o incluso fotografías sueltas.

Como recurso alternativo, la pobreza de algunas imágenes de archivo se ve contrastada por la fuerza de la voz de Amy en las actuaciones de sus primeros tiempos, o la debilidad y la vulnerabilidad que se observa en la parte final, igualmente sobrecogedoras aunque por razones bien distintas, yendo desde su titubeante e insegura grabación final con Tony Bennett hasta el desastre serbio sólo un mes antes de su fallecimiento. En lo artístico, el documental termina de apuntarse un tanto cuando opta por subtitular (en inglés) las grandes letras de la artista en cuanto suenan, recalcando que su valor no se quedó en lo vocal.

‘Amy’ ha disgustado a la familia de la cantante, que finalmente se ha desvinculado del proyecto y con razón. Aunque el ex matrimonio Winehouse no deja de revolotear alrededor de ella incluso en las ceremonias de premios, donde no siempre vemos a padres y familiares, la verdad, ambos quedan efectivamente como el culo en un par de momentos (primera gran caída, vacaciones en Santa Lucía), lo cual puede ser bastante discutible, pues como llega a decir Mitch Winehouse en el documental, en ocasiones no se puede hacer nada por una persona adicta que no se deja ayudar. Por qué se ha apartado a la familia de esta forma resulta poco claro. El director parece evitar caer en lugares comunes o historias demasiado conocidas como el mítico nacimiento de ‘Rehab’, pero termina llevándose por delante detalles que ayuden a comprender qué está pasando: el público casual no tiene por qué saber por qué Amy no pudo asistir a los Grammy el año de ‘Back to Black’, por qué se terminó divorciando de Blake o que sí fue su propia madre la última persona que la visitó la noche antes de morir.

Así, a pesar del minutaje excesivo y de la muestra de demasiadas actuaciones (algunos periodistas nerviosos miraron el reloj un par de veces en el pase de prensa), quedan algunos flecos que habría sido fácil cubrir con un poco más de esfuerzo, haciendo del documental algo imperfecto. Eso sí, si te encuentras entre sus fans, prepárate para disfrutar de sus imágenes de niña, de la grabación de la canción ‘Back to Black‘, de la relación que inspiró ‘Stronger Than Me’, del bonito testimonio de su amiga Juliette, del poema que es la cara de Amy cuando le preguntan por Dido… y por supuesto a sufrir con el final, desde que esta historia muy claramente empieza a convertirse en un cuento de terror que desearás no siga avanzando.

Finalmente, como documental, ‘Amy’ debería ser una reflexión sobre el momento histórico que refleja en lo que a medios de comunicación se refiere. Las escenas en que los paparazzis disfrutan de hacer sangre de sus miserias y autodestrucción haciendo guardia a las puertas de su casa en Camden 24/7 deberían servir de reflexión para que algo así no vuelva a repetirse ni con una persona que admiremos tanto dado su incuestionable talento, ni con una que nos dé lo mismo. 7,5.

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Publicado por
Sebas E. Alonso