Clásicos Que Nunca Lo Fueron: ‘Infamous Angel’ de Iris DeMent

Título: ‘Infamous Angel’
Artista: Iris DeMent
Sello: Warner Brothers (1992)

Los primeros compases de ‘Infamous Angel’ te dejan desarmado: me pasó una tarde de 1992, sentado leyendo, mientras escuchaba la radio. Al oír esos primeros 30 segundos de ‘Let The Mystery Be’ en los que una escueta banda de acústica, mandolina, dobro, contrabajo y suave piano preludiaba la aparición, como el sol entre las nubes de un día de invierno, de ESA voz, podría decirse que experimenté la euforia propia de una revelación casi mística. ¿La voz más bella que jamás había oído? Quizá. Todavía hoy sigo manteniendo que es la voz más sobrenatural y a la vez más terrenal que conozco. Sobrenatural quizá por la temática de esa primera canción, una suerte de declaración de agnosticismo en la que paradójicamente resonaban los ecos del country más tradicional, más una pizca del góspel que reaparece más tarde en el disco. O simplemente por esa primera imagen celeste/celestial que evocaba su voz, su timbre, su pura tesitura de soprano. Y a la vez terrenal, puede que por la sobriedad absoluta de la banda, de esa producción carente de efectismos, que podía haberse grabado con tres o cuatro micrófonos, un ejercicio de sobriedad perfectamente acorde a la voz. La voz de una cantante anónima, de un descubrimiento semi milagroso que venía presentado en la portada envuelta en un no-estilismo tipo Gran Depresión. ‘Let The Mystery Be’ abría el disco.

«Todo el mundo se pregunta de dónde viene / Todo el mundo se preocupa dónde va a ir cuando todo haya acabado / Pero nadie lo sabe con certeza, así que a mí me da igual / Creo que dejaré que siga siendo un misterio». ¿Existen el cielo o el infierno? Qué más da. Con esta temática tan inusual en pleno inicio de los 90 no sorprendía descubrir que esta cantante y compositora de 31 años venía de Arkansas, ni que era la decimocuarta hija de su padre y la octava de su madre. O que había sido educada en un estricto ambiente religioso de corte pentecostalista. Sin embargo a los 16 había descubierto que no creía en Dios, y para los 25, cuando escribió su primera canción, ya había decidido que lo suyo era la música y se había mudado a Kansas City, donde empezó a componer. El momento clave de esa incipiente carrera fue cuando su maqueta llegó a manos del gran John Prine, que inmediatamente le recomendó que fuese a verle a Nashville. Tras algunos «showcases» firmó con el sello Philo/Rounder para sacar ‘Infamous Angel’, que obtuvo tal éxito de crítica que la Warner firmó un acuerdo para reeditarlo en condiciones. El propio Prine firmaba las entusiastas notas interiores, alabando unas canciones que «hablan de recuerdos aislados de la vida, el amor y la experiencia».

Como por ejemplo ‘The Hills‘, segunda canción del álbum, un pausado recuerdo de las colinas de su infancia lleno de imágenes naturales y con un estribillo («The wind is rushing through the valley»…) de emocionante vibrato. Guitarras, pianos, contrabajo, suenan con el brillo de campanas, y culminan en un precioso solo del gran Al Perkins, mago del dobro tocado con slide, cuyos adornos son el otro gran protagonista del disco, complementando la voz de Iris en casi todas las canciones de manera bella, sutil, perfecta, con su resonancia metálica de eco antiguo.

Sigue ‘Hotter Than Mojave In My Heart’ que acelera el ritmo del álbum: se trata de un número de country de ritmo trepidante a pesar de la ausencia de percusión alguna, que es otra de las características esenciales de ‘Infamous Angel’: country-folk rural como se grababa antes de los años 50, sin baterías, en la más pura vena de uno de sus referentes más claros, las grabaciones de la Carter Family. Sin embargo, la onda veladamente erótica de la canción nos recuerda que es un disco de los 90: «Pero, ooh, desde el mismísimo comienzo / pusiste mi corazón más caliente que el desierto de Mojave». Dobles entendidos propios de una Loretta Lynn allá por los 60, por cierto también otra de sus primeras influencias (en las notas escritas por Iris cita su álbum de canciones de góspel como el primero que recuerda haber escuchado).

