Mejores películas 2015


Quién iba a decir que un señor de setenta y dos años iba a reinventar el cine de acción y le iba a dar cuatro collejas –de verdad, no digitales- a todos esos jóvenes directores de franquicias que ruedan blockbusters a golpe de ratón. George Miller lo ha logrado. Esta revisión furiosa e hipervitaminada de ‘Mad Max 2: El Guerrero de la Carretera’ (1981) es un huracán cinematográfico, una película con un sentido del ritmo y una potencia visual tan extraordinarios, tan gigantescos, tan descomunales, que no exageramos si decimos que se ha llevado por los aires a todo el cine de acción presente y futuro.

2
Pete Docter

¿Qué motivos reales puede tener un niño para estar triste? Eso es lo que pensó Pete Docter cuando su hija dejó de sonreír con 11 años, y así, de un mohín juvenil, nació esta obra maestra que ha rescatado a Pixar de su breve coqueteo con la mediocridad. Una película de animación cuya meta principal era explicar cómo funciona la mente humana sin parecer un capítulo actualizado de ‘Érase una vez… La vida’. Nada que ver, por fortuna. El guión baja el ritmo más minutos de los deseables, cierto, pero el resto, desde el diseño de producción hasta la música –por no hablar de esos sutiles guiños a filmes como ‘El viaje de Chihiro’ o ‘Toy Story’– es de una sencillez y, a la vez, de una profundidad tan bestia que todo se perdona. Incluso que te lleven una vez más al llanto contenido cuando menos te lo esperas. Porque si de algo habla esta película es precisamente de eso, de la tristeza. De la necesidad y la obligación de abandonarnos de vez en cuando a ella.

3
Giorgos Lanthimos

Después de sorprender con ‘Canino’ (2009) y defraudar algo con ‘Alps’ (2011), Lanthimos se confirma con ‘Langosta’ como uno de los cineastas más singulares y estimulantes del momento. Estamos de lleno en el terreno de la distopía futurista, en un mundo donde la presión social contra la soltería se ha transformado en norma, en obligación: si vives solo y, lo que es peor, lo disfrutas, no mereces ser humano, eres un animal. Gracias a un muy expresivo diseño de producción y a unos actores entregadísimos al “método Lanthimos” (atención al “hombre que cecea” y al “hombre que cojea”), el director griego alcanza un equilibrio perfecto entre el humor esquinado, la alegoría filosófica y la tribulación melancólica.


Nunca pensamos que esta película tuviera posibilidades de entrar en una lista como esta. Pero después de lo que ha conseguido J. J. Abrams contentando a los seguidores de siempre pero sin decepcionar a todos los que se harán fans a partir de ahora, era lo menos que podíamos hacer. Porque un buen autor sabe que hay obras que superan su ego. Que existen legados que tienes que respetar porque ya no son tuyos aunque tú los crearas. Esto es lo que George Lucas nunca entendió. Por eso falló rodando la trilogía de los años 2000, porque se preocupó más en demostrar su poderío digital que en cuidar la historia. Todo lo contrario que Abrams, que no ha tenido ningún reparo en sacrificar todo lo que hiciera falta, incluido su famoso sello personal, para que la continuidad narrativa sea fiel a los capítulos que preceden a esta entrega. Esta vez no hay ninguna criatura ni ningún paisaje que sobre. No busques ostentación por ordenador. Todo está donde tiene que estar. Por fin llega ‘Una nueva esperanza’ –y el que quiera entender esta frase, que lo haga–. Pero ojo que esto no significa que la película se vea antigua. Todo lo contrario.

5
Ruben Östlund

La premisa argumental de la película de Östlund es irresistible, de esas que si se la cuentas a un productor te financia la película al día siguiente. Un matrimonio de clase media-alta y sus dos hijos están en la terraza de un restaurante en los Alpes fotografiando una avalancha de nieve. Pero el alud es demasiado grande y parece que puede llegar hasta el restaurante. Fundido en blanco. La niebla se disipa y aparece la madre en el suelo protegiendo a sus hijos. El padre ha huido. A partir de ese hecho ‘Fuerza mayor’ se convierte en un sutil y muy punzante retrato de una catástrofe emocional, una avalancha de sentimientos que amenaza con sepultar sobre capas y capas de remordimientos el amor y la estabilidad de la pareja, de la familia.

