Mención especial merece la justificación de la entrega del premio leída por el crítico e historiador sueco Horace Engdahl, que recogen ampliamente medios españoles como El País y muy especialmente El Mundo, apelando a aquello que causa «los grandes cambios en el mundo de la literatura» y recordando que «La Fontaine tomó las fábulas de los animales y Hans Christian Andersen los cuentos de hadas desde la guardería para llevarlos a las alturas de Parnaso. Cada vez que esto ocurre, nuestra idea de la literatura cambia».
También hubo tiempo para recordar en su discurso la vinculación de la música con la poesía cantada o recitada a través de rapsodas o trovadores, y que la palabra «lyrics» viene de «lira», elogiando que Dylan «se dedicó en cuerpo y alma a la música popular americana para la gente común, tanto blancos como negros, con canciones protesta, country, blues, primer rock’n’roll, góspel y música más comercial. Escuchaba música día y noche, probando cosas que salían de sus instrumentos, tratando de aprender. Pero cuando empezó a escribir canciones similares a lo que oía, estas salieron de otra manera. En sus manos, el material cambió. De lo que descubrió en la herencia y los restos, en la rima y el ingenio rápido, en las maldiciones y las oraciones piadosas, en las bromas dulces y las crudas, Dylan bombeó el oro de la poesía. Si fue a propósito o por accidente, es irrelevante. Toda creatividad comienza en la imitación. De repente, gran parte de la poesía de los libros en nuestro mundo se sentía anémica, y las letras de canciones rutinarias que sus colegas seguían escribiendo eran como pólvora anticuada después de la invención de la dinamita. Pronto, la gente dejó de compararlo con Woody Guthrie y Hank Williams, y se volvió a Blake, Rimbaud, Whitman, Shakespeare».
Asimismo, se ha apuntado que Bob Dylan ha cantado «no sobre las eternidades sino sobre lo que sucede a nuestro alrededor, como si el oráculo de Delfos leyera las noticias de la tarde». Para terminar de justificar su premio, Horace Engdahl ha recurrido a Nicolas Chamfort: «¿Qué importa el rango de una obra cuando su belleza es del más alto rango? Esa es la respuesta directa a la pregunta de cómo Bob Dylan está dentro de la literatura: igual que la belleza de sus canciones es del más alto rango (…) Bob Dylan ha cambiado nuestra idea de lo que la poesía puede ser y cómo puede funcionar. Es un cantante digno de un lugar al lado de los «aoidoi» griegos, junto a Ovidio, junto a los visionarios románticos, junto a los reyes y reinas del blues, junto a los maestros olvidados de los «standards» brillantes. Si la gente del mundo literario se queja, hay que recordarles que los dioses no escriben, sino que bailan y cantan».