Thierry Frémaux, director del Festival de Cannes, fue el primero en dar a conocer la noticia a través de Twitter hace algunas horas: Michael Cimino, el polémico director de la obra maestra ‘El cazador’ (‘The Deer Hunter’ en su versión original), fallecía en su residencia de Locarno, Suiza. Tenía 77 años y la polémica había rodeado su carrera casi desde el principio. Francés de origen y norteamericano de adopción, Cimino se había formado en la música y la arquitectura (sentía pasión por la figura de Frank Lloyd-Wright, y uno de sus grandes proyectos fue el guión para un remake de ‘El manantial’, que veladamente trataba sobre el arquitecto), pero las circunstancias le llevaron al mundo del cine. Comenzó escribiendo guiones, logrando debutar en 1974 con ‘Un botín de 500.000 dólares’, protagonizada por Clint Easwood y Jeff Bridges. Sin embargo, su gran éxito, y quizá también su gran maldición, fue ‘El cazador’ (1978), que ganó 5 Oscars, entre ellos los de mejor película y mejor dirección. La película, un clásico del cine que marcó un estilo de dirigir en años posteriores, repleta de escenas míticas, convirtió a Cimino en uno de los grandes de forma instantánea.
Sin embargo, la producción de su siguiente película fue un desastre de tales proporciones que cambió su sino hasta el fin de sus días. United Artists dio carta blanca al director para dirigir ‘La puerta del cielo’ (1980), y Cimino multiplicó por 4 el presupuesto, rodó 5 horas de película que hubo de convertir en 2 y la taquilla le dio la espalda por completo, recaudando apenas 3 de los 44 millones de dólares invertidos. Esto se convirtió en un estigma para Cimino, que vio cómo numerosos proyectos subsiguientes eran rechazados o cancelados por la mala fama que esta película le profirió. A partir de ahí, apenas volvió a dirigir en la segunda mitad de los 80 y solo proyectos para los que tuvo que buscar financiación lejos de los grandes estudios, como ‘Manhattan Sur’, ‘El Siciliano’ y ’37 horas desesperadas’. En 1996 dirigió su último filme, el discreto ‘Sunchaser’. A partir de ahí, pasó la vida recluido escribiendo guiones que no fructificarían, hasta que en 2001 reapareció con un nuevo e irreconocible aspecto físico
para presentar la novela ‘Big Jane’, obteniendo ese mismo año en Francia la medalla de Caballero de las Artes y las Letras.