Cate Le Bon / Crab Day

Siento especial simpatía por aquellos artistas (y personas) que no han perdido su vínculo con la infancia. No con aquellos que la envuelven con elegías y la sacralizan de tal forma que da miedo tocarla, como una delicada figurita de cristal que parece que se va a romper con solo ponerle la vista encima, sino por los que muestran ese entusiasmo en detalles nimios propio de los niños, por los que se olvidan de las reglas y ven lo que hacen más como una pura diversión que como una forma de expresarse, emocionar o buscar una verdad.

Cate Le Bon puede ajustarse a esa categoría. Los cuatro LP’s que lleva publicados tienen un sentido lúdico indiscutible; el título del último, ‘Crab Day’, es prueba de ello: fue idea de su sobrina, sustituir la fiesta del Día de los Inocentes (April Fool’s Day) por el Día del Crustáceo, en el que en lugar de gastar bromas se dedicarían a pintar a dichos artrópodos con diferentes peinados. A Le Bon le pareció bien, ¿por qué no? Una tradición tan válida hoy día como cualquier otra. O como dice ella misma, en un estilo críptico pero intrascendentemente divertido: «El Día del Crustáceo es una vieja festividad. El Día del Crustáceo es una nueva festividad. El Día del Crustáceos no es una festividad en absoluto».

Ese espíritu se manifiesta en canciones donde las guitarras, los bajos y -novedad- los saxofones parecen jugar entre sí, a veces enlazándose los unos con los otros, a veces yendo en un golpeteo al unísono junto a la percusión. Esos golpes conjuntos de toda la banda a ritmo de las notas negras de un pentagrama es característico de la música de Le Bon, algunos por ello definen su música como primitiva, y en su último disco es más evidente todavía. ‘Wonderful’, ‘I’m a Dirty Attic’ o ‘What’s Not Mine’ lo utilizan.

Con estos ingredientes, su querencia por el sonido sesentero y su nada afectado estilo de entonar la voz ha ido fabricando su estilo la galesa. Su forma de cantar, que a tantos recuerda a Nico, es desapegada, quizá demasiado: a veces parece que lo que canta no le interesa en absoluto. Es el principal lastre de unas canciones creativas pero cuya carencia de emociones llega a ahogar el disco en cierta irrelevancia. La propia Le Bon habla de ‘Crab Day’ como «una coalición de sentimientos ineludibles y un sinsentido fabricado», pero da la impresión de que lo segundo le gana la carta a lo primero. Solo ‘Love Is Not Love’ supera esa frialdad imperante y llama musicalmente al corazón, y eso que compara el amor con un perchero.

Este tema también introduce un punto glam presente en el disco y que no figuraba en anteriores producciones: en los saxofones -lo más disfrutable de ‘Crab Day’-, en la distorsión de las guitarras o en las percusiones secas, un sonido que remite a T. Rex o al Bowie de los primeros 70. De hecho, el extraño ‘I Was Born On A Wrong Day’ parece un tema descartado de ‘The Man Who Sold the World’ o de ‘Hunky Dory’.

Una buena parte de la crítica define a Le Bon con palabras como cubista, surrealista o dadaísta, adjetivos que dejan clara la preferencia de la forma sobre el fondo. Ambos elementos se mostraban más equilibrados en ‘Cyrk‘ o ‘Mug Museum‘, creando una sensación general más agradable al oído. Escuchar ‘Crab Day’, por el contrario, llega a saturar por su aridez emocional. Por eso es recomendable consumirlo en sorbos de dos o tres canciones cada vez, donde la creatividad de la compositora galesa no acabe suponiendo un lastre.

Calificación: 6/10
Lo mejor: ‘What’s Not Mine’, ‘Love Is Not Love’, ‘I Was Born on the Wrong Day’
Te gustará si te gusta: Nico, Stereolab, The Velvet Underground
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Publicado por
Marcos Domínguez
Tags: cate le bon