La canción, en la estela de los mejores Cohen y Cave, recuerda quién llegó antes que Nacho Vegas o Pablo und Destruktion, alternando la catástrofe con la búsqueda de la belleza: “ni siquiera sientes pena / sino la pena de no sentir dolor / Y sin embargo, debe estar la Arcadia en flor, pero dónde”, se pregunta antes de la bellísima enumeración de la coda final.
El vídeo está protagonizado por el propio Rafael Berrio pero también cuenta con la participación de Candela Recio y Pablo Hoyos, protagonistas de ‘La reconquista’, que aquí pasan a formar parte de una banda de rock junto a otros jóvenes que ya participan en la película de Trueba. La pieza ha sido rodada en el instituto madrileño I.E.S Gran Capitán, que también sirvió como localización de la cinta.
Merece la pena leer los textos que han escrito Jonás Trueba y Rafael Berrio el uno sobre el otro. Con ellos y el vídeo os dejamos:
«Soy fan incondicional de Rafael Berrio desde hace unos años, desde que lo escuché por primera vez cantando «Simulacro», un tema en el que se retrataba a sí mismo con una ironía y una tristeza poética sin igual. Desde entonces empecé a escuchar sus canciones como si fueran un antídoto contra cualquier tentación de fracaso. Frecuenté sus conciertos en Madrid, cuando bajaba desde San Sebastián con su guitarra, y reunía a unos cuantos admiradores en algún bar o sala en la que cantaba hasta que no había más remedio que irse. Nos escrutábamos entre nosotros, los allí presentes, y nos dábamos cuenta de que formábamos parte de una fauna bastante particular. Es un poco lo que he intentado reflejar en una secuencia de La reconquista, en la que los protagonistas asisten a un concierto de un tipo que no responde al nombre de Rafael Berrio pero se le parece bastante.
En esta secuencia, el cantante anuncia que va a tocar por primera vez una canción que acaba de componer, en una ermita de la Rioja alavesa … Esto era estrictamente cierto, porque Rafa tenía un encargo muy concreto y no especialmente fácil: hacer una canción nueva y original para La reconquista, una canción que debía hacer dar sentido a una película que está todo el rato en busca de sí misma y de su propio sentimiento … De ese encargo nació «Arcadia en flor», que luego sonará ya completa, redonda, eterna, un poco más avanzada la película, como si se hubiera ido haciendo a medida que ésta avanza, y que habla de «viejas emociones», de «cosas que no lo son», de «palabras borrosas que te hicieron llorar», de «la pena de no sentir dolor»… de una Arcadia, en fin, que se nos resiste. Solo por haber sido instigador de una canción como esta sé que ha merecido la pena la película entera».
El truco en la creación es un resorte. Yo no soy de esa clase de artista que vive sometido a su labor, y encuentro muy pocos motivos para sentarme a componer canciones. Hacer un guiño de complicidad a un amigo, deslumbrar a cierta mujer y, especialmente, cumplir un encargo concreto, son los tres pretextos decisivos que a mí me sirven de impulso para tal cosa. En el verano del 2015 recibí un largo mail de Jonás Trueba donde me contaba su proyecto de película. Adentrado ya, no sin melancolía, seguramente, en la ineludible treintena, Jonás se proponía reconquistar el instante luminoso de una pasión adolescente. Retratar, según me decía, el florecimiento prodigioso del amor primero y rescatarlo de la corrosión y las devastaciones del tiempo. Desenterrar a los amantes de Pompeya que aún se abrazan bajo la ceniza. Me refería también que había estado subrayando textos de Gombrowicz y Scott Fitzgerald y que por un azar había dado con un par de viejas canciones de mi repertorio que venían a guardar memoria de aquel mismo esplendor que él se proponía retratar.
Jonás, en definitiva, me pedía en su escrito dos cosas: que aceptara un pequeño papel en la película, encarnando a un personaje que bien podría ser yo mismo, y que escribiera expresamente para ésta una canción que abordase su conflicto. Escribir la pieza no me fue difícil: quería hacer una égloga y sólo tuve que copiar del natural, aislado como efectivamente estuve en una verdadera Arcadia griega, renacentista y romántica enclavada en la ondulante campiña riojano-alavesa. En cuanto al primer requerimiento, mi participación como actor en la película, decir que, pese a mi escepticismo inicial, (pues nadie acaba de estar contento con su fotogenia), probablemente no haya vivido yo nunca una experiencia de camaradería y esfuerzo unánime y desinteresado en favor del arte como la que me fue ofrecida, con toda su juventud pero también con toda su maestría cinematográfica, por Jonás Trueba y su equipo.