La relación de Pitchfork con la música pop y los superventas es complicada. Tradicionalmente ha puntuado muy a la baja discos de Pet Shop Boys, Amy Winehouse o Coldplay, y directamente ha dejado sin reseñar los álbumes de Katy Perry, Britney Spears o hasta hace poco, quizá por la compra de Condé Nast del site, quizá por su calidad, Adele y Justin Bieber. De manera significativa, el gigante de Chicago jamás reseñó ‘1989’ de Taylor Swift pero sí lo incluyó en su lista de mejores álbumes del año.
La crítica de la periodista Laura Snapes no tiene desperdicio. Ya el sumario promete, cuando indica que Edward Christopher usa «la sabiduría blandita y la música sin imaginación para reflexionar sobre lo bueno y lo malo de la gente que le rodea, pero sin mirar a su interior ni una sola vez». Carcajada. Snapes habla de cómo «su autoproclamada falta de guayedad le hace guay e inmune a críticas malhumoradas», de lo importancia que le da al amor y de la cantidad de dinero que tiene, lo cual no cuadra, para esta periodista, con algunas de las letras de su disco. También critica su sentimentalismo y comenta que Sheeran debe dejar de mostrar a las mujeres «como ángeles o traidoras». Quizá la cumbre del texto sea: «prácticamente puedes oír a Rihanna reírse cuando le ofrecieron la concesión al tropical house que es ‘Shape of You'»… aunque cabe plantear quién ha reído el último.
Sheeran, que tiene sus 3 discos prácticamente empatados a 67 sobre 100 puntos en Metacritic, sabe lo que es ver todos sus discos suspensos en algunos medios, y también lo que es recoger premios tamaño Grammy. Esta crítica no afectará su curso y ‘Divide’ seguirá siendo uno de los discos más vendidos de 2017, pero para unos cuantos lectores del portal americano -aquellos que lo usan como Biblia- su imagen está, desde hoy, un peldaño por debajo de la de Adele, Taylor… o incluso Bieber.