Las canciones no ayudan, desde luego. Se alternan, con matemática precisión, en dos bandos: a) Baladones desatados con bien de epifanía y pianos: ‘Las ganas’, ‘París’, ‘Dibujas’, ‘Que se mueran de envidia’… b) “Temazos” rockeros potentes: ‘Paloma’, ‘Nada más que tú’, ‘Romperás’…. En todas se abusa de la fórmula del hard rock comercial más clasicorro y de trucos manidos: mucho crescendo, mucha pretendida trascendencia, pero unas melodías flojas y unas letras forzadas; no hay versos, estribillos o melodías que se puedan retener. Eso sí, nada está dejado al azar; todas las canciones están estupendamente ejecutadas y primorosamente arregladas.
Ya el primer tema, ‘Las ganas
’, resume los derroteros del álbum: guitarrazos metaleros, teclado desbocado, épica a lo Muse… Lo mismo en la supuestamente sentida ‘París’, demasiado impostada. ‘Paloma’ es la canción más conseguida de todo el disco: tiene una introducción acechante y prometedora, su estribillo es poderoso y presume de bonitos arreglos de cuerda, pero no va más allá de un territorio acotadísimo. Así hasta el final, sin bajar la intensidad, sin nada que aligere la escucha. Y, para rematar, está la voz. Ese “cantante de pop” sobre el que bromeaba en ‘Estrella de rock’ se ha ido. A cambio, tenemos a un baladista esforzado… pero es que el timbre de Martín es, efectivamente, pop y no encaja en la ingente tarea que se ha autoimpuesto. Es que es todo tan plúmbeo, tan afectado, que no hay ni espacio para la simpática chulería que le suele caracterizar.Resumiendo, y ya que en esta crítica hablamos de topicazos sónicos… ¿sabéis aquel que reza que “los heavies hacen las mejores baladas”? Pues es como si Dani Martín lo hubiera tomado como dogma de fe y se hubiera propuesto regalarnos su propio disco de baladas heavies. Sólo que sin el talento necesario para salir triunfante de tan magna empresa.
Calificación: 3,5/10
Lo mejor: ‘Paloma’. La portada. Vuelve a ser bonita.
Te gustará si te gusta: Dani Martín, los baladones hard-rock.
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