En primer lugar, no por repetir el nombre de una víctima hasta la saciedad se consigue un personaje elíptico tan icónico como Laura Palmer. No he contado cuántas veces se ha repetido el nombre y apellido de la doctora Catherine Le Monnier -en francés, que da como más caché- a lo largo de los 10 episodios de esta segunda tanda, pero pueden ser cerca de cien fácilmente. Bien habría estado, en lugar de tanto repetir su nombre cada dos por tres, profundizar un mínimo en su entorno familiar o en su pasado para intentar que al espectador le importase algo su desaparición. ¿Qué sentido tiene montar la serie en torno a alguien que no produce la más mínima inquietud?
Puestos a dar solemnidad a lo francés, no habría estado mal que las cuatro conversaciones guarras privadas mantenidas entre los agentes franceses, sin españoles delante, hubieran tenido lugar en esta lengua. Sabemos que la televisión permite estas licencias, pero también que la audiencia española ya está preparada para ver series de televisión con subtítulos. Para lo poco que han hablado el bello Hugo Becker y Mar Sodupe entre sí, habría dado hasta más nivel y algo de misterio al asunto que lo hicieran en su lengua materna.
Con este pastel, la profunda irrealidad en que ha vivido la serie se agravaba. Cuando se emitía el primer episodio, ya llamaba la atención el hecho de que en este hospital no diera ni palo al agua nadie. ‘Bajo sospecha 2’ no ha tenido la más mínima credibilidad para nadie que haya pasado más de 5 minutos en un hospital de este país, si bien hay que reconocer que algunos defectos que apuntábamos, como el humor casposo del agente Vidal, sí ha terminado encajando bien en la serie.
En cuanto a su desenlace… las series españolas parecen obligadas a punta de pistola a ofrecer un giro al espectador «sorprendente» (‘Acusados’, ‘Motivos personales’, ‘El pantano’). El de esta segunda temporada ha sido tan «sorprendente», tan «sorprendente»… que ha decepcionado. Después de haber insinuado una trama en el hospital de Concha Velasco digna de aparecer en la prensa internacional, el asunto se ha quedado en un problema demasiado local y familiar sin demasiados pies ni cabeza. Cuesta pensar que entre tanto profesional de la Medicina, ni uno solo entre víctimas, verdugos, cómplices y relacionados, con todas las vidas que los guionistas se han llevado por delante, tuviera la luz de hacer lo que parecía más lógico desde el principio: pegarle un telefonazo a la policía. 4.