Lo mejor de ‘Jason Bourne’
1. Las escenas de acción. Nadie como Greengrass para rodar “manis» (‘Bloody Sunday’ sigue siendo su mejor película) y persecuciones de coches. La secuencia que se desarrolla en Atenas durante las manifestaciones frente al parlamento es fantástica, un ejemplo de cómo insertar trama y personajes en contextos relevantes y significativos, no solo pintorescos. Y la alocada persecución entre un coche y un camión de SWAT en Las Vegas también es fabulosa.
2. El personaje interpretado por la oscarizada Alicia Vikander (‘La chica danesa‘). La agente de la CIA Heather Lee no es una simple “chica Bourne”. Le sobra talento y le faltan curvas. Es un personaje casi con más entidad que el robótico Jason Bourne, un símbolo, junto al CEO de Deep Dream, de las nuevas generaciones salidas de Stanford dispuestas a, como dice la propia actriz, “manejar el cotarro”.
3. El contexto sociopolítico. Si algo ha caracterizado a la saga Bourne es la rapidez de reflejos de sus guionistas a la hora de insertar en sus tramas elementos de la actualidad social y política. Como hijo del 11-S, Bourne se mueve por un mundo de orden frágil y dirigentes paranoicos. En el caso de esta secuela, el paisaje geopolítico es el que han dejado Anonymous y Edward Snowden, un mundo en plena guerra cibernética y con una creciente economía basada en el (ab)uso del big data
.Lo peor de ‘Jason Bourne’
1. La falta de memoria. No de Bourne, que la recupera, sino de Greengrass y el montador Christopher Rouse, que debuta aquí como guionista. Esta secuela apenas se diferencia de las anteriores. El mismo esquema argumental, la misma planificación de las persecuciones y las peleas, y parecidos conflictos dramáticos. Ninguna novedad, ninguna sorpresa. Nada impactante. Es como un ruidoso resumen con los mejores momentos de la saga. ¿Una saga agotada?
2. Su anorexia argumental. El guión de ‘Jason Bourne’ está reducido al mínimo. Este esquematismo dramático no tiene por qué ser un defecto si sirve como esqueleto narrativo al que meterle músculo cinético (ver si no ‘Mad Max’). El problema es que aquí las cuatro secuencias de acción no son lo suficientemente sorprendentes e impactantes como para atrapar por sí solas toda la atención del espectador. Falta chicha. Por un lado y por el otro.
3. El laconismo de Bourne. Las diez palabras que dice en toda la película, ¿no empiezan a resultar más forzadas que las presentaciones de Sara Carbonero en ‘Quiero ser…’? 6’5.