‘The Ecstasy of Wilko Johnson’, sobre la vida y la (no) muerte de Johnson

Wilko Johnson se tenía que morir. En 2013, al mítico guitarrista de Dr. Feelgood le diagnostican un cáncer de páncreas. El pronóstico es devastador; el tumor es inoperable y los médicos le dan diez meses de vida; doce si se somete a quimioterapia. Wilko, que se siente en buena forma, decide prescindir del tratamiento y vivir lo que le queda plenamente. Porque, sorprendentemente, lejos de hundirse, se ilumina y tiene una súbita revelación que le une con la vida, que le hace percibirla como nunca. Liberado de la incertidumbre (todos sabemos que vamos a morir, pero él sabe cuándo), vive el día a día y lo saborea con euforia. Pero Wilko Johnson no ha muerto. No, esto no es ningún spoiler; podéis encontrar la noticia buscando someramente por google. Un oncólogo descubrió que el tumor sí que era operable y lo salvó. Y lo retornó, paradójicamente, al reino de la inseguridad.

Y de todo esto trata el documental. Wilko, figura imponente, gesto intimidante, es el protagonista absoluto del film (aunque también asoman tímidamente Roger Daltrey y el médico salvador). Un monólogo desde su Canvey Island natal en que nos explica la enfermedad, sus sentimientos, su gira de despedida, su biografía, su carrera, su absoluta devoción por la literatura y la astronomía… sin pedantería y con naturalidad. Pero no estamos solo ante un film de personaje, sino también de autor. Temple, leyenda del documental musical, rinde pleitesía al retratado poniendo mucho de él mismo (su madre estaba muriendo en el momento de rodar). Astutamente, no nos ofrece a Wilko a palo seco; en un juego audaz, coloca a Wilko en sus paisajes favoritos, lo confronta a él mismo, parodia ‘El séptimo sello’, alterna conciertos de Dr. Feelgood con actuaciones actuales… y todas las apariciones y declaraciones de Johnson se salpican con imágenes sugestivas, que van replicando a sus palabras; insertos de multitud de films míticos, raros y bellos, desde ‘Nosferatu’ a ‘La Bella y la Bestia’ de Cocteau pasando por ‘Los vikingos’ pero, especialmente, la maravillosa ‘A Matter of Life and Death’ de Powell y Pressburger, pintiparada en este contexto. Todo parece ajustarse perfectamente a las palabras y el periplo vital de Wilko, en un trabajo fabuloso de archivo y montaje (no en vano, Julien dedicó el premio In-Edit a su archivera y a su editora), que crea un entramado sugestivo, surrealista, ágil y vibrante.

Temple afirmaba durante la presentación del documental que, si Wilko hubiera fallecido, la película no existiría. En principio solo quería recoger, sin ningún proyecto en mente, las reflexiones de Johnson. Su recuperación le impulsó a realizar el documental. Así que demos gracias doblemente; no solo por continuar disfrutando de un guitarrista monumental, sino por poder gozar de esta joya tan especial. Una rendición incondicional al protagonista (es imposible no salir enamorado de Johnson, de su calidez y tremenda talla humana) y un canto entusiasta a la vida, al simple hecho de estar vivo. 8.

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Publicado por
Mireia Pería