Música

Get Mad 2017 trajo a The Zombies o Half Japanese, pero también nos descubrió a nuevos artistas

Comenzaba el viernes una nueva edición del Get Mad, un aún joven evento que tiene el madrileño barrio de Malasaña como centro de operaciones. Nuevamente, entre las salas But, Maravillas, Changó y Taboo andaba el encaje de bolillos para decidir a qué grupos ver y qué grupos descartar dolorosamente, debido a más de una solapación. Con el eclecticismo de nuevo por bandera (desde el metal a la psicodelia, pasando por el punk y la electrónica), aquí relatamos parte de lo sucedido este fin de semana. Fotos: Íñigo Amescua.

Tras la cancelación de la cantautora Emma Ruth Rundle, la organización del festival actuó rápidamente para rellenar el hueco con una propuesta no menos interesante: el trío salmantino El Altar Del Holocausto fue el encargado de descorchar la botella en la sala Changó y dar comienzo al evento. Su música gira en torno al post-metal de bandas como Toundra, con momentos realmente bellos que se mezclan con riffs que arrasan con todo. Si eso no es suficiente para convencer a quien no los conozca, mucho ojo con la puesta en escena, pues los tres miembros se ocultan tras túnicas blancas que, más que al Ku-Klux-Klan, recuerdan a algún tipo de sociedad secreta ocultista. La sala iba llenándose poco a poco y, tras ellos, salían a escena King Dude, proyecto del americano (de Seattle, para más señas) Thomas Jefferson Cowgill que gira en torno al neo folk de Death in June, pero con unos aires más rockeros que podrían acercarle más a Nick Cave o a Wovenhand/16 Horsepower. Con unas letras apocalípticas que giran en torno a la muerte, el amor o el sexo, Cowgill y su banda hicieron las delicias del cada vez más numeroso público con temas emotivos y enérgicos como ‘Death Won’t Take Me’, ‘I Wanna Die at 69’ o ‘Black Butterfly’. El frontman estaba agradecido ante su público y encantado de estar en Madrid, afirmando que, con obras como ‘Saturno devorando a su hijo’, de Goya, “los españoles estamos tan jodidos de la cabeza como los americanos”.

Tocaba cambiar de sala, a la But concretamente, para presenciar dos de los conciertos de mayor renombre de toda la noche. En primer lugar, Jad Fair y sus Half Japanese, para quienes (quitando lo físico), no parece haber pasado el tiempo, pues siguen ejecutando el mismo punk destartalado de sus años mozos con una energía encomiable para su edad. Tal eran las ganas de comerse el escenario que, tras unos pocos temas, Jad acabó partiendo en dos la diminuta guitarra eléctrica que llevaba (la cual se había limitado a rasguear, sin tocar acordes ni nada). Con temas clásicos como ‘Firecracker’ o ‘Charmed Life’ y, como curiosidad, una sorprendente y deconstruida versión del ‘Movin’ On Up’ de Primal Scream, fue uno de los conciertos más intensos y divertidos del viernes.

Half Japanese no lograron congregar a demasiada gente en la But y menos mal que el ambiente estuvo más caldeado para presenciar el concierto con mayúsculas de la noche: la hora que estuvieron los suecos Dungen fue un momento en el tiempo de los que se te quedan grabados. Aunque llevan casi veinte años en activo, inexplicablemente era la segunda vez que visitaban nuestro país y la primera que actuaban en Madrid. Su rock psicodélico, lleno de detalles preciosistas, ya sean pasajes de flauta travesera o mellotron, fue un viaje de los que quieres que nunca acabe. La banda de Gustav Ejstes nos cogió de la mano y nos llevó en gran parte su set por los temas instrumentales de ‘Häxan’, último álbum hasta la fecha (en el que ponen música a Las aventuras del príncipe Ahmed (1926), que es la película más antigua de dibujos animados que existe), pero también quisieron recordar algún tema clásico en su discografía, como ‘Panda’. Podías cerrar los ojos y dejarte llevar, sentir la delicadeza de su música, evocando recuerdos de héroes del género como Pink Floyd o King Crimson, pero siempre bajo el personal prisma de los de Estocolmo. Un verdadero lujo contar con una banda tan especial.

En la recta final del viernes había que acercarse a las otras dos salas que participan en el festival para ver lo que se cocía. Simultáneamente, en las salas Taboo y Maravillas había dos ambientes muy distintos. Por un lado, desde Tel Aviv estaban los Ouzo Bazooka, de estética hippie y practicando un rock clasicote con tintes psicodélicos, que sin salirse demasiado del libro de estilo del rock psicodélico, parecieron gustar a los que se decidieron por su propuesta, que tampoco fueron demasiados. La fiesta parecía estar en esos momentos en la Maravillas, a reventar de público, con los australianos Dune Rats. Los de Brisbane tampoco se salen demasiado del libro del rock garajero, pero la energía que giraba en torno al escenario con su actuación acabó por convertir el recinto en una fiesta digna de una fraternidad de peli americana: la banda pegando botes y escupiendo al aire, tirando al aire sus instrumentos y los pies de micro y el público fuera de sí en un eterno pogo, todos cantando a coro en temas como ‘Dalai Lama’ (que riman con marihuana en la canción, para entender el contexto adolescente en el que caminan).

De vuelta a la Taboo, la última actuación de la noche corrió por parte de los asturianos Fasenuova. Su electrónica oscura e industrial, que se mira en el espejo de antecesores como Esplendor Geométrico, pedía más volumen (el propio Ernesto Avelino, encargado de voces y aullidos varios, lo pedía constantemente), pero aun así, se pudo disfrutar de temas como ‘Hell Angel’, de su último trabajo, entre otros.

