La crisis es muy mala, tanto que personajes como Carlos Lozano (el hoyuelo andante que fue presentador de las primeras ediciones de ‘Operación Triunfo’ y que ahora vuelve creyéndose un veinteañero), el tarotista Rappel (imaginamos que con su colección de tangas animal print) o el hombre que se comió a Julián Contreras Jr. se han visto obligados a participar en este quiero y no puedo para salir del ostracismo mediático y llevarse unos euros que les ayuden a llegar a final de mes. Y qué decir del pequeño Nicolás (el mejor pagado de esta edición) o ese intento de Olvido Hormigos que es la ex edil de Ciudadanos Carmen López (Albert Rivera tuvo que aclarar en las redes «no es de C’s»). Hay tantos wannabes de la vida, tantos entes de saldo carentes de interés, que a no ser que haya sorpresas sonadas orquestadas por los guionistas de esta astracanada va a resultar muy difícil aguantar el programa durante tantas semanas.
Jordi González, además, es para darle de comer aparte. Él es algo así como nuestro James Murphy televisivo, ya que en 2004 cuando presentaba ‘Vitamina N’ en una televisión privada catalana dijo que se iba a retirar a Australia y ahí sigue, dando el callo en la pequeña pantalla a sabiendas de que este formato siempre contará con Mercedes Milá como imparcial estrella.
Pero más allá de un cásting digno de las segundas rebajas y un presentador que debería volver a su mejor hábitat, los talk shows (¿a qué esperan a darle uno a Jordi?), lo más alarmante es cómo se ha desvirtuado la marca ‘Gran Hermano’ en los últimos años. No nos engañemos, el programa actualmente sólo sirve para generar contenidos a granel a ‘Sálvame’ (una tercera parte de los personajes pertenecen o están estrechamente ligados al cortijo de Jorge Javier Vázquez) y los concursantes ya no están muy aislados del exterior que digamos. Desde que los abucheos están permitidos en plató y los ex participantes entran y salen a su antojo de la casa de Guadalix para remover la mierda, la conducta de los que aspiran a ganar ya no es la misma: una vez son expulsados ya saben de antemano con qué se van a encontrar fuera, y eso es cuanto menos inadmisible.
Los shares hablarán por sí solos, pero de memorable esto va a tener más bien poco. Qué reemitan ‘Hotel Glam’, eso sí que fue entretenimiento en vena.
Calificación: de momento no vale la vena ni puntuar
Lo mejor: comprobar si Sema se va a convertir en el nuevo Han y va a tener algún tipo de edredoning con Javier Tudela (el hijo de Makoke) o ese Míster España que hasta anoche nadie conocía
Pronóstico: GH VIP 4 ha empezado con un gran 23% de share, pero el batacazo está asegurado a no ser que se despellejen vivos más pronto que tarde