En esas mismas y extensas notas, en las que con mucha candidez incluso plasmaba sus inseguridades como compositora y confesaba que las canciones eran una combinación de sus experiencias y de su imaginación, rememora Iris que el siguiente corte, ‘When Love Was Young‘, permaneció meses en forma de melodía sin forma grabada en cinta en su casa de Kansas City hasta que finalmente la acabó. Es una hermosa balada que se aleja de las estructuras country que dominan el resto del disco, con una secuencia de acordes melancólicos sobre los que sobrevuela, como en todo el álbum, la resplandeciente voz de la cantante, esa que John Prine describe en las notas como «una voz con la familiaridad de otra que has oído antes… pero a la vez totalmente diferente».

‘Our Town’ nos acerca al final de la cara A con la rotundidad propia de la única canción que se lanzó en single (acompañada por cierto de dos formidables descartes). Mucho más agridulce que la otra gran perla de esta cara, ‘Let The Mystery Be’, la canción se narra desde el punto de visto de una mujer anciana en la víspera de abandonar su pequeña ciudad, con lágrimas en los ojos mientras rememora su vida entera allí: su primer beso, cómo pidió una cerveza una cálida noche de verano y así conoció a su futuro marido, que era el camarero, o cómo años después enterró a sus padres. Recuerdos imaginarios que Iris ideó al ver un pueblo abandonado en un viaje en coche por Oklahoma. En manos de otro artista la temática o hasta la propia melodía podría haber caído en la trampa de lo lacrimógeno, pero la voz y la pluma de Iris dotan a la canción de una gran dignidad. Mención especial a ese vídeo deliciosamente primeros 90, filtro color sepia incluido.

La cara A se cierra con la espléndida ‘Fifty Miles Of Elbow Room‘, única composición no escrita por la propia Iris (junto con el tema de cierre) y que traslada a las suaves laderas del country-folk un original con la inigualable aspereza del góspel negro de entreguerras. También supone la primera aparición en el minutaje de las armonías vocales. Es curioso cómo la voz de Iris es tan deslumbrante que hasta ese momento ni se echan de menos.

‘Infamous Angel’ abre la segunda cara, da nombre al disco y es otro de los mejores momentos del mismo. La letra es la más marcadamente religiosa, la historia de un «ángel infame» que lamenta haberse apartado de la senda correcta y se dirige de vuelta a casa. Musicalmente, se mantiene el formato sencillo de banda en directo, registrado por cierto en el célebre Cowboy Arms Hotel & Recording Spa de Nashville, histórico lugar en el que habían grabado décadas antes artistas como Johnny Cash o Porter Wagoner (y que un incendio destruyó en 2011, desgraciadamente).

Sweet Forgiveness‘, una balada dedicada al perdón en la pareja, preludia las tres canciones finales, ordenadas en una suite de temática familiar. La inicia ‘After You’re Gone‘, que Iris relata en las notas cómo compuso del tirón, casi como en una catarsis, tras regresar a su casa después de visitar a su padre, que había sufrido un ataque que acabaría con su vida. Como en el resto del disco, a pesar del tono melancólico no vence el melodrama en una canción de letra positiva y de celebración («habrá risa incluso después de que te hayas ido / Encontraré razones para enfrentarme a ese amanecer vacío / he memorizado cada línea de tu cara / Y ni la muerte podrá borrar la historia que ellas me cuentan»). La interpretación, tan sólo a piano y voz, dota a la canción de una bella solemnidad.

