No es corriente que se hagan estos eventos en Paisley Park. Contadas son las presentaciones de discos suyos a la prensa –una de las más sonadas fue ‘Emancipation’ desafiando a Warner-, de otros artistas producidos por el propio Prince, o las fiestas con algún grupo o cantante al que apoya, entre los que se encontraba recientemente FKA twigs. No son actos rutinarios sino eventos singulares muy puntuales. Las entradas que se ponen a la venta con pocos días de margen para organizar el viaje corresponden a un aforo de 400 personas para la zona VIP y unas 1.000 para el resto, y son siempre vendidas en su propia web. Ni que decir tiene que las más costosas cayeron en cuestión de minutos -las baratas tardaron un poco más en desaparecer- y milagrosamente –gracias al empuje de las amigas y las cervecitas que me hicieron dar con la tecla adecuada en el momento justo- conseguí pases para los dos conciertos del mismo día. Con la entrada más cara –unos 250 dólares- te regalan el disco ‘HITnRon-Phase Two’, puedes acceder directamente al párking con tu coche, tienes derecho a un pequeño picoteo vegetariano al principio, te dan el póster de la gira y la Purple Box (un púrpura objeto de deseo que puede contener desde incienso hasta retales de merchandising). Con mis entradas de 110 dólares no recibí nada extra.
Aun consciente de que había conseguido las entradas, siempre mantuve la posibilidad de no llegar por el bien de mi bolsillo. Minnesota es un destino complicado, no tiene vuelos directos y en las fechas del concierto estaban en pleno invierno a… ¡ -20 grados! Dificultades que tras llegar, vía Chicago desde Madrid, se ven incrementadas tras quince horas de vuelos: en el mismo aeropuerto que Renée Zellweger en ‘Ejecutiva en apuros’, me topé con las puertas de salida abiertas, una gran ventisca de cara y sin apenas atinar a cómo llegar al hotel en las condiciones más dignas posibles.
Una vez instalada y con un día por delante para aclimatarme, llegaban los primeros avisos de la excelente y cordial organización del evento, con la confirmación de horarios e instrucciones. Indican que tendrás que identificarte con una foto, porque la entrada va con tu nombre, desde los instantes previos a la cita en un punto de encuentro donde tomarás el autobús que traslada a los asistentes. Se advierte además que está prohibido hacer fotos, grabar vídeos, fumar y beber alcohol en Paisley Park. Esto último no se sabe muy bien si por capricho de Prince o por una cuestión de permisos. Tengo conocimiento de que Prince quiso abrir un restaurante vegano en Paisley Park, en un edificio contiguo que construyó y se comunicaba con el estudio, pero el permiso le fue denegado.
Ya en el autobús, con la pulsera que garantiza el acceso y por un camino similar a las llanuras nevadas que estamos acostumbrados a ver en ‘Fargo’, comienzo a vislumbrar la fachada que tantas veces había visto en imágenes. La primera impresión, al entrar en Paisley Park, es la de estar en unos estudios cinematográficos: recordemos que aquí se ha rodado el DVD ‘Rave Un2 the Year 2000’ que correspondía a la fiesta de fin de año dando la bienvenida al 2000, con invitados como Rosie Gaines, Lenny Kravitz, Maceo Parker o Larry Graham. Y también el vídeo de ‘Dolphin’ del disco ‘The Gold Experience’, o el más reciente ‘Screwdriver’ de ‘3rdeyegirl’.
Los Vips ya estaban colocados a mi llegada y, a falta de alcohol, el Red Bull corría a raudales. Los más afortunados se encontraban en primera fila en el suelo con cojines, el resto sentados en sillas detrás, mientras los que no éramos Vips nos fuimos situando de pie a continuación, con excelente perspectiva ya que visualmente los de delante quedaban por debajo. El escenario se muestra flanqueado por dos candelabros no muy grandes a ambos lados, dejando en el centro una plataforma elevada con el teclado, revestido de piano en algunas canciones, y por supuesto de color morado. El fondo del tablado es una puerta enorme de dos hojas, con el Símbolo en gigante, y por donde en un suspiro Prince hace su aparición a escasos metros. Con camisa acampanada y chaleco lilas, unas deportivas blancas con cuña y luces de colores en la suela -no debería decirlo pero mejor sí- enseguida se gana al público: ¡me chifla! Son pocas las intervenciones para hacer comentarios entre canción y canción, recordando que muchos amigos ya no están, de un modo tan general que sin haber tenido nada que ver con David Bowie, era el primero que se venía a la mente por razones obvias. Sí hubo palabras más concretas para su padre –murió hace más de una década- y también dio las gracias por nuestra visita, afirmando que estaba muy contento por el concierto y que intentaría que fuera una noche muy especial. Por el contrario, no paró de hacer posturitas sentado frente al piano – ay… quién fuera banqueta en esos instantes…-, se puso de espaldas al público, hizo que comía y bebía, indicó que se marchaba de broma… Mientras nos distraía con sus juegos de cómico de cine mudo yo me abstraía, pensando en cómo llevarme la plataforma con el piano morado, los candelabros y a él a hombros, como si fuera la Esperanza de Triana para gritarle: “¡Guapa, guapa y guapa…!”.