6
Dan Gilroy

Gyllenhaal y Gilroy, que también firma el guión (nominado al Oscar), construyen un personaje perturbador, un psicópata muy alejado de la imagen que Hollywood ha popularizado. Y lo hacen trabajando sobre tres aspectos del personaje: la mirada, la sonrisa y la palabra. Este “nightcrawler” inquieta porque no pestañea, turba porque sonríe demasiado e incomoda porque se expresa con la retórica de una guía para emprendedores. Su mirada contradice su sonrisa, y su sonrisa contradice sus palabras. De esa tensión surge el desasosiego, y de ese desasosiego la revelación de la desconexión emocional que se esconde tras esa máscara gestual y verbal.

7
Alejandro González Iñárritu

No hay duda, a Hollywood le sienta fenomenal el metalenguaje, y si estás al tanto de la carrera de Keaton, es imposible no encontrar un paralelismo entre un actor y un personaje que comparten mucho más que piel y voz de superhéroe. Y eso que Keaton afirma que nunca ha interpretado a nadie más distinto a él mismo que este Riggan Thomson. Habrá que creérselo. Causa vértigo pensar en todo el trabajo previo que habrá tenido que hacer Iñárritu para poner en pie este festival de géneros. En todo lo que habrá tenido que ensayar con técnicos y actores para que la cámara fluya durante dos horas en un falso plano secuencia sin que nada chirríe. En lo que habrá tenido que afinar el guión antes del rodaje para que su salto a la comedia funcione sin esa red de seguridad que es el montaje. Él es el superhéroe. Él es Birdman. El resto, como Emma Stone, tendremos que conformarnos con verle lanzarse por la ventana y disfrutar del espectáculo con los ojos muy abiertos mientras pensamos: “Lo ha hecho. El cabrón lo ha hecho”.

8

En manos de otro director, la historia de un niño-soldado en una guerra indeterminada del África subsahariana podría haber dado lugar a la típica película agita-conciencias tipo ‘Hotel Rwanda’ o ‘Diamante de sangre’; filmes muy convencionales donde el tema, las buenas intenciones y las ganas de conmover a cualquier precio están muy por encima de sus valores cinematográficos. Fukunaga, sin embargo, sortea esas trampas melodramáticas y bienintencionadas para ofrecer una escalofriante inmersión en el corazón de las tinieblas: la traumática experiencia de un niño obligado a vivir y combatir junto a un despiadado coronel Kurtz (aterrador Idris Elba) en un escenario de pesadilla.

9
Asif Kapadia

Puede que por culpa de un minutaje excesivo y de la muestra de demasiadas actuaciones parezca un documental algo imperfecto. Pero si te encuentras entre sus fans, prepárate para disfrutar de Amy Winehouse a lo grande reviviendo, por ejemplo, la grabación de la canción ‘Back to Black’ o la relación que inspiró ‘Stronger Than Me’. También a sufrir con su final, que parece digno de un cuento de terror que desearás no siga avanzando. Pero sobre todo, ‘Amy’ es una demoledora crítica del momento histórico que refleja en lo que a medios de comunicación se refiere. Las escenas en que los paparazzis disfrutan de hacer sangre de sus miserias y autodestrucción haciendo guardia a las puertas de su casa en Camden 24/7 deberían servir de reflexión para que algo así no vuelva a repetirse ni con una persona que admiremos tanto dado su incuestionable talento, ni con una que nos dé lo mismo.

10
David Robert Mitchell

Poner del revés la premisa de “quién folla muere” en el cine de terror está más visto que disparar una pistola con la mano ladeada en una de acción. Por eso, lo que realmente le interesa al director de ‘It Follows’ es la puesta en escena, la creación de atmósferas, los mecanismos del suspense. La película está impregnada por una sutil sensación de paranoia, de amenaza constante ante lo que se esconde en las profundidades del encuadre, a la espalda de los personajes. Ese es quizás el rasgo más distintivo y admirable de esta película: ser capaz de generar miedo por medio de la profundidad de campo.

