Cooper da un concierto de lujo

En una maniobra para diferenciarse de otros festivales, Sonorama -que este año ha superado su cifra de asistentes, situándose por encima de los 60.000- ha apostado por las actividades diurnas (y gratuitas) en las propias calles del pueblo, así como la asociación con influyentes actores de la zona. Aranda de Duero no tiene playa, pero tiene vino: su alianza con el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Ribera del Duero ha propiciado talleres de catas gratuitas para los más madrugadores, además de stands dentro del propio recinto del festival donde disfrutar de un buen tinto en una copa, en lugar de en los vasos reutilizables de plástico duro con los que la organización ha intentado limitar la cantidad de desechos generados durante estos tres intensos días. El resultado de esta política ha sido más bien ambiguo, pues el sábado los camareros servían la bebida en vasos nuevos y tiraban los que les acercaban los asistentes, mientras que en la zona VIP se usaron desechables en todo momento.

El poder tomarse una copa de vino entre concierto y concierto es una señal de que los tiempos están cambiando para los festivales. Otra es la cada vez mayor presencia de padres con sus hijos. Lo que antes era una anécdota se ha convertido en algo habitual, al menos en el Sonorama, donde los chiquillos correteaban a gusto convenientemente alejados del bullicio de los escenarios. Otro signo es que alguno de los conciertos más interesantes de todo el festival se den a mediodía, en un parque y con los espectadores de picnic. Solo así uno puede entender que Javiera Mena actuara en el escenario Charco (nuevo este año) a las tres de la tarde. A pesar de la inusual hora, la chilena ofreció un espectáculo completo, con bailarinas y cambios de vestuario, basado principalmente en su último disco, ‘Otra era’. El punto álgido, como era de esperar, llegó con ‘Espada’, cuando la gente de los islotes de sombra más alejados se levantó para bailar a pesar del calor.

El plato fuerte de la última jornada en el recinto festivalero era Mando Diao, pese a que los suecos sacaron su último disco hace ya dos años. Es curiosa la evolución de la banda en el directo: la primera vez que los vi, hace siete años ya, se marcaron un concierto correctísimo y contenido. La segunda, unos años después, aumentaron las revoluciones de tal forma que Björn Dixgard acabó descamisándose y con la voz rota. En Aranda directamente apareció sin camisa y sin voz. Costaba verle interpretar una versión del clásico ‘It’s Now or Never’, que enlazaba con ‘Gloria’ sin mucha gracia. Al público no parecía importarle mucho pero más allá de las primeras filas costaba ver el éxtasis que producía ‘Dance with somebody’ en otros años, en esta ocasión algo baja de revoluciones quizá para reducir la exigencia física y vocal de Dixgard. Comparados con sus compatriotas The Hives, Mando Diao parecen algo cansados de su propia música.

Todo lo contrario le ocurre a Álex Cooper. Treinta años de carrera que se pasaron como un suspiro en un concierto calculado al milímetro en el que la sección de vientos puso la guinda de una música enérgica y melódica, sin duda lo mejor del festival tras la lección que dio el jueves el Niño de Elche. Nuevamente hicieron acto de aparición las patillas y las camisas pero las canciones de Los Flechazos sonaban como recién salidas del horno: ‘A toda velocidad’ y ‘Viviendo en la era pop’ eran dos himnos que se sacudieron las telarañas de la nostalgia y movieron hasta al público que se acercó al escenario Castilla y León por casualidad.

En ese mismo escenario sonó justo antes Luis Brea y el Miedo. Sorprendía verle a esa hora del sábado (10 de la noche), reservada normalmente a los grandes nombres festivaleros, esos que se repiten una y otra vez a lo largo del verano español. No obstante, dio la impresión de que el momento le quedaba algo grande y su música se difuminaba a medio camino entre la intimidad y la intensidad. Sorprendió la aparición de Zahara y la versión de ‘Radio Ga Ga’, de Queen, al final de la actuación, pero el momento más reseñable fue sin duda ‘Automáticamente’, con la que abría su primer LP, ‘Hipotenusa’.

Entre los que pueden dar que hablar de aquí a poco son Mirémonos, grupo joven que derrocha una energía inusual: cantan bien, tocan bien y se lo pasan muy bien sobre las tablas. Del africanismo de ‘Triángulo de las Bermudas’ a la inspiración de grupos de pop comercial de finales de los 80 por la que parecen abrirse camino en la actualidad, parecen tener algo que contar. En cuanto afinen ideas y personalidad cada vez más focos se centrarán en ellos.

Fotografías de María Clara Montoya.

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Publicado por
Marcos Domínguez