Supongo que son las cosas que tiene rodar una película ambientada en el Polo Norte, que el frío se acaba colando por todas las rendijas. Pero no me refiero precisamente al térmico, que también y ese mérito hay que reconocérselo; sino al sentimental. Y es que implicarte en esta historia real de supervivencia de Josephine Peary, mujer del primer explorador que puso una bandera en aquellas tierras, debería resultar pan comido en un principio. Pero hay algo intangible, un muro helado, que impide toda empatía con este personaje fantásticamente interpretado por Juliette Binoche. Es más, te cae mal. “Esa era la intención”, me explica Coixet. Pero claro, ¿te puede gustar algo cuando odias a la protagonista?
En cualquier caso hay que reconocerle el mérito de haber sacado adelante esta historia haciéndola como ella quería. En manos de otro director, Josephine Peary habría sido retratada como una heroína sufrida y abnegada. Pura pornografía sentimental. Coixet ha preferido apostar por una visión más fría y distante y, aunque no consigue lo que busca, al menos algo se acerca. 5,5.