Los más de 35.000 asistentes que acudieron a la tercera jornada del BBK Live tuvieron serios problemas para poder abarcar todo lo que el impecable cartel les ofreció.
Ya a las primeras de cambio, con unos Dekot que prometen ser el relevo a Belako si es que alguna vez estos lo necesitan, apenas hubo un momento para el descanso. La hora desde luego no acompañaba –dudo mucho que tuvieran más de 100 personas viéndoles– y el escenario principal les quedó un poco grande pero a nivel de sonido y actitud estuvieron sobrados.
En el escenario 3, y con una afluencia de público todavía menor, Correos hizo lo que pudo a pesar de tener todos los elementos en contra. Un sonido bastante regular, un repertorio al que todavía le falta un par de vueltas y una audiencia que, salvo las primeras filas, no sabía muy bien qué estaba viendo hizo que el show desluciera bastante.
Foto: Óscar L. Tejeda
El triunvirato femenino formado por Soleá Morente, Soledad Vélez y Courtney Barnett logró el milagro de hacer que el calor y el cansancio acumulado apenas importasen. La primera, derrochando simpatía, voz y talante se apoyó en una banda impecable con la que era imposible no salir bien parada. Comenzaron con ‘La Ciudad de los Gitanos’, que dejó a muchos con la boca abierta y siguió con los temas del más que notable ‘Tendrá que haber un Camino’. Soledad Vélez lo tenía un poco más difícil a la hora de presentar ‘Dance and Hunt’. Lo arriesgado de su propuesta, que en directo se suaviza bastante, y lo poco acogedor que resulta el Escenario Pepsi pesaron bastante. Aun así, ella fue capaz de captar la atención del público y ofrecer un recital más que notable. Lo de Courtney Barnett en el Escenario Bilbao fue en cambio mucho más fácil. La gente tenía ganas de escuchar el tan valorado ‘Sometimes I Sit and Think and Sometimes I Just Sit’ y bastaron los primeros acordes para saber que éste iba a ser unos de los conciertos del día. Con un sonido perfecto, a un volumen atronador, y unas proyecciones espectaculares la escasa banda (bajo, batería y guitarra) hizo lo que quiso y además lo hizo bien. ‘Elevator Operator’, ‘Nobody Really Cares If You Don’t Go to the Party’, además de la ya conocida versión de Grateful Dead pusieron el recinto patas arriba.
Foto: Liberto Peiro
Father John Misty sabe que tiene una base de fans que adora ‘I Love You, Honybear’ y que está dispuesta a sobarle la barba sudada (sic) a las primeras de cambio. Así, dejando embarazada a la gente cada vez que apuntaba con el dedo, a Josh Tillman le dio tiempo a mostrar sus cualidades vocales, sus recursos interpretativos, a caerse al intentar subir de nuevo al escenario y a demostrar que sus canciones son tan buenas que da igual los arreglos que cambie. Digo esto a pesar de que absolutamente todo el mundo estuvo pendiente de la entrada de la trompeta en ‘Chateau Lobby #4 (in C for Two Virgins)’ y hubo que conformarse con una guitarra eléctrica. Una ‘True Affection’ más eléctrica, la coreada ‘I Love You, Honybear’ o una arrolladora ‘The Ideal Husband’ con la que cerró, sirvieron para conformar otro concierto sobresaliente.
Y si sobresaliente estuvo Father John Misty, Tame Impala lo superó sin apenas esfuerzo. A pesar de que al inicio el sonido no fue todo lo bueno que debiera, Kevin Parker lo solventó ventilándose enseguida ‘Let It Happen’ y maravillando, canción tras canción, con su repertorio. Acompañado de unas proyecciones entre lisérgicas y caleidoscópicas no hubo manera de sacarle un pero. ‘Elephant’, ‘The Less I Know the Better’, el ‘Daffodils’ de Mark Ronson y el ‘New Person, Same Old Mistakes’ con el que cerró rayaron la perfección.
Foto: Liberto Peiro
Nada me gusta más que comprobar en un festival cómo un artista ha dado el paso y se ha convertido en ‘estrella’. León Benavente, en el Escenario Pepsi, salió a escena como si de la segunda venida de Cristo se tratase. Pocas veces he visto a un público gritar con tantas ganas como en ‘Gloria’ y pocas veces escupir con tanta rabia el «tengo la cara que me merezco, tengo el país que me merezco». Más allá de que pueda o no interesar a priori, León Benavente se convirtió por derecho propio en uno de los protagonistas del día gracias a un sonido cristalino y a una comunión con los asistentes a prueba de bombas.
Foto: Óscar L. Tejeda
Daba la sensación de que Foals no iba a estar a la altura de ocupar la posición de lujo dentro del cartel del sábado. Una puesta en escena austera –sin proyecciones y con unas luces pelín desaprovechadas– hizo que ‘Snake Oil’ y ‘Olimpic Airways’, las dos primeras canciones, anticipasen una decepción. Falsa alarma. Bastó un ‘My Number’ para que todo encajase. A partir de ahí todo fue hacia arriba. El sing along de ‘Spanish Sahara’ o el clímax final con ‘Inhaler’ y ‘What Went Down’ fueron sólo algunas muestras de la arrolladora facilidad con la que Foals se alzaron como triunfadores del festival. Sonido, actitud, canciones como templos y un público que enlazaba pogos como si no hubiera un mañana se lo pusieron en bandeja.
La apuesta segura de Triángulo de Amor Bizarro en el Escenario Pepsi sirvió a muchos como colofón del festival. Un constante muro de sonido ante el que es imposible oponer resistencia. ‘Barca Quemada’, ‘Seguidores’, ‘Cómo encontró a la Diosa’ o ‘Euromaquia’ sirvieron para dejar bien claro que los gallegos pueden elegir el setlist que quieran y que el 10 a ‘Salve Discordia’ estaba más que merecido. Ojalá toquen en mi boda.
Foto: Liberto Peiro
Todas las fotos son oficiales de Bilbao BBK Live.