Sábado en Vida Festival 2016: Kula Shaker y The Divine Comedy, dos maneras de afrontar un festival

En la tercera jornada de Vida Festival 2016, visiblemente más tibia en cuanto a cantidad de público que la del día anterior, asistimos a los shows populistas pero eficaces de Kula Shaker y Nada Surf, y a uno de The Divine Comedy que habría sido más apropiado para un teatro, además de !!!, Lindstrøm, Basia Bulat o Niño de Elche, entre otros. En breve completaremos este artículo con el resto de crónicas.

Es curioso que, durante la jornada del sábado, las propuestas más frescas, excitantes e innovadoras provengan de las bandas catalanas y estatales programadas, frente a un grueso de artistas extranjeros más bien anclados en los 90. A primera hora de la tarde, se pudo disfrutar de varias de las actuaciones más interesantes de la jornada: Emilio José e Os Indígenas, Nacho Umbert o Niño de Elche. A este le tocaba abrir a las siete el escenario Masia, con mayor suerte meteorológica que la que tuvieron Inspira la tarde anterior; el día está nublado y sopla la brisa. El Niño, muy bien acompañado de Raúl Cantizano y Darío del Moral (Pony Bravo), desgrana ‘Voces del extremo’ en un concierto “convencional” (todo lo convencional que puede llegar a ser), pero igualmente subyugante. Empieza con “Canción del levantado’, en una larga cadencia post-rock. El Niño estira la voz, rechina los dientes, juega con su garganta y también con un transistor, hasta que rompe convirtiéndola en ‘Estrategias de distracción’. Trufan de riffs piscodélicos ‘El comunista’ (envenenada diatriba contra la figura de Santiago Carrillo), el Niño hace bromas antes de acercarse al flamenco más canónico en ‘Informe para Costa Rica’: “Me recuerda esto a El Rocío, porque estáis tragando mucho polvo. Y como veo la valla, yo debo ser la Virgen. ¡A ver si la saltáis!”; entra en locura cacofónica en ‘Nadie me conoce’, se ríe del “sorpasso” en ‘Miénteme’ y es el primero en mostrarse obsesionado con el bosque del Vida (extrañamente, una constante durante la jornada): “Espero que acabéis follando esta noche en ese bosque, que es mi sueño”, antes de atacar, claro, ‘Que os follen’. Grande. Mireia Pería.

Sin duda, el escenario El Vaixell parece específicamente pensado para artistas como Basia Bulat porque, pese a que en sus álbumes se esmera en ofrecer dimensiones sonoras diferentes, donde más y mejor luce su espectacular voz es en las distancias cortas y con sonidos acústicos, minimalistas. Acompañada por la guitarra eléctrica y teclados de su colaborador Andy Woods, realizó un repertorio cálido, en el que ese timbre vocal entre Joni Mitchell y Vashti Bunyan. Poco a poco, fue engatusando a un público que asistía bastante respetuoso, incluso en los temas del reciente ‘Good Advice’, unas ‘Fool’, ‘La La Lie’ o ‘Infamous’, casi más bonitas despojadas de percusión. Pero si algo la ayudó a meterse del todo al público en el bolsillo, además del encantador castellano chapurreado con el que la canadiense se expresa razonablemente bien, fueron sus versiones de la enorme ‘´S Wonderful’ de George e Ira Gershwin, que popularizara Ella Fitzgerald, y, sobre todo, una ‘Tu nombre me sabe a hierba’ habitual en su repertorio y que la gente sigue acogiendo con verdadero regocijo. Y con razón: es muy de agradecer que un artista foráneo del renombre de Basia reconozca la grandeza de las canciones de autores patrios como Serrat o Cecilia. Raúl Guillén.

Vicisitudes festivaleras me hacen llegar al concierto de Doble Pletina un poco comenzado ya, cuando están tocando ‘Artista revelación’. El escenario La Cova es curioso y de disposición un tanto antipática. Raúl me comenta lo que los propios Doble Pletina le explicaron en la entrevista que les hizo en junio: que, en directo, las canciones de ‘Así es como escapó’ iban a ser menos sintéticas. Y sí, en directo los temas parecen ganar un plus de emoción y melancolía. ‘Soltera’, ‘Llenamos vacíos’, ‘Tiquet’, las canciones más tiernas del disco, suenan aún más tiernas y ‘Primeras impresiones’ crece en intensidad… aunque ‘Cruzo los dedos’ sigue siendo mi favorita. Hacia el final sube Evripidis (de Evripidis and his Tragedies) para acompañarles al teclado y pasárselo en grande en modo fan. Llega la hora del clásico ‘Música para cerrar las discotecas’ y todo el mundo lo baila y lo canta, aunque el honor de cerrar su concierto recae en ‘Electrobolero’, convertido, por aclamación popular, en su nuevo gran éxito. Mireia Pería.