‘Mama’s Opry’ es otra de las enormes joyas: un entrañable y preciso retrato de su madre, gran aficionada a cantar sus canciones favoritas durante las largas jornadas de trabajo en su casa («The Carters and Jimmy Rodgers played her favorite songs»). En la letra más lograda de todo el disco (que hace bueno el viejo adagio «escribe sobre lo que conoces»), Iris describe con deliciosa viveza la música «que sonaba en el viejo fonógrafo» y cómo «sus ojos chispeaban cuando cantaba esas canciones / mientras tendía la ropa». En el segundo estribillo, minuto 1:38, un gran regalo: la armonía vocal del ruiseñor Emmylou Harris, que realza la bellísima melodía de la canción de manera magistral.

Esa segunda voz de Emmylou hace casi lamentar que no hubiese acompañado a DeMent en más canciones. Como consuelo queda la posibilidad de ver en Youtube los fragmentos de un especial de televisión de ese mismo año en el que interpretó varias canciones del álbum a modo de promoción (incluso repitiendo el vestido de la portada), y en el que Emmylou Harris aportaba otra bellísima armonía en ‘Our Town’.

‘Mama’s Opry’ acaba con una revelación: «Nunca olvidaré su cara cuando me confesó / que había soñado con cantarlas en el Grand Ole Opry» (el célebre auditorio desde el que se emite un programa de radio de música country en directo desde los años 20). Dato que da pie a que -en un encantador enlace conceptual- Iris decida ceder a su madre el cierre del largo, proveyéndola de ese Grand Ole Opry imaginario en el estudio en el que estaba grabando su debut. Así, la voz de Flora Mae DeMent canta el tradicional ‘Higher Ground’, tras una introducción hablada en la que Iris explica que la voz de su madre es su mayor influencia. En una tesitura inusualmente aguda, Flora Mae (72 años) comienza cantando con algo de inseguridad hasta que adquiere una emocionante rotundidad que vence las grietas de la edad en su voz. Según contaba Iris años después, la grabación resultó difícil porque no acertaban con el tono de la canción y su madre estaba muy nerviosa. En la última toma antes de dejarlo por imposible decidieron cambiar a un nuevo tono por sugerencia de su madre y finalmente funcionó. Precisamente en esos últimos segundos de la canción se oye a la anciana cantante decir «os dije que éste era mi tono».

Así concluye un disco hermoso, algo olvidado en décadas anteriores, pero que en los últimos años ha disfrutado de un cierto revival, primero gracias a la reedición del sello Plain Records en 2013 (primera edición en vinilo, ya que la de 1992 sólo fue en CD), y también por la utilización de ‘Let The Mystery Be’ como sintonía de la segunda temporada de la serie ‘The Leftovers’. Merecido recordatorio de un álbum que abrió camino a un cierto movimiento neotradicionalista del country y el folk en los EE.UU. Apenas tres años después empezarían a surgir artistas como Gillian Welch, con un disco titulado ‘Revival’ y una portada en la que aparecía también llevando un vestido antiguo. Para 2000, la llegada de la película ‘O Brother Where Art Thou’ encontraría ya al mundo finalmente preparado para los sonidos del folk y el bluegrass más tradicionales. También fue muy admirado por otros artistas, destacando la versión que de ‘Let The Mystery Be’ harían al año siguiente los 10,000 Maniacs a dúo con David Byrne, dentro de su ‘MTV Unplugged’.

Hace apenas tres meses Iris DeMent fue entrevistada en la emisora de radio NPR, y entre las muchas cosas interesantes que dijo hay algo que enlaza perfectamente con ese ambiente semi-espiritual que planea sobre todo este sensacional disco. Según contaba, sus padres tuvieron vidas muy duras, y para ellos la música no era un placer, sino un medio de supervivencia. Su madre necesitaba cantar, su padre necesitaba ir a la iglesia y empaparse de esa música, un desesperado «si no tengo esto voy a fracasar». Y añadía que así veía ella su carrera artística, como un intento de dar a la gente un asidero, el que vio que sus padres buscaban y el que le enseñaron a ella también. «Así que eso es lo que aspiro a hacer. Y supongo que no siento que pueda hacer música sin esa conexión con el espíritu». ‘Infamous Angel’, desde luego, alimenta el espíritu y a la vez es un enorme placer para los oídos.

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Publicado por
Jaime Cristóbal