‘El hombre que cayó a la tierra’ (1976), ‘El ansia’ (1983) y ‘Feliz Navidad, Mr. Lawrence’ (1983). Para ser un mal actor (la crítica le masacró en sus inicios), menudo comienzo. Tres títulos de culto que ya quisieran para sí muchos buenos actores. La primera, adaptación del clásico sci-fi de Walter Tevis a cargo del olvidado pero reivindicable Nicolas Roeg (autor de ‘Performance’ o de esa joya del terror psicológico llamada ‘Amenaza en la sombra’), explotó como ninguno lo ha hecho la imagen andrógina, anoréxica y alienígena de Bowie. La segunda es un clásico ochentero (y ochentoso) que también sacaba mucho partido del físico inquietante y anémico del cantante. Su personaje del estiloso y melancólico vampiro John Blaylock ha ejercido una destacada influencia en el género. En cuanto a ‘Feliz Navidad, Mr. Lawrence’, es sin duda su película más prestigiosa. Un intenso y polémico drama bélico dirigido por Nagisa Ôshima (que venía de escandalizar a medio mundo con ‘El imperio de los sentidos’) que el cantante protagonizó junto a otro músico, el compositor Ryuichi Sakamoto. La película fue presentada en Cannes y parecía augurar un gran futuro a Bowie como actor. Pero…
Aunque ya había tenido un serio traspiés con la infumable ‘Gigoló’ (1978), durante los ochenta y hasta bien entrados los noventa encadenó una serie de títulos que llenaron de razones a sus muchos detractores. Además de participar en la peor película de los Monty Python, ‘Los desmadrados piratas de Barba Amarilla’ (1983), y en una de las peores de John Landis, ‘Cuando llega la noche’ (1985), protagonizó la olvidable comedia romántica ‘Encadenadamente tuya’ (1991) y uno de los grandes fiascos de la década: ‘Absolute Beginners’ (1986), la fallida adaptación de la fabulosa novela de Colin McInness donde compartía protagonismo con otros cantantes como Sade, Patsy Kensit o Ray Davies. Según parece tiene películas aún peores: ‘Il mio West’ (1998), ‘Everybody Loves Sunshine’ (1999), ‘El secreto de Mr. Rice’ (2000)…. La suerte es que casi nadie las ha visto.
Es una de las características más curiosas de su filmografía. Bowie ha interpretado tres veces a personajes de gran relevancia histórica. Y las tres de manera notable. El primero fue Poncio Pilatos en ‘La última tentación de Cristo’ (1988). Su papel era casi anecdótico pero, perdón por el chiste, lo clavaba. Mucho más jugosa fue su aparición en ‘Basquiat’ (1996), donde encarnaba a un muy convincente Andy Warhol (no por casualidad, una de sus grandes influencias). Pero sin duda el personaje histórico que mejor ha encarnado es el del científico Nikola Tesla en ‘El truco final’ (2006). Ni el más furibundo de sus detractores puede poner alguna pega a su magnética interpretación. Electrizante.
Bowie ha participado en varias películas haciendo de sí mismo. La primera vez fue en ‘Yo, Cristina F‘ (1981), la exitosa adaptación del libro ‘Los niños de la estación del Zoo’. La presencia del cantante y su música, en plena etapa berlinesa, sobrevuelan la película y la impregnan de manera decisiva. Menos relevantes pero más divertidos fueron sus cameos en dos comedias: la tronchante ‘Zoolander’ (2001) y la simpática ‘School Rock Band’ (2009). Pero la aparición estelar de Bowie no fue en el cine, sino en televisión. Su compatriota Ricky Gervais le dedicó el segundo episodio de la segunda temporada de ‘Extras’. Su encuentro durante una fiesta terminaba con el músico componiendo al piano una muy graciosa y pegadiza canción: «Chubby little loser…».
Mal que le pesara al propio Bowie, el personaje por el que el cantante va a pasar a la historia del cine es el del enigmático y seductor Jareth de ‘Dentro del laberinto’ (1986). Su magnética presencia, sus canciones, su indescriptible estilismo, que apenas se diferenciaba de las marionetas que le rodeaban, y, muy importante, ese paquete que ha alcanzado categoría de mito, se han grabado a fuego en la memoria cinéfila de muchos aficionados. Pero para personaje mítico (y con el que yo me quedo) el que interpreta en la cada día (cada hora) más reivindicable ‘Twin Peaks: fuego camina conmigo’ (1992). Su aparición señalando inquisitivamente al agente Cooper y preguntando si saben realmente quién es resulta sencillamente escalofriante.