Como ya nos había adelantado en un alarde de honestidad, Neil Hannon reprodujo junto a su nueva banda (integrada en su totalidad por británicos, lo cual sirvió al irlandés para hacer mofa del Brexit) el mismo concierto que había realizado un par de meses atrás en un teatro de París como The Divine Comedy. No era del todo cierto, puesto que hubo variaciones del set (por ejemplo anoche en Vida Festival arrancó con ‘The National Express’ y prescindió de ‘Something For The Weekend’), pero sí que se asemejaba bastante. Algo que no pareció muy acertado y perjudicó un poco su show, teniendo en cuenta que La Gaîté Lyrique es un antiguo teatro, un escenario y un público muy distintos al que asistía ayer a la Masía D’en Cabanyes, obviamente con ganas de venirse arriba y celebrar. Nada que reprochar, por supuesto, a la estupenda ejecución de Hannon y su remozado grupo, pero desde luego el repertorio no pareció el idóneo para satisfacer a un no-fan de The Divine Comedy: alternando con clásicos como ‘Sweden’ o ‘Generation Sex, revelando algunas canciones del próximo ‘Foreverland’ (como el single ‘Catherine The Great’, ‘Funny Peculiar’ o ‘To The Rescue’), pudimos escuchar canciones indudablemente bonitas, nuevos clásicos como ‘A Lady Of A Certain Age’, ‘Down In The Street Below’ o ‘Bang Goes The Knighthood’ (todas de este ya penúltimo disco, el que más presencia tuvo con diferencia). Pero, pese a ser exquisitas, no pareció el repertorio apropiado para conectar con un público medio, más profano en su larguísima carrera. Bastante a lo suyo, aunque simpático como suele, Hannon ni siquiera se molestó en estructurar el show dejando cortes más uptempo hacia el final para generar algún tipo de clímax. Con decir que su penúltimo tema, antes del clásico y siempre emotivo cierre de ‘Tonight We Fly’, fue ‘Charmed Life’ creo que se explica todo. Fue un show bonito, a veces algo tibio, que la gente aplaudió agradecida. Pero hace falta más que eso para triunfar en un festival, y Neil lo sabe. Raúl Guillén

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Nada Surf vuelven a ser un trío. Enseguida Matthew Caws nos aclara el misterio en un esforzado castellano: “Por tiempos tempestuosos, nuestro guitarrista está en un avión, en algún lado. Ahora somos Nada Surf “vintage”. Su show no parece resentirse: son recibidos como clásicos en vida y ellos se muestran felices y entregados. Lo suyo es pundonor y oficio a toneladas, aunque confieso que nunca me han calado. Sin embargo, su pop-rock alternativo sobrio y emocional sí que causó estragos entre el público, un público ya convencido de antemano, que se vuelve loco en un concierto de éxitos. Porque aunque tienen disco nuevo en la calle (‘You Know Who You Are’), apenas tocan un par de canciones de él. Durante su hora de actuación se dedican a ofrecer lo más representativo de su discografía, con aplastante presencia de ‘Let Go’ (el disco que marcó el inicio de su segunda vida, en 2002). Y la gente lo agradece. Dani Lorca, cuyas rastas son cada día más desbordantes, cede el micro constantemente a Matthew para que “mejore su español”. Y el español de Matthew es lo suficientemente bueno para convencer al público de que baile de un lado a otro durante ’Inside of love’ o mostrarse obsesionado (no es el primero) con el bosque del Vida: “Seguro que hay “fantomas” en el bosque. “Fantomas” simpáticos”. Cierran encadenando ‘Blonde on blonde’, ‘See These Bones’, una coreadísima ‘Popular’ (su canción más ídem) y ‘Always love’ ante el entusiasmo de la gente, que reclama unos bises que no llegarán. A mí siguen sin convencerme, pero para el resto de los presentes han sido los claros vencedores de la jornada. Mireia Pería.

