‘En el corazón del mar’: demasiado monstruo para Ron Howard

Que el Oscar que ganó por ‘Una mente maravillosa’ no nos engañe: Ron Howard siempre ha sido la versión más amable y simplona de Ridley Scott. Algo así como su gemelo en el universo alternativo del cine familiar. Que sí, que a él le debemos algunos filmes míticos de los ochenta, y eso siempre se lo agradeceremos, pero hace años que el pobre se empeñó en ponerse serio y desde entonces ha perdido todo el encanto. Con ‘En el corazón del mar’ nos confirma que todavía no lo ha encontrado.

Y es que la historia que cuenta esta película, al menos, daba para mucho más. El relato de los hechos reales que inspiraron a Herman Melville para escribir ‘Moby Dick’ conmocionarían a cualquiera, confirmando eso de que la realidad siempre supera a la ficción. Por eso, en manos de un director más valiente y arriesgado, estaríamos hablando de uno de los títulos más oscuros del año. Pero Howard ha preferido una vez más dejarse llevar por el convencionalismo para entregarnos un filme que pasa de puntillas, y sin mancharse ni mojarse, por los grandes conflictos que plantea. Como si su particular caza del cachalote blanco se le hubiera quedado grande.

Claro que la culpa no es solo suya, sino también de un reparto que pone todo el físico en el asador pero que se deja el alma en casa. Les ves moverse por la pantalla y les escuchas hablar, pero no entiendes su obsesión. Tampoco la compartes. Es más, te cansan. Y que no te importe el destino de los protagonistas es, desde luego, lo peor que le puede pasar a una historia de supervivencia y lucha contra demonios internos como esta.

Claro que igual el problema es nuestro, que le pedimos demasiado a la película por aquello de que habla de los orígenes de la sacrosanta ‘Moby Dick’. Si eso no es lo que buscas, vista desde un ángulo exclusivamente lúdico y palomitero sería ridículo no reconocer que la historia funciona. De hecho, hay momentos en los que sientes que estás surcando el mar a bordo del Essex, que tiene su mérito. Para pasar un par de horas en el cine calentito huyendo de la Navidad. Pero nada más. 5.

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Publicado por
Claudio M. de Prado