La despedida del grupo que elevó a Subterfuge a la categoría que tiene ahora, que consiguió que 500.000 personas compraran un disco que no fuera de Julio Iglesias, y que le quitó la vergüenza a la juventud para cantar en inglés, ha cosechado noticias más o menos sarcásticas, en las que se tachaba a las hermanas Llanos como de niñas pijas de extrarradio venidas a más (El Confidencial), o del consabido chiste de «pensaba que ya se habían separado». Ninguna necrológica en condiciones. (Vale, la de El Mundo Today era divertida, y no descartamos que su predicción para el año 2018 vaya desencaminada).
Un hecho injusto, y hasta cierto punto revanchista. Dover se merece una necrológica como Dios manda. Y pensamos solucionarlo.
DOVER (1992 -2016). Banda de música rock formada por Cristina Llanos (guitarra), Amparo Llanos (guitarra), Samuel Tito (bajo, antes Álvaro Díez) y Jesús Antúnez (batería).
Corría el año 1992 cuando las hermanas Llanos se estrenaban en el mundo de la música. Un año en que triunfaba Alejandro Sanz, Luz Casal y Mecano (los mismos que ahora, más o menos) en las listas de discos nacionales más vendidos (y en los 90 la gente todavía compraba discos). En 1995, gracias al sello Everlasting-Caroline, se publicaba ‘Sister’, un disco que no tuvo una acogida demasiado cálida, aunque les sirviera de entrenamiento en eso de tocar en escenarios más o menos grandes.
Casi sin saber manejar la guitarra -Cristina Llanos afirmaba en Música Sí (aquel mítico programa de TVE, cuando TVE aún tenía programas con actuaciones) haberse aprendido los acordes de las canciones de su hermana durante un verano-, y acompañadas por Álvaro Díez al bajo (sustituido, años después por Samuel Titos tras el polémico cambio al pop de la formación) y Jesús Antúnez a la batería, Dover saltaba al ruedo casi sin red.
El efímero contrato con Caroline terminó y Subterfuge recogió el testigo de un grupo que apuntaba maneras, aunque no sin ciertas reticencias por parte de Carlos Galán, director del, por entonces, fanzine y sello musical.
«La impresión que me dio Carlos fue que iba a ser un hueso duro de roer», cuenta Amparo Llanos en ‘Pequeño circo: historia oral del indie en España‘ (Nando Cruz, Contra 2015). «Ellos tenían una relación de mucho colegueo: con Sexy Sadie, con Killer Barbies… esa onda de colegueo y porros no nos interesaba. Nosotros teníamos un punto sieso (…) De hecho, Subterfuge firmaba a sus grupos por tres discos, pero a nosotros nos firmó por dos. Sentimos un rechazo total a atarnos mucho a alguien».
Sea como fuere, la historia tenía sus propios planes, y 1997 se convirtió en el año de la explosión de Dover, gracias al lanzamiento de ‘Devil Came to Me‘. Un hecho que ni siquiera la propia Amparo Llanos se veía venir.
«A todo el mundo le pasa que tiene “su” grupo: lo quiere, lo adora y parece como una cosa propia cuando le conoce poca gente. Luego, cuando se hace mayoritario, es como si se le escapara: deja de ser solamente tuyo y de otros pocos más. Todos hemos sentido alguna vez eso, pero, de momento, no es algo que nos afecte a nosotros, ya que ni pertenecemos a una multinacional ni somos un grupo mayoritario. Ahora estamos contentos con lo que somos y, si alguna vez terminamos siendo superfamosos, pues… estaremos contentos también. Lo importante es hacer buenos discos, vengan de donde vengan. ¿Qué más da el resto de las cosas?», respondía a Esteban Pérez en la revista Todas las Novedades en abril del 97. Pocos después de su llenazo en la sala El Sol, poco antes del llenazo en el Pabellón de los Deportes. Un concierto programado en La Riviera, que tuvo que ser trasladado (y durante dos días) a un recinto más grande, para dar cabida a todos aquellos fans enloquecidos con ‘Devil Came to Me’. Algo incomprensible: «Cuando nosotros empezamos, lo de cantar en inglés era casi una anatema. También que fueran dos mujeres las que componían y lideraban el grupo… Era todo nuevo, y me siento muy orgullosa de haber sido nosotras las que abrieron esa puerta», explicaba Llanos en otra entrevista durante el año 2014.
