Música

Rosalía / Los Ángeles

Aunque sea una artista permeable a otras influencias y estilos –como atestiguan sus incursiones en la música urbana con C.Tangana–, Rosalía es, sobre todo, cantaora flamenca. Para ello se ha educado y preparado concienzudamente desde hace años: esa intro con una voz infantil –la del hijo de Raül Refree, en realidad– recitando la letra de ‘Toma este puñal dorao’ parece un autohomenaje a esa entrega desde su niñez. Su carrera se ha enfocado en esa faceta desde el principio, y así, ha formado parte, en su día, tanto del cuadro de Rocío Márquez como de otros proyectos inspirados en el cante antiguo. También se ha encargado de dejarlo claro en las múltiples entrevistas (por ejemplo, en la que meses atrás le hicimos en esta página) que está ofreciendo. Pero, sobre todo, es su música la que lo dice.

‘Los Ángeles’, su primer álbum recién publicado, es así una presentación como cantaora solista y su estructura es semejante a la del debut de cualquier cantaor o cantaora ortodoxo: una selección de palos variados, frecuentemente con letras tradicionales o populares, en los que el artista muestra su aptitud y sus antecedentes. Así las cosas, la cantaora barcelonesa revela su querencia por los cantes antiguos, en los que la ha instruido su maestro, Chiqui de la Línea. Así, encontramos su capacidad para brillar, revelando la personalidad clara de su quejío, en alegrías (‘Si tú supieras compañero’), tangos con y sin tientos (‘Por mi puerta no lo pasen’, ‘Catalina’), fandangos (‘Que se muere que se muere’) y fandanguillos (‘Por castigarme tan fuerte’), seguidillas (‘De plata’), tarantas y malagueñas (‘Día 14 de abril’, ‘Nos quedamos solitos’) y hasta palos más específicos como la guajira (‘Te venero’), la saeta (‘El redentor’) o la milonga (‘La hija de Juan Simón’).

Aislando su papel, Rosalía deja una huella interpretativa maravillosa, con un timbre delicado pero rotundo, que se pone como cota a los venerables intérpretes de las letras que recupera de finales del siglo XIX y principios del XX, con tanta intención: La Niña de los Peines, Manolo Caracol, Porrina de Badajoz, Rafael Farina, Pepe Marchena, D. Antonio Chacón, Antonio Molina, Enrique Morente… Sin embargo, tan intencionada como la elección de esos referentes, letras y palos, es la de un productor como Raül Refree.

Resulta inevitable, al tratarse de dos artistas femeninas de fuerte impronta, recordar el trabajo que Refree realizó con Sílvia Pérez Cruz en ‘granada’ cuando uno escucha ‘Los Ángeles’. Pese a sus notables diferencias, siendo este debut un disco aún más extremista en su minimalismo, vuelve a estar presente esa manera de tratar el silencio, de hacer tangibles los espacios entre voz y guitarra, con una grabación que busca la resonancia del directo. Raül es un guitarrista alejado del clásico tocaor de acompañamiento, resultando más ingenioso e imaginativo que académico y ortodoxo. Sus aproximaciones a estos géneros respiran libertad e inspiración, sin perder solemnidad, creando una mezcla iconoclasta y rica. Su manera en apariencia intuitiva de emplearse en géneros clásicos, a veces simplemente marcando levemente el compás como guía o golpeando acordes con actitud punk, siempre deja que sea Rosalía la que lleve el peso. Los escasos arreglos, eso sí, irrumpen siempre de manera atinada, como esos heladores coros angelicales de ‘Nos quedamos solitos’, que podrían prolongarse infinitamente, o ese feedback que subyace en ‘Día 14 de abril’.

De ahí que hayan huido de clasificar el tracklist en palos, como marcan los cánones, y entiendan muy acertadamente que este es, más que un disco de flamenco al uso, un disco de canciones. Ese, quizá, es el mayor valor de ‘Los Ángeles’, más allá de la confirmación del brutal talento natural de la cantaora: la universalidad de su talento en un álbum que emociona sea entendido en folclore o no. Porque en él prima la emoción, la sensibilidad desarmante que la barcelonesa imprime en su cante, que no cabe explicar con palabras, que habla por sí misma.

A favor rema, además, el hecho de que la estudiada selección de letras abunda en la muerte como tema central. Conforman una bárbara colección de murder ballads enraizadas en el imaginario popular, que retratan la desesperación y desolación en torno a la parca, ya sea en la pérdida de un familiar, la violencia machista, el anhelo por la familia perdida de los exiliados, la venganza, el suicidio o el sacrificio espiritual. Si bien es un bonito detalle la inclusión de esa apropiación de ‘I See a Darkness’ (hábilmente relegado casi como un corte extra, al final) como guiño al origen de su relación musical (fue la primera canción que tocaron juntos), parece algo descolgada del trágico conjunto. Con unos mimbres tan escuetos como genuinos, ’Los Ángeles’, especialmente en su sobrecogedora primera mitad, resulta un vendaval emocional que encoge las entrañas, y que solo hacia el final ofrece un pequeño respiro al oyente. Una presentación inmejorable, a la altura de las expectativas, que son aún más altas de cara a un futuro que se adivina brillante.

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Publicado por
Raúl Guillén