‘Oasis: Supersonic’, si «no había más que verlos»…

Este finde se estrena en cines de toda España pero solo durante unos días ‘Oasis: Supersonic’, el documental que Mat Whitecross (‘Camino a Guántanamo’, ‘Sex & Drugs & Rock & Roll’ sobre Ian Dury) ha realizado con material de BBC, MTV y muchas otras cadenas, entrevistas y algo de animación. El documental no habla de la separación del grupo y más aún, con la salvedad de un par de canciones como ‘All Around the World’ o ‘Fuckin’ in the Bushes’, omite su biografía y discografía posteriores a 1996.

‘Oasis: Supersonic’ se centra en cambio en el nacer del grupo y en parte de su infancia, con la madre de los Gallagher aportando jugosas curiosidades, al tiempo que el montaje y la animación tipo cómic y algunos pequeños efectos especiales, que resuelven muy bien la inexistencia de ciertas imágenes y vídeos, junto a la muestra de la construcción o interpretación de algunas de las canciones, amenizan las dos horazas de duración. Hay tiempo también en ellas para historias más desconocidas como la pésima relación con el padre y para cómo este sacó tajada de su fama vendiendo y provocando historias en la prensa rosa.

El hecho de que el documental se centre en los años de gloria del grupo puede hacernos concluir que su único objetivo sea enaltecer aún más el ego de los hermanos que durante dos años se creyeron los Beatles. En ese sentido, no puede ser una cinta que oculte trifulcas, puesto que Oasis hicieron de su consumo de drogas y su actitud hooligan su modo de vida, y muchas de ellas aparecen retratadas, unas más vergonzantes, otras más descacharrantes. Sin embargo, sí cabría la opción de que se hubiera querido ocultar su decadencia artística y comercial y por eso el documental comience y termine con la cumbre de su carrera: el concierto de Knepworth de 1996 que en España emitió a bombo y platillo Los 40 Principales y muchos grabamos en cinta de la radio. Ahí ellos mismos, exultantes, haciendo que ‘Columbia’ sonara atronadora como la mayor obra maestra jamás compuesta que nunca fue, interpretan que ha llegado tanto su cima como el comienzo del fin y es justo y poético que esta historia se cierre así. Incluso la relación que Noel Gallagher hace entre ese final y la llegada de internet puede generar cierto debate pese a estar bien cogida con pinzas (sí, bajaron las ventas, cayeron los mitos con el acceso a redes sociales, pero nunca bajó el consumo de música).

Más injustificable es en cambio la ausencia de la batalla por el número 1 en singles contra Blur (que perdieron aunque finalmente vendieran mucho más) o el cruce de declaraciones con ellos en este documental que, en ese sentido, no retrata precisamente lo que fueron los años 90 o el Brit Pop. Por mucho que la música de Blur y la de Oasis no se pareciera en prácticamente nada y las comparaciones fueran algo absurdas, su rivalidad pertenece a la imaginería popular. ¿No ha habido huevos de enfrentarse a declaraciones como «espero que Damon y Alex cojan el sida y se mueran»? ¿Qué problema había en recordar que ya habían pedido disculpas por ellas?

Más que, por tanto, el retrato de toda la realidad, el humor y la música son las dos grandes bazas de ‘Oasis: Supersonic’. En cuanto a lo primero, el documental sí es generoso en la muestra de la rivalidad entre los dos hermanos, no resuelta a día de hoy. Y aunque Noel diga que Liam es el divertido, sabe perfectamente que no lo es (a veces incluso da un poco de penica comprobar lo básico que podía ser el pequeño de los Gallagher). Son Noel y sus ocurrencias lo más divertido de estas imágenes: «Si no hay más que vernos», interrumpe cuando David Letterman les presenta cuestionando si son la mejor banda del planeta como se dice en Reino Unido. En cuanto a lo segundo, lo más interesante rodea las dificultades que siempre tuvo el grupo para sonar como quería en estudio, especialmente con su primer álbum. Con todo lo que a Owen Morris le costó pillarles el punto después de pasar por varias manos, lo cierto es que el pobre tampoco logró desarrollar una impresionante carrera como productor después de ellos: lo mejor de Oasis eran las canciones. Eternas, supersónicas, híper capaces de hacernos olvidar todo lo demás. Hasta sus tonterías. 7,5.

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Publicado por
Sebas E. Alonso
Tags: oasis