11
Cesc Gay

Gay sabe muy bien que en la vida real la mayoría de los sentimientos no se verbalizan, que muy poco de lo que nos pasa por dentro sale afuera, y cuando lo hace, muchas veces adquiere formas indirectas: un comentario irónico, una cierta mirada, un abrazo más intenso de lo normal. Por eso ‘Truman’ resulta tan divertida, conmovedora y casi terapéutica: porque te la crees, porque resulta muy sencillo identificarte con los personajes, verte reflejado de alguna u otra manera en ellos, en cómo se relacionan y se expresan. Pocos como Gay son capaces de trasmitir ese grado de proximidad, complicidad e intimidad.

12
Javier Ruiz Caldera

Vale que teniendo detrás a Javier Ruiz Caldera, director de las fantásticas ‘Spanish Movie’, ‘Promoción fantasma’ y sobre todo ‘Tres bodas de más‘, las probabilidades de que esta película fuera buena eran bastante altas. Pero claro, hablamos de adaptar bien un cómic español a la gran pantalla. Y no hablamos de animación, que para eso está ‘Arrugas‘, sino de hacerlo con personajes de acción real, algo que solo Javier Fesser consiguió, y no del todo, con ‘La gran aventura de Mortadelo y Filemón’. Hasta ahora. El mayor acierto de ‘Anacleto’ ha sido no llevar al cine historietas directamente calcadas del papel, sino que encontramos pequeños destellos de aquello que identifica al personaje pero reinventados por un realizador que ha hecho del humor referencial, la nostalgia justificada y su habilidad única para dirigir actores, sus mejores armas. Que sí, que puede que Quim, Berto, Imanol y Alexandra vuelvan a hacer los mismos papeles de siempre. Pero lo importante es que lejos de molestar se disfruta mucho viéndoles moverse, y sobre todo, hablar.

13
Pablo Trapero

Basándose en el caso de la familia Puccio, que conmocionó a la sociedad bonaerense a comienzos de los 80, Trapero consigue un equilibrio admirable entre la crónica de sucesos, el drama familiar, la intriga criminal y el relato histórico. Y lo hace partiendo de lo particular, de la relación entre un padre y un hijo, para llegar a lo general, al retrato de un momento clave en la historia de Argentina: la transición democrática iniciada en 1983. Ojalá todas las lecciones de historia fueran así: una lección de cine.

14
Pablo Larraín

Son muchos los sentimientos que despierta esta película claustrofóbica que obliga al espectador a plantearse infinidad de convenciones morales que seguro daba por hechas. Porque la vida no es blanco o negro, sino de un denso y sucio gris como el cielo del pueblo por el que se mueven los personajes de esta cinta. Todos magistralmente interpretados por actores que no parecen serlo, dicho esto como piropo y no como crítica. Porque a su trabajo, y a diferencia de muchos grandes a los que aplaudimos, no se le ven las costuras. Su verdad es tan directa y cruda que muchas veces llegas a dudar si no es un documental lo que pasa ante tus ojos. Desde luego que el cine bueno duele. Y de ‘El club’ puedes estar seguro que sales con heridas.

15
Bennett Miller

Bennet Miller adapta su puesta en escena a la historia que quiere contar, no al revés. En este caso, un turbio drama psicológico basado en un suceso real. Un relato que nos habla, en voz baja pero con la contundencia de quien lo hace al oído, acerca de la corrupción moral, la explotación capitalista y la dependencia emocional. Todo un complejo y perverso juego de manipulaciones psicológicas alimentadas por sentimientos como la frustración, la soledad o la envidia. Por medio de una atmósfera melancólica y opresiva, y una narración sobria y contenida, llena de largos planos y elocuentes silencios, el director consigue tres objetivos: 1) que veamos en primer plano las heridas emocionales que desangran a la pareja protagonista, 2) que observemos con estupefacción un hecho real que parece la más loca de las ficciones, y 3) que después de 130 minutos de película salgamos del cine diciendo eso de “se me ha pasado volando”.


