Basándose en el caso de la familia Puccio, que conmocionó a la sociedad bonaerense a comienzos de los 80, Trapero consigue en ‘El Clan’ un equilibrio admirable entre la crónica de sucesos, el drama familiar, la intriga criminal y el relato histórico. Y lo hace partiendo de lo particular, de la relación entre un padre y un hijo, para llegar a lo general, al retrato de un momento clave en la historia de Argentina: la transición democrática iniciada en 1983. La tensión que se genera entre Arquímedes Puccio, miembro de la inteligencia del ejército durante la dictadura, y su hijo Alejandro, famoso jugador de rugby de la selección argentina, es el combustible dramático que alimenta la película para impulsarla hasta lograr una muy elocuente metáfora sobre el cambio político y social, sobre lo viejo (la dictadura de Videla) y lo nuevo (la socialdemocracia de Alfonsín).
Con un narrativa muy ágil y scorsesiana, llena de contrapuntos musicales (‘Sunny Afternoon’, de los Kinks, ‘Just a Gigolo’ de Louis Prima) y virtuosos (pero no exhibicionistas) planos-secuencia, el director consigue atrapar la atención del espectador desde el primer momento, desde esa fabulosa escena que se convirtió en el tráiler de la película. Quizá a ‘El Clan’ le falte algo de intensidad emocional, de capacidad para perturbar y perdurar en el recuerdo más allá de algunos golpes de efecto (atención al final) y de la fabulosa interpretación de Guillermo Francella (un nuevo caso de cómico bordando un papel dramático). Puede ser, pero ojalá todas las lecciones de historia fueran así: una lección de cine. 8.