Björk avisó en su charla de que su set empezaría lento y se animaría progresivamente. Y así fue: su primera elección fue una composición a piano minimalista -desconozco el autor pero podía ser Arvo Pärt perfectamente-, al que siguieron unos hipnóticos cantos tribales, un tema de Arca y un a capela de Kate Bush. Para mantener la atmósfera, Björk evitaba los cambios abruptos y unificaba cada tema a través de unos cantos de pájaro en plan «new age» (o como llama ella, «música de un mundo extraño»). Cada vuelo daba paso a una fase distinta de la realidad fantasiosa y extraña que Björk evocaba en su sesión.
La sesión de Björk se enfocó sobre todo en dos mundos distintos, en principio completamente opuestos, como son la música folclórica no occidental y la electrónica de vanguardia. La selección folclórica de Björk se compone de ritmos y melodías aparentemente de Marruecos, Pakistán, India, también de la África negra, probablemente Etiopía, y se percibe hecha con respeto por las tradiciones «exóticas», aunque muchos podrían convencerme de que la islandesa se… ¿apropió? demasiado estos sonidos…
En el otro extremo, la segunda parte del set de Björk es sobre todo electrónica: la cantante pasa un buen rato jugando con ritmos de tecno dislocados y agresivos recordando los sueños virtuales de Oneohtrix Point Never. En esta fase de su set la islandesa hace malabares con la paz y el caos de sus ritmos más esquizofrénicos y moldea los tempos a su antojo, por momentos rozando lo desagradable. Se integran durante esta fase más ritmos folclóricos y da el golpe definitivo ‘BirdFlu’ de M.I.A., que lo une todo y supone probablemente el punto álgido de la noche.
En la parte final del set hay tiempo por supuesto para el R&B, pero Björk sabe que unos “grooves” orientales pueden con todo y los chorros de sudor que empaparon anoche el suelo de SonarHall se deben a ellos. La cantante no se olvidó de Rihanna y, entre otras, pinchó ‘Pose’, un bonus infravalorado por feísta, pero que es todo un temazo, ni tampoco de El Guincho (‘Bombay’ sigue abrasando como el primer día) aunque decepcionó cerrando con una balada azucarada de los cincuenta, menos graciosa de lo que probablemente pretendía, más “esto se ha acabado, largaos de aquí, gracias”. Minucia no obstante frente a la gran sesión que la ha precedido y que ha inaugurado el Sónar por todo lo alto.
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