El biopic de este héroe de triste final podría haber servido de excusa para entregarnos la típica oda plana y sentimentalista que arrasa en los Oscar (aunque bastante de eso tiene, no lo vamos a negar). Pero Benedict Cumberbatch lo evita con una interpretación llena de silencios, enfados, miradas y borderías que es capaz de construir a un Alan Turing que se sale del papel para cobrar vida azotado por sus luces y sombras. La incógnita resuelta: la homosexualidad del protagonista no es la excusa para rodar la historia, solo un dato más para explicar la compleja personalidad de su protagonista. ¿Que la propuesta podría haber sido más arriesgada todavía? Sí. ¿Qué la estructura huele demasiado a fórmula maestra de cine premiable? También. ¿Que cada conflicto, giro y sorpresa están estratégicamente ubicados en la historia para manipular nuestros sentimientos? Desde luego. Pura matemática narrativa. ¿Y qué? El secreto no es conocer la ecuación, sino saber resolverla.


El director se sirve de las técnicas de animación tradicional para crear un sugerente y bellísimo mundo bidimensional donde se mezclan las texturas visuales (lo nítido para lo cotidiano, lo difuminado para los recuerdos) y batallan las formas (el reconfortante círculo contra el amenazador triángulo). Pero Moore no hace bandera de su “tradicionalismo” sino que lo presenta como una opción estética y narrativa más, una alternativa tan legítima y eficaz como la utilización de las más modernas técnicas digitales. Si ‘Big Hero 6’ es como un sofisticado videojuego, ‘La canción del mar’ sería como un delicado libro infantil. Como ese libro que regalas a un sobrino aunque en realidad te gustaría quedártelo.

18

Habrá quien todavía eche de menos al Spielberg más palomitero, pero lo cierto es que al rey Midas de Hollywood la madurez le ha sentado muy bien. A Tom Hanks, el protagonista de su última película, también. Por eso, porque ya no tienen la necesidad de demostrarnos nada, funcionan a la perfección cuando se juntan, tal y como demuestran con ‘El puente de los espías’, otra de esas particulares lecciones de historia que tanto han interesado al director en los últimos años. ¿Quién necesita ficción cuando la realidad conspira para entretenernos? Un filme en el que el director vuelve a pasar de las reglas del género para construir su película y no la que los demás querrían, en este caso en concreto, evitando el discurso clásico de buenos americanos contra malos rusos que tanto mal ha hecho al cine de espías ambientado en la Guerra Fría. Digamos que su labor es más didáctica y, a todas luces aunque no lo parezca, también la más valiente: prefiere dejar que sean sus personajes los que hablen y el espectador quien los juzgue.

19
John Maclean

A pesar del título, ‘Slow West’ no es un western comatoso que podría haber firmado Antonioni o Bela Tarr. Al contrario: es concreto y certero como un disparo entre ceja y ceja. Y romántico. Como una canción folk trágica y de aliento mítico, la película narra el viaje que emprende un joven noble escocés por el salvaje oeste en busca de su amada. Un trayecto, tanto físico como emocional, que recorre un apasionado idealista a través de un mundo demasiado realista. Como se dice al final de la película: “Su corazón estaba en el lugar equivocado”.

20
Bill Pohlad

‘Love & Mercy’ es una película que los fans de Brian Wilson disfrutarán enormemente, a pesar de que suaviza muchísimo algunos aspectos, especialmente el activo papel que su familia tuvo en su declive (la reacción contra ‘Pet Sounds’ fue mucho más furibunda que la que muestra el film). Pero hay algo mágico en asomarse a su mundo creativo de los sesenta, a los espacios míticos donde construyó su magia. Sin embargo, me temo que los legos se perderán, puesto que falta información que sitúe mejor a los personajes y su relación respecto a Brian. Como si Pohlad admitiera que su película va destinada exclusivamente a los admiradores del genio californiano. Los que vayan con mapa gozarán. Al resto, es posible que les resulte abstrusa.

21
Damien Chazelle

Si por algo brilla esta película, más allá de sus interpretaciones, es por su capacidad de transmitir lo que significa la pasión por una disciplina artística (la música, la batería) y en cómo ésta se puede convertir en una obsesión tan peligrosa como maravillosa. Peligrosa para la estabilidad emocional del músico, capaz de sacrificar todo, incluido el amor, por conseguir su meta: ser el mejor. Maravillosa para el público que asiste admirado a ese momento sublime donde el artista, en pleno éxtasis, es capaz de ofrecer lo mejor de sí mismo. Y así es como Damien Chazelle la ha rodado, como si tocara la batería: con una fuerza expresiva y una potencia narrativa arrolladora, rabiosa. Con afán casi terapéutico, el director muestra el conservatorio como una cámara de torturas psicológicas, y el proceso creativo como un angustioso y lacerante via crucis, un camino lleno de sacrificios y humillaciones. ‘Whiplash’ no es una película sobre música, sino sobre la disciplina musical. No existe el placer ni la inspiración: existe el dolor y el trabajo extenuante. O el rock.

