Como decíamos, Cœur de Pirate es toda una estrella en Canadá. También en Francia, mientras que en el resto de Europa es menos conocida. Por ejemplo, sus conciertos en nuestro país serán en salas de pequeño tamaño: el sábado, 12 de noviembre, en la Sala Moby Dick de Madrid, y el domingo, 13 de noviembre, en la Sala Bikini de Barcelona (entradas a la venta aquí). Sin embargo, ella se muestra muy contenta por poder tocar de esta manera en nuestro país, básicamente porque su motivación no es meramente comercial: “muchos amigos me habían dicho que era fantástico tocar en España y, sobre todo, tenía muchas peticiones de fans que querían verme, así que ahí estaré para que cualquiera que lo desee venga a escucharme”. Serán conciertos en los que actuará en solitario, al piano, por lo que cree que “la gente a la que gustan mis primeros discos estarán encantados”, pero también mostrará sus últimas composiciones de una manera diferente. Confía, en cualquier caso, poder volver en otra ocasión con toda su banda.
Respecto a ‘Roses’, su último álbum y el que parece el más ambicioso de su carrera, se muestra feliz de haber podido trabajar con productores como Rob Ellis (PJ Harvey) o Bjorn Yttling (Peter Bjorn & John), que han llevado su sonido “a otro nivel”. Ellos le ofrecieron una perspectiva diferente, a la que quizá no hubiera llegado por sí misma, y piensa que es, definitivamente, un gran disco. En cuanto a su sonido, es mucho más sofisticado y contemporáneo que los anteriores, y por eso le pregunto si se había cansado un poco de la estética retro de aquellos: “Simplemente creces, tu estilo evoluciona, y yo siempre quiero probar cosas distintas. No sé qué pasará en el futuro, pero sé que este disco suena como quería”.
A la vez, sus últimas canciones suenan más tristes y oscuras que nunca, lo que quizá es un síntoma de madurez artística. “Estoy de acuerdo”, responde Martin, “es un disco que habla de transición y cambio. Para mí fue difícil de hacer, imaginar un nuevo enfoque, y me costó mucho trabajo”. Es consciente de que este nuevo enfoque no es, quizá, tan apto para grandes audiencias, pero eso no le preocupa lo más mínimo: su público responde positivamente, nota su excitación ante los nuevos temas y su base de fans no deja de crecer, por lo que está muy feliz.
Se muestra especialmente orgullosa de cómo ha evolucionado, con el paso de los meses, el single ‘Crier tout bas’. Primero, porque se ha convertido en uno de los momentos más potentes en directo, pero también porque es una canción muy importante para ella. No quería dejar pasar la ocasión de preguntarle por la que es mi canción favorita del disco, ‘Drapeau blanc’, para la cual presentó un clip en el que la acompañaba su propia hija. Cuenta que fue una experiencia maravillosa, aunque fue especialmente difícil para ella porque era un guión muy emocional y le exigía un gran peso interpretativo.
Le pregunto sobre su manifiesto interés sobre artistas de hip hop como Kanye West, Drake o Fetty Wap, que en cierto modo yo veo en su álbum, aunque a ella le hace bastante gracia. Por supuesto, confiesa que estaría totalmente abierta a colaborar en el futuro con alguno de ellos, y por el momento piensa continuar esta línea sonora, especialmente ahora que las producciones de pop y hip hop van cada vez más de la mano. También parece seguro que, aunque no sea constante, no dejará de cantar en inglés, ahora que lo ha hecho por primera vez. Era algo que ella quería hacer en ese momento y ahora es consciente de que esto puede haberle abierto las puertas para alcanzar al público de otros países que ahora visita por vez primera, como el nuestro o Países Bajos.
Por último, le pido que eche un poco la vista atrás y me cuente cómo recuerda el enorme éxito que obtuvo en su país y en Francia con su debut, cuando apenas tenía 20 años. Admite que fue algo muy difícil de digerir para ella, muy intimidatorio, sobre todo teniendo en cuenta que Montreal, pese a ser una capital, es una ciudad bastante pequeña en la que todo el mundo te conoce. Pero, afortunadamente, ya se ha acostumbrado bastante a eso.