Una pena porque el cásting ha sido excelente, con personajes desde el principio perfectamente diferenciables, competitivos y polémicos, pero siempre sin olvidar que esto era un concurso gastronómico. Sobre todo desde la repesca de Melissa el ritmo del programa ha sido trepidante -todo lo trepidante que puede ser un programa que termina a la 1 de la madrugada-, y así hemos llegado a una final que ha sorprendido mucho a todo aquel que haya evitado la filtración del ganador, que se conocía aparentemente a finales de marzo en esta web, y comentamos en este artículo (si no has visto aún la final, no sigas leyendo).
¿Podía no ganar el único concursante con estrella Michelín de esta edición? Esto es lo que nos preguntábamos desde el primer episodio y lo que se ha resuelto en el último programa, aunque no haya sido de la mejor forma posible. Es chocante que en un programa que vende la alta cocina, que enfrenta a cocineros profesionales en lugar de a amateurs frente a otras propuestas como Masterchef, se deje elegir a la audiencia quién es el ganador. Un grupo de 25 comensales elegidos «por sorteo» tras un llamamiento a través de la web -¿la única criba es saber entrar en la web?- quizá no es el público más adecuado para evaluar los platos finales. Para colmo, el jurado formado por Chicote, Paco Roncero y Susi Díaz ni siquiera ha llegado a comentar las ideas maestras de Rakel y Víctor. ¿Ninguna explicación o hipótesis siquiera sobre las posibilidades que tenía cada cual o los aciertos y defectos? ¿Habrán probado al menos los platos?
Al final, había sorpresa: Rakel se hacía con el premio. ¿Nos ha ofrecido suficientes explicaciones y justificaciones el montaje del programa? Sí, pero se han echado en falta algunas más. Por ejemplo, una cara de Víctor probando uno de los platos de ella, pues hasta el último minuto el estrella Michelín ha sostenido que Rakel no sabía cocinar, solo emplatar. Todo ello justo mientras comprobábamos que el emplatado no era el fuerte de una Rakel completamente desesperada. Ni tampoco el autocontrol de sus nervios. En contraste con todas las veces en que ha perdido la paciencia, ha desanimado a sus propios compañeros de equipo o directamente se ha echado a llorar pinchada por la pérfida ex amiga de Melissa, sí hemos visto cómo semana tras semana ganaba pruebas, lograba ser la primera finalista o rara vez se decía cosa mala sobre sus platos. Pese a que ha faltado un retrato más perfecto de esa evolución que sí se ha intuido, ha nacido probablemente una estrella en otra de las ediciones más emocionantes del programa. Aunque habrá que revisar si merece la pena rodar y emitir con tantísimos meses de diferencia…