En las antípodas del planteamiento de The Divine Comedy, Kula Shaker demostraron una mayor capacidad para empatizar con lo que el respetable podría esperar de ellos, teniendo en cuenta que vivieron unos años de gran popularidad en la confusa resaca post-Britpop de segunda mitad de los 90, que se esfumó tan pronto como la vida del grupo, separado en 1999 tras la edición de su segundo álbum. Tras reactivarse en 2008, esta segunda vida de momento apenas ha fructificado en dos discos apañados (y otro en ciernes) pero sin repercusión, que no parecían justificar el estatus de cabeza de cartel de esta segunda jornada de festival. Sin embargo, Crispian Mills (que, pese a ir ataviado casi como en 1997, ha dejado su famoso sex-appeal por el camino de los años) parece un tipo más talentoso y listo de lo que cabría imaginar. Con un buen sonido y unas interpretaciones bastante comedidas (para tratarse de un grupo-homenaje al rock setentero más espiritual y mesiánico), Kula Shaker hicieron lo que hacía falta: tocar con energía y buena cara las canciones que la gente mejor conocía y querría escuchar de ellos, ni más ni menos. Desde la inicial ‘Sound of Drums’, uno se sorprendía reconociendo y tarareando casi cada tema que iban desgranando. Siendo conscientes, quizá anoche más que nunca, de que su mayor mérito fue saquear los años hinduístas de George Harrison, lo cierto es que Kula Shaker pusieron sobre la mesa el hecho de que atesoran un buen puñado de canciones (especialmente las de su inapelable debut, ‘K’) capaces de hacer bailar y disfrutar a la notable cantidad de público (aunque lejos del llenazo de Wilco, eso sí) que asistía a su show, especialmente en una recta final sin concesiones, acumulando ‘Tattva’, ‘Hush’, Hey Dude’ y ‘Govinda’, mano ganadora. Si, además, se hubieran ahorrado la deriva de tostón místico de algunos temas y unos ocasionales pregrabados bastante bisoños, la cosa podría haber sido, incluso, más agradecida. Raúl Guillén.

¡Pero qué guapo es Lindstrøm! Perdonad el comentario un poco fuera de lugar, pero durante los primeros minutos de su DJ set no puedo evitar estar más pendiente de él que de la música. No debo ser la única, porque, aferradas a la valla del escenario, hay dos muchachas extáticas, que lo miran embelesadas. Valoraciones estéticas al margen, su sesión es liviana, bastante más entretenida que su último disco hasta la fecha, ‘Smalhans’. Cosmic-disco sin efectismos, aunque con un agradecido viraje final hacia el house y el italo disco, merced al divertidísimo ‘Lanzarote’ que confeccionó con Todd Terje. Mireia Pería.

Haciendo de tripas corazón, abandoné la sesión de Lindstrøm y cruzé el festival de punta a punta para ver qué se cocía en La Cova, escenario estrenado en esta edición, donde se preveía un fiestón a cargo de Joe Crepúsculo. Acompañado por su actual escudero fiel, Aaron Rux, Crepus efectivamente no cesaba de arengar con “¡Arriba Vilanova!”s, “¡Esas manos, arriba!”s y “¡Más bakalao!”s a los que la gente respondía o lo intentaba, mientras desgranaba sus ‘Corazón de colmillo’, ‘Un nuevo amanecer’, ’Reina del locutorio’ o ‘Toda esa energía. Sin embargo, el espacio se había quedado del todo pequeño para un artista del tirón del catalán, y la extraña y algo incómoda disposición del escenario, entre dos hileras de árboles y en pendiente descendiente, dificultaban enormemente la visibilidad y la audición de un espectáculo que bien podría haber tenido cabida en un espacio más agradecido del recinto. Raúl Guillén.

Para entonces, ya estaba muerta y a punto de la retirada. Pero fue aparecer !!! en el escenario principal con su imparable máquina de baile funk y el agotamiento se esfumó. Definitivamente, me quedo. A esas horas, es todo lo que se necesita y ellos lo saben. Nic Offer y la exuberante corista no solo ejercen de vocalistas, sino además de go-gós frente al resto de la banda, que parecen los funcionarios del ritmo. Nic salta, corre, nos jalea, trepa por los bafles, se mete entre el público, hace monerías y, por supuesto, canta. Contagia al público y, por primera vez en todo el festival, recibo empujones. Ellos atacan, imparables: ‘Yadnus’, ‘Except Death’, antiguos clásicos que tenía olvidados y recupero a golpe de música disco (¡’Must Be the Moon’!). Finalmente el hachazo del cansancio festivalero me parte en dos durante ‘Heart of Hearts’ (otro hit enterrado en mi cabeza) y acabo desertando. ¿Derrota? No. Con cualquier otro grupo no hubiera logrado resistir a la fatiga durante cincuenta y cinco minutos. Mireia Pería.

Fotografías del Instagram de Vida Festival.

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