De los dos conciertos, con una hora de separación y con distintos asistentes, me quedo con el segundo. En ambos coinciden numerosas canciones, como ‘I Wanna Be Your Lover’ o ‘Sometimes It Snows in April’, pero la selección de títulos para el segundo es más seductora. Si en el primero fuimos de menos a más, cogiendo una velocidad de vuelo que dejó el listón muy alto al acabar con ‘Anna Stesia’, en la siguiente actuación empezamos muy fuerte, gracias a una desconocida ‘WOW’, originalmente guitarrera, que al piano cambia totalmente su dimensión, mientras el primer set había arrancado con la simpática sintonía de ‘Batman’ (Batman TV Theme). Sin relegar los dos discos –‘HITnRun Phase One’ y ‘Phase Two’– que acaba de publicar, de los que tocó ‘RockN Roll Loveaffair’, ‘Baltimore’ y ‘1000 X’s & O’s’, lo más sorprendente del segundo set fue recurrir a ese repertorio de clásicos que todos conocemos. Si ya aborrecemos por cansina ‘Purple Rain’ –a Prince también le pasa-, recuperarla junto a ‘Nothing Compares 2 U’ o ‘Kiss’ era como escucharla en un idioma diferente, ejecutada al piano con una facilidad pasmosa. Después de llevar dos semanas sin ponerme ninguno de sus discos, fue un verdadero subidón escuchar su voz, como si no recordara que canta de forma magistral.
El día siguiente el turno era para Larry Graham, un concierto para aproximadamente 300 personas que no estuvo mal. El pase por 50 dólares se podía comprar la misma jornada sin problemas, con el cachondeo de ver cómo todo el mundo en los coches, en el acceso previo para entrar, escuchaba a Prince en fila india. Larry Graham dominó los solos de bajo interminables como nos tiene acostumbrados, acompañado de las últimas vocalistas de Prince mientras este observaba en un lateral la actuación, junto a su novia… Grrrr… La grata sorpresa es que al ser menos personas que el día anterior, ofrecieron una visita guiada pagando 40 dólares adicionales, por Paisley Park.
Cruzamos el pasillo de entrada, con una pared con fotos de Prince de todas las épocas en orden cronológico, mostrando su evolución a través de los años, y en la otra los premios que ha recibido incrustados en vitrinas de cristal, llamando la atención los Grammys logrados y la ausencia del Óscar de 1985 por ‘Purple Rain’. No faltan los discos de oro y platino por las ventas conseguidas, recordemos que ha vendido más de 100 millones de álbumes. A continuación, las salas de ensayo y mezclas, donde pude sentarme delante de la mesa de sonido, con la desdicha de enterarme de que el grupo que iba delante del mío se cruzó con Prince y este les ofreció galletas. A continuación, una sala para tocar exclusivamente la batería, y la sala de recreo con una mesa de pimpón. Finalmente, una sala con parte del vestuario más reconocible de Prince, donde no faltaban la moto que sale en ‘Purple Rain (en la entrada estaba la moto de ‘Graffiti Bridge’).
Antes de esta última visita de despedida a Paisley Park celebrando mi concierto número 38 y 39 de Prince, dando por concluido un sueño que me ha costado 30 años y con el gusto de morir tranquila -o tal vez no, porque quiero repetir-, visité el First Avenue. Esta antigua sala de conciertos en Minneapolis que aparece en ‘Purple Rain’ sigue programando actuaciones. Tampoco podía dejar de hacerme fotos en el Schmitt Music Mural, el famoso muro de notas musicales donde Prince se hizo las fotos de promoción del año 1978, o las últimas instantáneas en la casa que sale en la película y que ahora tiene el porche cerrado. María Guerrero.
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