Katy Goodman & Greta Morgan / Take It, It’s Yours

La alianza musical de estas dos músicas norteamericanas ha sido una de las mejores noticias de este año: Katy Goodman goza de un excelente momento creativo con su proyecto La Sera tras la separación de las Vivian Girls, y Greta Morgan -aunque muy desconocida de momento en nuestro país- firmó uno de los mejores discos del año 2014 con su proyecto Springtime Carnivore. Morgan suele acompañar en directo a La Sera, y lo que comenzó como una anécdota (las dos cantantes armonizando sus voces mientras interpretaban ‘When Eagles Dare’ de los Misfits en casa de Greta) les sonó suficientemente bien como para animarse a grabar un disco entero de versiones de new wave y punk.

El resultado -como se intuía en el disfrutable goteo de adelantos de los últimos meses- es excepcional. Efectivamente, sus dos voces suenan a las mil maravillas en armonía, y el viraje hacia el pop melancólico y reverbcore al que conducen a las canciones funciona endiabladamente bien. Conseguir que melodías que uno guarda en el corazón, como ‘Sex Beat’ de los Gun Club, te arranquen nuevas lágrimas y casi te hagan pensar que prefieres la nueva versión no es un mérito menor. Canción a canción, la sensación de asombro crece y crece. A veces sólo tienen que hacer un pequeño cambio en la trama melódica para infundir a la canción de un aroma totalmente nuevo, como en ‘Bastards of Young’ de los Replacements, donde la introducción de un crucial acorde menor nuevo añade un extra de emoción desconocido en la original. Esos reajustes y reinvenciones se combinan con las habilidades multi-instrumentistas de Morgan (que despacha con un gusto impecable baterías, guitarras, teclados y mucho más) para dar lugar a un disco realmente mágico: la versión con vibráfonos y guitarras de eco eterno de ‘I Wanna Be Your Dog’ es excepcional, igual que la caricia «twang» de ‘Where Eagles Dare’ o la concisión pop a lo Byrds de ‘In the City’ de los Jam… y así sucesivamente con los detalles e ideas de cada una de las canciones. Una brillantísima recontextualización que las autoras han extendido a las letras: declaraban hace poco que canciones tan “macho” como el ‘Pay to Cum’ de los Bad Brains cobran un prisma totalmente nuevo, especialmente versos como «You have the right to sing / you have the right to dance», que en sus voces recolocan a la canción en un tono de reivindicación feminista.

Otro de los méritos del disco es no haber elegido una colección de obviedades. Hay clásicos conocidos, pero casi todo el mundo descubrirá unas cuantas maravillas nuevas (increíbles los Wipers, sin ir más lejos). Además, consiguen el raro mérito de hacerlo sonar «bonito» sin caer en la trampa de la música para anuncios o para oyentes sin imaginación, al estilo de Nouvelle Vague. Los arreglos son suficientemente originales, caprichosos y con litros de reverb como para evitarlo. Tan sólo en un par de momentos se puede llegar a sentir la fatiga-por-melodía-trillada (‘Dreaming’ de Blondie y poco más; ‘Ever Fallen In Love’ de los Buzzcocks se salva por su seductor vibráfono). En los otros casos en los que se trata de un clásico reconocido, la canción es admirablemente secuestrada y conducida a un delicioso páramo de bruma y eco (caso de ‘Rebel Yell’ o ‘I Wanna Be Your Dog’).

Si este excelente álbum prueba algo más (aparte de que un disco de versiones puede seguir siendo interesante en 2016) sería la gran influencia del pop clásico en los grupos de new wave, e incluso de punk de entre finales de los 70 y primeros de los 80. Desmontadas y rehechas con instrumentación más clásica y armonías vocales, las canciones siguen funcionando excelentemente como artefactos de pop, prueba de su solidez compositiva. Paradójicamente, Katy Goodman y Greta Morgan han conseguido, además, que suene totalmente contemporáneo.

Calificación: 8,2/10

Lo mejor: ‘Bastards of Young’, ‘Rebel Yell’, ‘Sex Beat’, ‘In the City’.
Te gustará si te gusta: La Sera, Springtime Carnivore, Vivian Girls
Escúchalo: Noisey.
Cómpralo: Amazon.

Los comentarios de Disqus están cargando....
Share
Publicado por
Jaime Cristóbal