22
Colin Trevorrow

Si algo aprendimos con las películas de la saga ‘Parque Jurásico’ es que el dinero puede más que la ética. Si el mundo sigue queriendo dinosaurios, ¿por qué no resucitarlos de nuevo aunque pueda tener fatales consecuencias? La pela es la pela. Por suerte esta vez la teoría del caos no hace acto de presencia y la cinta, que tenía todas las papeletas para ser el típico desastre veraniego como cualquier cuarta parte que se precie, consigue hacernos creer con un divertido juego de espejos que hemos vuelto al parque dos décadas después de nuestra primera visita. La mala noticia es que ya no somos unos niños y nada nos puede impresionar como entonces. Lo buena es que precisamente tener esa actitud cínica ante la vida, esa pose de que cuando tú vas yo ya he vuelto, es lo que hace que la experiencia merezca la pena. Porque aunque así lo creas, no lo has visto todo.


‘Mientras seamos jóvenes’ está articulada a través del enfrentamiento entre una pareja de cuarentones en crisis (Ben Stiller y una algo desaprovechada Naomi Watts) que se sienten fascinados por la energía creativa y vital de unos jóvenes modernetes (Adam Driver y Amanda Seyfried) sobre quienes proyectan sus anhelos y sus frustraciones existenciales. Baumbach se cuela por esa brecha generacional para, con sus habituales dotes de observación y su buen oído para los diálogos, ofrecer la melancólica crónica de una muerte anunciada: la de la juventud de la generación X, aquella que el propio Stiller representó veinte años atrás en ‘Reality Bites’, su debut como director.


Podría decirse que el público potencial de los biopics musicales no es muy distinto de aquel que llena las salas cuando se estrena la adaptación de algún fenómeno literario tipo ‘Harry Potter’ o ’50 sombras de Grey’. Seguidores que, sin importar la calidad de la película, compran la entrada movidos exclusivamente por el morbo de ver cómo queda en pantalla grande una historia que se saben de memoria. ¿Ventajas de todo esto? Que a mayor número de fans, mayor recaudación en taquilla. Pura matemática. Claro que en Españ no puede decirse que los N.W.A. sean precisamente un grupo de culto masivo. Que no es malo, todo lo contrario. Gracias a este desconocimiento, hay bastantes probabilidades de que salgas del cine con ganas no solo de volver a escuchar aquel mítico disco cuya grabación cuenta el filme, sino entendiendo y apreciando mucho más de gran parte de la escena musical de las dos últimas décadas. Es factible incluso que comprendas por qué defendemos la existencia de un grupo como los PXXR GVNG, que son algo así como la versión patria y tardía de los protagonistas de esta película. Y es que hay cosas que van más allá de la simple música. O mejor dicho, que cuando se ponen en contexto, la superan.

25
Mia Hansen-Løve

Al igual que el protagonista de la película queda cautivado por las suaves, aéreas y elegantes melodías del garage house, la directora consigue a través de su suave, aérea y elegante puesta en escena, llena de matices y detalles visuales inesperados (animación, pantallas partidas, sobreexposición), capturar el interés del espectador a un nivel emocional. Aly-Us, Liquid, Frankie Knuckles, The Orb y, por supuesto, Daft Punk (que cedieron los derechos de sus canciones por una cantidad simbólica), suenan en ‘Eden’ como pespuntes sonoros para hilar una historia de iniciación basada en la vida de Sven Hansen-Løve, coguionista del filme y hermano mayor de la directora, quien durante los 90 fue DJ residente de la discoteca parisina Queen y terminó arruinado y en proceso de desintoxicación. Daft Punk, que aparecen en la película como divertidos personajes secundarios, funcionan como contrapunto exitoso de los sueños rotos de la escena de la música electrónica francesa y como amargo amplificador de los fracasos de todos aquellos que creyeron que París iba a ser siempre una fiesta… y no iba a existir David Guetta.

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