Puede que en estos instantes nos resulte imposible creerlo, ahora que decir «me gusta Dover», o «‘Follow the City Lights’ no era un mal disco» es tabú y pecado mortal entre el moderneo, pero hubo un momento (merecidísimo) a raíz del lanzamiento de ‘Devil Came to Me’, en el que Dover MOLABA.
¿Qué pudo pasar para que una banda liderada por dos chicas (horror), que cantaban en inglés (horror), un género alejado del pop, lo petara tanto? Quizás podamos encontrar la respuesta en una vieja crónica de aquel legendario concierto en el desaparecido Pabellón de Deportes del Real Madrid:
«(Con) una espectacular ‘Loli Jackson’, pusieron fin a uno de los mejores conciertos que se dieron en el 97 y a la consolidación de que Dover es un grupo nacido para mayorías que saben apreciar las buenas canciones. Hasta veinticinco temas tocaron en un par de horas intensísimas que terminaron con Cristina y Jesús flotando encima de los brazos del público. Un sabor a fanatismo entregado, con gente pidiendo las púas de Amparo o de Álvaro, las baquetas de Jesús o el listado de canciones que permanecía pegado al suelo del escenario se extendió a las aceras del Paseo de la Castellana en peregrinación a la Plaza de Castilla. La duda había quedado disipada. Con un poco de suerte, tenemos grupo para largo y, sin duda, con un nivel que no tiene por qué bajar. Lo que tantas veces habíamos deseado dentro de nuestra música ha llegado con Dover y ha alcanzado una repercusión extraordinaria. Que dure» (Esteban Pérez para Todas las Novedades -22 de noviembre 1997).
Y duró, duró. Algo, también, extraño, dado que todas las señales apuntaban a que aquel conjunto pasaría a ser recordado como «one hit wonder». Pero la cosa seguía, y ¿qué más daba si las Llanos eran niñas pijas de extrarradio? Aquellas pijas habían logrado conectar con la sociedad (prensa entregada a la causa mediante, tampoco nos vamos a engañar) y levantar un sello que sería casa, después, de lo más granado del underground nacional. Desde Dover, todo lo que dijera Subterfuge iría a misa.
«La importancia de ‘Devil Came to Me’ no es solo que vendiera mucho: es que de repente un tipo de música que no se había hecho nunca en España tenía un hueco. Eso es lo socialmente importante. Teníamos un espectro amplísimo de público: desde la chica universitaria mona y pija hasta cartas de presos comunes que estaban en la cárcel. Ese es el reflejo de que nuestra música tenía una relevancia social», sostiene Amparo en ‘Pequeño Circo’.
Eso sí, el paso por la «molabilidad» de Dover sería breve. En España no perdonamos a aquellos que ganan dinero con su trabajo, no te cuento ya si tu fuente de ingresos es tocar la guitarrita. El fichaje de Dover por un sello internacional -a pesar de la creación de uno propio, Loli Jackson Records-, fue acogido con reticencias, también por parte de la prensa que, hasta hacía poco, los idolatraba.
«Nuestro petardazo fue muy bestia. Teóricamente, eso no podía pasar en España, y fue algo tan desproporcionado… Era difícil de encajar. Era una cosa muy impulsiva, muy de sentimientos. Y por eso luego vino la resaca. La gente tenía que despertar, darse una bofetada y decirse, «¡eres un hombre!, ¿qué haces babeando con Dover?», explicaba Amparo.
Cosa que, a la postre, al grupo le daría igual. Giras internacionales, premios a dolor, hits como ‘Serenade’ pasando a formar parte del mainstream y mega-conciertos (teloneando a Oasis, incluso) te hacen olvidar cualquier cosa. En este periodo, que fue de 1999 a 2005, pasa por una etapa de tranquilidad, estabilidad y éxito (insospechado a cada disco que sacaban), que terminó con el consabido y requete-castigado cambio al pop.
