Como si de flores de temporada se trataran, la primavera ha traído numerosos eventos a la capital, suponiendo un reverdecer de los festivales madrileños. Tras el Tomavistas, celebrado el pasado fin de semana, comenzaba este viernes la primera edición del GetMad, un festival de espíritu ecléctico que se celebra en cuatro salas cercanas entre sí en el centro de Madrid (Maravillas, Taboo, But y Changó Live). Debido a las solapaciones, pudimos asistir sólo a parte de los conciertos, pero la selección de shows relatados a continuación representa bastante bien la oferta del evento.
Los canadienses No Joy abrieron a media tarde los festejos en la sala But y aunque la temprana hora no congregó a tanto público como hubiesen deseado, nada evitó que desplegaran toda la furia y el ensueño shoegaze que, si en sus discos es una delicia, en directo deja boquiabierto. La banda liderada por Jasamine White-Gluz apenas nos dirigió la palabra, pero no hacía falta: dejaron bien claro su mensaje con sus potentes melodías. Falta poco para que salga un nuevo EP (‘Drool Sucker’, que verá la luz en julio) y presentaron ‘A Thorn In Garlands Side’, un tema nuevo, pero no por ello quisieron dejar a un lado composiciones de sus anteriores trabajos, destacando temas como ‘Chalk Snake’, que justifican sobradamente la segunda juventud que vive este género musical.
El fin de Hellacopters no supuso que Nicke Andersson siguera adelante con su carrera musical y junto a sus Imperial State Electric lleva a cabo un ritmo de trabajo frenético. Cuando aún podría decirse que siguen presentando ‘Honk Machine’, su álbum de 2015, nos enteramos recientemente de que después del verano llegará un nuevo trabajo. Parece increíble que esto pueda suceder, ya que una sordera parcial casi retiró el pasado año a Andersson de los escenarios. En la sala Changó Live, lugar seleccionado por el festival para los grupos de rock and roll/heavy metal, la banda ofreció un set conciso y enérgico en el que repasaron su cada vez más amplia discografía, desde temas más recientes (‘Let Me Throw My Life Away’) hasta cortes que ya van siendo añejos, como ese ‘Throwing Stones’ de su primer álbum. Queda claro que les gusta el rock and roll setentero, desde su música hasta sus poses y gestos y eso puede tener su gracia, pero con decisiones como la de versionar ‘Born To Be Wild’ de Steppenwolf caen en el riesgo de convertirse en una parodia, en un cliché andante digno de salir en ‘Wayne’s World’. Por respeto al legado que Andersson creó con los citados Hellacopters o Entombed, no deberían caer en tantas obviedades.
De vuelta en la sala But, tocaba recibir a los míticos Wire, quienes llevan visitando nuestro país con cada nuevo álbum (la de anoche fue la cuarta vez que venían en seis años, si no me fallan las cuentas). Con su homónimo álbum de 2015 y un nuevo y reciente EP, ‘Nocturnal Koreans’, tenían material de sobra que presentar. Desde sus comienzos hasta la actualidad, bien es sabido que la banda liderada por Colin Newman y Graham Lewis es de todo menos nostálgica: en sus conciertos sonarán principalmente los temas de sus últimos trabajos, con alguna pequeña concesión. Para bien o para mal, es una banda que vive permanentemente en el presente y anoche no fue una excepción. Sí que rescataron algún clásico, como ‘Blessed State’ (de su célebre ‘154’ (1979)), pero fundamentalmente sonaron temas nuevos como ‘In Manchester’, ‘Blogging’ o ‘Nocturnal Koreans’. Llevan cuarenta años en esto, pero no se detienen en su empeño por crear una confrontación sonora con el público. Complejos, ruidosos, nunca eligen el camino fácil y en vez de haberse despedido con una ‘Three Girl Rhumba’ que muchos desearían oír y nunca llegará, nos dejaron los oídos pitando con la densidad de ‘Harpooned’, corte que cierra su citado homónimo álbum. Por gestos así, Wire son más que necesarios en la escena musical actual.
Con ese guiño a Nine Inch Nails que es ‘Black’ (corte de ‘Deeper’, su último trabajo), comenzaban The Soft Moon su concierto en la sala But. No hace mucho que Luis Vasquez nos visitó, pero, con la energía y rabia del enorme concierto que ofreció, puede repetir todas las veces que quiera. Tuvo al público enloquecido desde que salió a escena y ese trance en el que nos metió duró la hora entera de su set, en el que no hubo un segundo de descanso, repasando grandes temas de sus comienzos, como ‘Dead Love’ o ‘Circles’, hasta otros más recientes e igual de emocionantes, como ‘Far’. Todo lo que sucedía, desde los frenéticos juegos de luces hasta los violentos gestos de Vasquez y sus compañeros (batería a un lado, bajo al otro), invitaba a bailar hasta la extenuación, como así hicimos los allí presentes. Terminaron por todo lo alto con la oscura y rítmica ‘Want’, centrada en la percusión, cerrando a modo de mantra un concierto para recordar.
El encargado de dar por finalizados los conciertos de la primera jornada fue el australiano Joshua Head con su proyecto de electrónica Anklepants. Lo que Head ofreció en la sala Taboo no debería considerarse un concierto, sino más bien una performance: los oscuros ritmos de su música cedían el protagonismo a la estética, ya que todo el mundo estaba centrado en el marciano aspecto del artista, con una especie de máscara mutante que terminaba en un pene a modo de nariz; un falo que no dejaba de moverse y, ocasionalmente, soltar un líquido con el que regaba a los allí presentes. Viendo que no estaba calando demasiado su propuesta, Head se iba de cuando en cuando a la barra a pedir una cerveza. A destacar también un bailarín que salía a escena de vez en cuando con una máscara que, en vez de ojos, nariz o boca, tenía una vagina. Más allá de lo buena o mala idea que pueda ser esta propuesta, cuando lo musical queda en segundo plano, parece que algo falla: apuesto a que pocos se quedarían con la música y muchos con lo meramente anecdótico.