‘Love & Hate’ es un disco sobre alienación y conflictos de amor, sin apenas menciones religiosas pese a que Kiwanuka es católico reconocido, pero también es un estudio sobre la historia de la música afroamericana a través de un enfoque tan retrospectivo y lo-fi como contemporáneo. Ali Farka Touré decía que la música americana «no era sino africana» y canciones como ‘Black Man in a White World’ y ‘Place I Belong’ corroboran esta apreciación con sus arreglos puramente blues y la voz de Kiwanuka, que es de origen ugandés y presume de un lamento roto que emociona con personalidad y naturalidad. Sin embargo, la labor a la producción en el largo de Danger Mouse (Red Hot Chilli Peppers, Adele, The Black Keys) y el productor londinense INFLO mantienen ‘Love & Hate’ adherido a nuestros tiempos.
En contraposición a ‘Home Again’, las nuevas canciones de Kiwanuka siguen siendo introspectivas pero no así su realización, mucho más ambiciosa. Kiwanuka y compañía abren en ‘Love & Hate’ una exuberante panorámica de cuerdas, pianos, coros celestiales, guitarras líquidas y metales al servicio de las melodías de R&B y soul clásico del tipo Bill Withers, Otis y compañía que es tan emotiva como intrincada. El primer sencillo del álbum, ‘Black Man in a White World’, es un eufórico blues minero con palmas, infecciosos ritmos funk y un juego de melodías vocales espectacular que evoca emocionantes imágenes de unión y alegría frente a un mundo hostil. La irrupción de su primer estribillo, así como ese coro masculino que emerge efectivamente como de una mina a partir del minuto 3.06, valen su peso en oro. Es, probablemente, la canción del año.
‘Black Man in a White World’ también es una canción importante en el 2016 post-‘Black Lives Matter’ que vivimos; sin embargo, por estilo no tiene demasiada continuidad en un disco donde priman las baladas dramáticas tipo la mencionada ‘Place I Belong’. Kiwanuka dice que va sobre su juventud en Londres ajeno a la cultura de sus padres y a la cultura afroamericana en general -él, de adolescente, era más fan de Oasis- pero su letra sobre un «hombre negro en un mundo blanco» («ya no tengo nada por lo que rezar / ya no tenga que decir / no me importa quién soy / no me importa quién seas») emociona más allá de sus reflexiones personales. Es un himno universal. No soy muy fan de su versión acelerada en directo, pero ese es otro tema.
Donde ‘Black Man in a White World’ emociona desde una alegría contradictoria, el resto de ‘Love & Hate’ lo hace desde el drama. Kiwanuka sabe cómo hacer una canción para llorar a moco tendido. El tema que titula el disco es un polvoriento baladón de soul-rock majestuoso con cuerdas, coros y un solo de guitarra eléctrica que toca su cumbre hacia la mitad de sus 7 minutos. «No más vergüenza, pena y miseria», lamenta Kiwanuka. En ‘Father’s Child’, un orgánico número de R&B con bajos funky, hay otro clímax con cuerdas más comedido pero igual de emotivo y cinematográfico. Es una de las canciones más complejas del álbum en cuanto a composición: el modo en que emergen o desaparecen las cuerdas o los coros en algunos puntos es escalofriante.
Las letras de Kiwanuka son simples, sin embargo, nunca resultan demasiado obvias ni siquiera en las canciones del disco que hablan sobre la soledad, como ‘Cold Little Heart’, un quejido de 10 minutos (precedido por una intro de 4 que edifica magistralmente la atmósfera del álbum desde el segundo 1) cuya espectacularidad contrasta brillantemente con la sencillez de su texto, en la que Kiwanuka canta sobre corazones que sangran y sobre no soportarse a sí mismo. En ‘I’ll Never Love’ el músico lamenta que «nunca amaré a nadie / hago el amor solo por una noche» antes de concluir, poéticamente, que «la canción de la angustia será mi novia a la luz de la luna». El crepuscular arreglo de esta preciosa canción refleja el sentimiento descrito de manera muy vívida.
El éxito global del álbum es que es variado sin ser incoherente. Hay espacio para el funk ligero fusionado en Motown (‘One More Night’) y para la sensualidad de Marvin Gaye (‘The Final Frame’), mientras la penumbra y el abatimiento de ‘Falling’, que gira las tornas de ‘Cold Little Heart’ («siempre supe que me decepcionarías», canta Kiwanuka, «soy un hombre que pertenece a la soledad / déjame, deja mi cabeza en paz / mira lo que me has hecho») pueden recordar a la Amy Winehouse más oscura. La espectacular balada ‘Rule the World’, por su parte, proyecta la confusión retratada en su letra de manera hermosa combinando coros góspel con ritmos africanos y guitarras. En el disco hay de todo y todo está bien pensado, bien atado y bien ejecutado.
Varios años antes de empezar a escribir ‘Love & Hate’, Kiwanuka se encontró a sí mismo en medio de una sesión de composición con Kanye West. El músico trabajaba en ‘Yeezus’ e invitó a Kiwanuka al estudio tras escuchar una de sus primeras canciones. «Ni siquiera sé por qué [Kanye] me quería allí», ha apuntado. Estaba absolutamente perdido. Me sentía estúpido con mi guitarra acústica sentado entre esos raperos y productores. [Kanye] no me dijo lo que quería de mí, simplemente dijo «haz lo tuyo y me valdrá». No creo que me tragase eso». Poco después, Kiwanuka no se sentía suficientemente seguro de sí mismo para seguir en la música. Sin embargo, ‘Love & Hate’ demuestra que, con o sin Kanye, había en él un gran disco y que solo tenía que hallarlo. Ha tardado, pero este es de esos discos que se quedan para siempre.
Michael Kiwanuka actúa el 16 de noviembre en Barcelona y el 17 de noviembre en Madrid.
Calificación: 9/10
Lo mejor: ‘Cold Little Heart’, ‘Black Man in a White World’, ‘Love & Hate’, ‘Rule the World’
Te gustará si te gusta: tanto Bill Withers como Amy Winehouse, tanto Aretha Franklin como D’Angelo
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