Ahí radica precisamente una de las mayores virtudes de ‘Master of None’. Ser capaz de intentar analizar los estereotipos raciales en la televisión -una serie puede tener un personaje indio por aquello de la diversidad pero dos la convertiría en una serie para indios-, el machismo en las redes sociales y en la vida real, o el aislamiento de los inmigrantes en capítulos de apenas media hora de duración y que te sobre tiempo para dosificar la comedia requiere de un guión realmente medido. En ese sentido, ‘Padres’ y ‘Damas y Caballeros’ deberían ser de visión obligada en todas las escuelas de guionistas.
Aunque por lo que más sobresale ‘Master of None’ es por su historia central: la relación entre Dev y Rachel que se inicia con un condón roto y termina con un final abierto. ‘Mañanas’, el capítulo en que se narra la evolución de la pareja a través de las mañanas en las que despiertan juntos no solo es lo mejor de la serie sino que representa una puesta al día del Woody Allen de ‘Hannah y sus hermanas’ o la ya mencionada ‘Annie Hall’.
A la dificultad que supone intentar compilar elementos de la comedia sentimental más clásica con reflexiones de actualidad en apenas 30 minutos, hay que sumar la que implica dejar espacio para que dos de los personajes secundarios más divertidos de la historia de la televisión tengan la justa presencia para que estés deseando que vuelvan a aparecer. Es imposible no hacerte fan de Denise y de Arnold, sus abrazos y Paro.
Mucho más consciente de los tiempos que corren que ‘Girls’, por citar una serie de características similares que está obteniendo mucho más reconocimiento, pero igual de fascinante, ‘Master of None’ ha quedado sepultada en el catálogo de Netflix entre ‘House of Cards’ y tanto éxito Marvel. Y no es justo: Aziz Ansari ha creado un show fácil de ver y más fácil de admirar que debería haberse convertido ya en un éxito de público masivo.