«Cuando empezamos a componer ‘Follow the City Lights‘ iba a ser un disco rockero, pero de repente nos dimos cuenta de que nos estábamos aburriendo, de que aquello olía a muerto, y ni de broma queríamos oler a muerto, así que nos lanzamos a experimentar con cosas diferentes. El cambio no fue nada pretencioso, fue por recuperar la diversión», contaban las hermanas Llanos en una entrevista para ABC.
Y, aunque ‘Follow the City Lights’ no era un mal disco (para nada), y aunque ‘Let Me Out’ sonara hasta la saciedad en Los 40 Principales, los fans no entendieron este cambio, escribiendo cosas como:
“yo tanbien era un fan a morir de este grupo..pero es asi de triste que se han ido a la puta mierda y tanbien tengo todos sus discos menos el ultimo…. que vamos se lo pueden meter por donde les quepan….en fin hay muchos mas grupos y mejores no saben lo que han hecho….por cierto la cristina llanos, digo en un entrevista que sus fans estaban muy contentos con el cambio……….. la cojo por banda y la mato mira”. (todo ello sic).
«Había chicas que directamente venían después de un concierto y nos decían que por favor volviéramos a hacer el ‘Late at Night’. Eso lo hemos oído tantas veces en los últimos años… Y claro, tú te quedas con la cara de «pero ¿cómo voy a repetir lo que ya he hecho?». Hay que entender a los fans, pero por entender… no se puede llegar hasta ciertos límites. ¡Es que los ha habido que nos han pedido que nos hagamos el mismo corte de pelo que teníamos en los noventa!», comentaban las hermanas Llanos en otra entrevista.
Por si no fuera poco con las amenazas de muerte, aún quedaba una transición más que Dover habría de superar: su experimentación con los ritmos africanos en ‘I Ka Kené‘ (Sony, 2011). Poco podemos comentar de este disco, más allá de la crítica que publicó Lolo Rodríguez en esta web: “Lo mejor: que puedes ponértelo en plan guilty pleasure y regocijarte de lo malo que es” (0/10).
«Desde luego durante una temporada se nos quitaron un poco las ganas de experimentar. En España hay que pagar un precio muy caro, que no es económico pero sí es moral. Aun así, volveremos a experimentar», respondía Amparo Llanos en un encuentro digital con sus fans en El País, durante el año 2015, a raíz del lanzamiento del que sería su último disco, ‘Complications‘ (Sony, 2015). Unas declaraciones que no hacían vaticinar la separación de la banda, unidas a otras en las que se llega a sentir una cierta tranquilidad dentro de la misma. «Sólo habíamos dado unos pocos conciertos en salas pequeñas cuando todo empezó a desmadrarse. Ahora podemos disfrutar de lo que no tuvimos, y también por eso no queremos parar».
Pero… pararon.
Ahora, el grupo que marcó la historia de la música española, convirtiéndose en el primer superventas dentro del género independiente, cantando en inglés, lanzando guitarrazos como nunca antes se habían visto (ni escuchado), y con dos mujeres como compositoras principales, abandona el telón bajo abucheos, risas y alguna que otra nota de condolencia. Desde luego, no es lo que se podría haber esperado para una banda de tal importancia. ¿Será el odio que despierta Dover cosa de su formación? ¿De sus cambios mal entendidos? ¿De su incapacidad, una vez pasados los 90, para empatizar con su público? ¿o simplemente es que en España nos gusta torturar a los triunfadores, incluso a los que han triunfado por derecho propio? Sea como sea, Amparo Llanos inicia una nueva travesía en compañía de Samuel Titos, New Day (se ve que se han pensado el nombre), «y así como todo cambia, que yo cambie no es extraño», que diría Mercedes Sosa («¡Viva Heráclito!», que respondería L-Kan).
En todo caso, nos quedamos, como final de esta necrológica, con una de las declaraciones de Amparo (para variar): «El pasado nunca vuelve. Todo es cambio. Tú tampoco serás lo que fuiste».
Se puede acusar a Dover de muchas cosas, y los pecados que han cometido son numerosos e innegables. Pero no se puede negar su influencia en el pop rock nacional, ni menos aún ningunearles por haber intentado cambiar, o seguir los criterios que ellos creyeron importantes. Un grupo es solo un grupo. Dover fue un grupazo. Y así quedará para la historia.