La segunda y última jornada de esta edición del Get Mad! tenía unos protagonistas indiscutibles que, aunque fuera por mera curiosidad, la gente tenía que ver, pero más allá de la cacareada actuación de The Zombies, hubo bastante que ver desde el principio hasta el final. Posiblemente, el año pasado había más bandas inmediatamente reconocibles (encontrarse a Wire, The Soft Moon, Psychic TV o Black Lips en el mismo cartel no es moco de pavo), pero este año merecía la pena hacer los deberes e indagar. Seguramente, más de un asistente contará con uno o dos grupos favoritos más que añadir al palmarés. A continuación, las crónicas del sábado.

Para todo amante del sonido de ensueño de bandas como Deerhunter o DIIV, era obligatorio acercarse pronto a la sala But a ver la actuación de los californianos Froth, quienes tienen en ‘Outside (Briefly)’ a uno de los álbumes de los que estar pendientes en 2017. Entre el kraut y el dream pop con arrebatos de shoegaze, los de Los Angeles fueron un delicioso aperitivo con el que empezar la jornada de conciertos con buen sabor de boca, gracias a temas como ‘Passing Thing’ o ‘Contact’. Poco después llegaría a la misma sala una propuesta bastante distinta: de lo etéreo y ensoñador de Froth, pasábamos al rock and roll abrasivo de Jim Jones & The Righteous Mind, nuevo proyecto del guitarrista y cantante británico tras su Revue, que camina entre el rock garajero y el rhythm and blues con la pasión espiritual de unos Nick Cave & The Bad Seeds en cuyo espejo seguramente se haya mirado el bueno de Jim, pues es imposible no pensar en los australianos al escuchar temas como ‘No Fool’ o ‘Alcecide’, contenidos en ‘Super Natural’, debut del proyecto. Con el carisma y la energía de su frontman, el público disfrutó bastante (Jones no dejaba de establecer contacto con el respetable), que de eso es lo que se trata al fin y al cabo.

Prácticamente a la misma hora que Jim Jones, actuaba en la Taboo otro californiano, Morgan Delt. Algo falló, tal vez en el sonido de la sala o tal vez por algo más básico y es que la cantidad de detalles sonoros de los que goza su notable ‘Phase Zero’ (Sub Pop, 2016) no acaban de trasladarse al directo, con un formato de cuarteto básico de rock. Es admirable la intención de ofrecer algo distinto en un concierto, pero el delirio psicodélico del susodicho trabajo apetece escucharlo tal cual. Aun así, se dejaron escuchar temas como ‘Another Person’ o ‘A Gun Appears’ (además de algún clásico como ‘Barbarian Kings’), que resisten cualquier puesta en escena. Al término del show de Morgan, llegaba uno de los conciertos más divertidos de la noche con Surf Curse en la Maravillas. El dúo de Nevada (trío para la ocasión, con una segunda guitarrista), formado por Jacob Rubeck y Nicholas Rattigan es un cohete a reacción sobre el escenario y esa energía llegó al público desde el minuto uno. Es difícil resistirse ante la frescura de sus melodías, despachadas sin pausa. Temas como ‘Doom Generation’ tienen a bandas del estilo de No Age o Wavves como referentes y tocados con esa garra (a destacar la actitud de Rattigan, cantando y tocando su minúscula batería como si se fuera a acabar el mundo), la partida estaba más que ganada.

Como era de esperar, la sala But estaba a rebosar de gente para el concierto de The Zombies, quienes vinieron para repasar sus grandes éxitos, pero también para dejar claro que no viven exclusivamente de la nostalgia, dejando caer algún tema de su último trabajo hasta la fecha (‘Still Got That Hunger’, de 2015). Liderados todavía por Rod Argent y Colin Blunstone (quien mantiene unas cualidades vocales envidiables para su edad), los británicos defendieron bastante bien clásicos como ‘Care Of Cell 44’ o ‘Time Of The Season’, pero su intento de mantenerse activos y vigentes en composiciones más recientes como ‘Moving On’ o ‘Edge Of The Rainbow’ (temas de rnb/rock and roll genéricos en el mejor de los casos) deja claro que su talento compositivo vivió tiempos mejores. Estuvieron correctos de principio a fin y el público supo agradecer el esfuerzo.

De vuelta en Taboo, The Goon Sax (con Louis Forster, hijo de Robert Forster de The Go-Betweens) no acabaron de dar el mejor de los conciertos, pese a que su repertorio, protagonizado por el notable debut ‘Up To Anything’ (2016) es incontestable, repleto de frescas melodías pop. Un concierto así pide inmediatez, pero el constante intercambio de instrumentos entre Forster y James Harrison (compartiendo ambos tareas vocales, bajo y guitarra acústica) y constantes problemas con la afinación impidieron escuchar las canciones seguidas. Aun así, cuando sonaron ‘Telephone’ o ‘Boyfriend’, todo inconveniente quedaba atrás y solo quedaba disfrutar. Sin moverse de sala, el broche final lo pusieron The Vacant Lots con su rock and roll psicodélico y minimalista que los emparenta con referentes como Suicide (el propio Alan Vega colaboró con ellos) o bandas más recientes como The Raveonettes. Con temas robóticos y bailables como ‘Night Nurse’, se metieron al público en el bolsillo, entre riffs repetitivos de guitarra, sintes y cajas de ritmo, dejando el listón bastante alto, esperando que el año que viene llegue otra excitante edición del festival.

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