Pero reducir el fenómeno de ‘El Ministerio del Tiempo’ a unos cuantos disfraces sería injusto para una serie que ha demostrado desde su primer capítulo que otra televisión en este país es posible. Sobre todo porque ahí, en las altas expectativas de esos seguidores capaces de pasar horas bajo la lluvia para ver algo que podrán ver cómodamente en sus casas pocos días después, es donde reside su mayor peligro. Es fácil contentar a un público que no espera nada. ¿Pero cómo superar las expectativas de un fandom tan entregado como este? Haciendo un capítulo tan brillante como el que se emitirá esta misma noche y que, por cierto, resiste muy bien la prueba de la pantalla grande. Hay luz, hay profundidad, hay épica, hay sangre… ¡Así de bien rodado está!
Y eso que los guionistas tenían que superar otro terrible bache: la marcha de Rodolfo Sancho, que abandona la serie durante unos cuantos capítulos para participar en ‘Mar de plástico’ dejando huérfana a esta historia de uno de los arcos argumentales más importantes de la temporada pasada. Que sí, que Aura Garrido y Nacho Fresneda se lo comen con patatas en el plano interpretativo, pero la serie, sin ese Julián atormentado por la muerte de su esposa, no habría tenido sentido.
Por eso no podemos más que felicitar al equipo por la solución que han encontrado para explicar su ausencia durante buena parte de la temporada y, sin entrar en posibles spoilers, por conseguir encima que nos emocionemos con ella. Un consejo: tened los pañuelos cerca. Los últimos 20 minutos del capítulo son un prodigio en lo que a manejo del tempo narrativo se refiere. Contar con Sergio Peris-Mencheta como actor invitado, uno de los mayores aciertos de cásting de la historia de la serie. Otro más de tantos.
Pero no olvidemos que no ha sido el aspecto lacrimógeno y sentimental, sino el humor, lo que ha hecho de ‘El Ministerio del Tiempo’ una verdadera serie de culto. En eso tampoco han perdido fuelle. Referencias a clásicos como ‘Terminator’ o ‘La Jungla de Cristal’; guiños históricos aptos para todos los públicos y parodias sin complejo de lo «typical Spanish» siguen campando a sus anchas en esta hora que se pasa como un suspiro y te deja con ganas de que vuelva a ser lunes. Sí, habéis leído bien: ganas de que vuelva a ser lunes. 8,5.