No estoy seguro de que el más reciente disco del grupo, ‘Wasting Away and Wondering‘, sea el mejor de su carrera, pues los tres son notables y se llevan muy poquito en cuanto a calidad, pero son sus buenas canciones las que me han movilizado a escribir este artículo. Una de las joyas más obvias es este himno de northern soul que podría haber sido editado en Tamla Motown y que aparte de a los seguidores de The Shirelles, The Shangri-Las, The Ronettes… debería haber conquistado a millones de personas, como a finales de los 90 los singles más retro de Texas.
Atendiendo a las escuchas en Spotify, este parece el gran éxito de The School y ciertamente lo merece. Aquí también más cerca de las girl groups más genuinas (palmas incluidas) que de Camera Obscura, con quienes han sido comparados tantas veces, The School construían un himno spectoriano que podría haber triunfado en cualquier momento. En aquellos tiempos (2008) cercano al boom de las Pipettes y a la fantástica ‘Lips Are Unhappy’ de Lucky Soul, parecía encabezar un revival sesentero que finalmente no llegaba tan lejos como parecía (¿quizá el huracán Amy arrasó con todo lo demás?). Al menos ellos siguen editando buenos discos.
El formato chico-chica dio tan buenos resultados a The School en este tema que cerraba su primer disco ‘Loveless Unbeliever‘ (también aparecía en la banda sonora de ‘Yo también’), que es raro que no lo hayan explotado más. Aunque eso no hace sino más especial todavía este tema intensísimo que se enfrenta al fin del amor con un poso de pesimismo («And neither of us wants to go home / But as we’re here let’s face the situation / Let me explain, I don’t believe in love») y otro de optimismo («But you’ve gotta admit / It was as good as it gets»).
El primer single del último disco era realmente este otro corte, de punteos y melodía melancólicos pero percusiones luminosas y alegres, que funcionaba perfectamente como declaración de amor. Una petición en la que la música convence donde (o porque) la letra no se atreve a rebajarse («I won’t beg you if you’re walking out the door / But darling I want you to stay»).
Entre las canciones más dramáticas del grupo está esta de su segundo largo, con una pasión por la chanson y una nostalgia por tiempos mejores que también ha impregnado recientemente a Adele (‘A Million Years’). Aquí, un violín sirve para llevar el tema un poco más allá, sin agotar debido a la escasa duración tanto del arreglo como de la canción en sí. Otra de las grandes joyas perdidas de su repertorio.
Aunque las influencias de la autora principal del grupo, Liz Hunt, suelen centrarse en los 60 (mi compañera Angèle escribía sobre esta pista en el momento de su edición que podría haber sido escrita en los 60 para Sandie Shaw o Lesley Gore), aquí la cantante se entregaba también sin duda a los míticos pianos de Abba. Junto a la canción siguiente, hacía del cierre del segundo álbum el mejor posible.
Quizá la inclusión de su ex productor Ian Catt en los agradecimientos de aquel ‘Reading Too Much Into Things Like Everything’ nos traicione en el subconsciente, pero la introducción de la temática musical dentro de la misma canción nos conduce inequívocamente a Saint Etienne. Este tema, involuntariamente, funciona también como villancico mejor que el propio villancico que incluyeron en un recopilatorio de Elefant.
Entre las canciones del debut ‘Loveless Unbeliever’ que aún recordamos con cariño, este ‘All I Wanna Do’ que en sus estrofas podríamos emparentar con el mejor Neil Hannon, en la toma vocal a los Sundays, y en su percusión, muy obviamente de nuevo a Phil Spector.
Quizá el último de los álbumes de The School es mi favorito por sorpresas como esta. ‘He’s Gonna Break Your Heart One Day’ es una de sus canciones más oscuras y siniestras, con la luz cediendo paso a las guitarras eléctricas distorsionadas… por supuesto para retratar un mal de amor. «He was untrue» es una de las frases que preceden a ese punteo de guitarra que contiene un dramatismo, un mal sabor de boca, que ni el Gainsbourg ni el Ennio Morriccone ni los Rialto más amargos. Románticos y masocas, pasen y disfruten de este sufrir.
El tercer disco de The School se cierra con este maravilloso himno coral a varias voces en el que destaca el matiz festivo que aportan los vientos y del que también hay que valorar su excelente sentido rítmico, en parte gracias al bajista Rob Jones, que colabora en los directos de Slow Club, otro grupo infravalorado (‘Suffering You, Suffering Me’, ‘Complete Surrender’, ‘Tears of Joy’…). Aunque eso, os lo contamos otro día.
Foto: Kirsten McTernan