Juana Molina impartió magisterio en el SónarVillage bajo un sol implacable. Presentaba ‘Halo’, su estupendo último disco, reforzada con una buena base rítmica (batería y bajo), lo que despojó a su pop-folk electrónico de dormitorio de su lado más onírico y lo afiló a base de psicodelia, alargando los temas y convirtiendo su concierto en una jam-session. Adornó ‘Estalactitas’ con redobles de batería, reforzó el groove en ‘Eras’, coronó ‘Un día’ con una espléndida demostración de poderío vocal y delirio rockero… Derrochó clase incluso cuando tuvo que volver a empezar ‘Sin dones’. Me jugué la insolación, pero valió la pena. Mireia Pería.
River Tiber, el proyecto de Tommy Paxton-Beesley, saltó al Sónar Dome en formato trío. Su aspecto es de hip hopero de manual (gorras y chándal Adidas). Pero lo suyo es soul electrónico y elegantón, cadencioso, listo para el dormitorio, con alguna escapada funk y recuerdos a su compatriota Drake. Todo ello conducido por una voz no poderosa pero sí expresiva. Agradable, pero poco más. Mireia Pería.
Roosevelt es otro proyecto en solitario disfrazado de banda. En este caso, del alemán Marius Lauber, un nacido en los noventa enamoradísimo del sofisticado sonido ochentas; su disco de debut está lleno de posibles éxitos de 1985. Su banda parecía la del baile de graduación de una comedia americana de la época, todos vestidos de blanco y sintetizadores fucsia. Lieber siempre está en el límite entre la contención y el desmelene, y su repertorio suena brillante y entrañable. Las canciones tienen hechuras de hit (especialmente, ‘Colours’, la que más cerca está de serlo de verdad). A veces están algo aquejadas del síndrome ‘Midnight City’. Otras saludan a Talking Heads. Pero todas están rebosantes de riffs de sintetizadores y nostalgia estival. Como declaración de intenciones, interpretan ‘Teardrops’ de Womack & Womack. Revivalismo molón. Mireia Pería.
Con Fat Freddy’s Drop me ocurre igual que cuando asisto a un concierto de falsos rumberos en una fiesta mayor; mucho ritmo, mucho baile, mucho cachondeo, pero aquello se escurre de mi memoria al segundo de acabar. Ellos son neozelandeses; el tipo que lanza las bases es maorí, la sección de metales parecen los abuelos de Heidi… pero logran hacerte creer que estás ante un combo jamaicano. La voz mimetiza el deje rastafari, el bajo dispara dubs gordísimos, tocan muy bien, suenan mejor y montan una buena fiesta pero…no acabo de conectar con ellos. Quizás les falte personalidad y canciones reconocibles. Sin embargo, el jolgorio que lían es incontestable. El trombonista se erige en estrella, convertido en una especie de Capitán Calzoncillos con capa plateada; los metales se lucen a base de bien y, a medida que avanza el despiporre, van añadiendo ritmos latinos, funk y sonido Philadelphia a su batidora. Y el público baila cada vez más desenfrenado. Si la gente es feliz, yo soy feliz. Pero a mí no me convencen. Mireia Pería.
Las propuestas más interesantes y personales que encuentro en el Sónar de Día son las femeninas. El ejemplo más contundente es Bad Gyal. Medio Sónar y yo tenemos la misma idea: acudir a ver a Alba Farelo al espacio del Sónar XS, el espacio más pequeño del festival, que se queda realmente minúsculo dada la cantidad de público que se ha congregado. Me tengo que conformar con un rinconcito lateral y ver solo una esquina del escenario.
Asumo que voy a hacer un poco de sociología barata pero, viendo (y escuchando) a la gente de mi alrededor, me da la sensación de que Bad Gyal ha derrumbado más prejuicios de los que parece; ha abierto el trap y otros ritmos urbanos de raíz latina al público catalán y de nivel socio-cultural medio, pasando de género defenestrado a respetado. ¿Y ella? Exudando felicidad; no puede ocultar la alegría sincera que le provoca estar en el Sónar. Con su sempiterno top blanco, un tanga y perneras (definitivamente, enseñar culo es tendencia este año), resulta sexy y, a la vez, sigue conservando un aire infantil. Como ayer Princess Nokia, lleva todo pregrabado y, como la americana, suple la falta de recursos con desparpajo y actitud, aunque aún se le nota un poco la falta de rodaje. Caen los hits (así son recibidos), ‘Mercadona’ de entrada. Las fans más motivadas son chicas, que se saben todas las letras. Aparecen dos bailarinas en ‘Dinero’. Los altavoces retumban hasta la sordera, ellas agitan los traseros, mientras suena una festivísima ‘Jacaranda’, un ‘Pai’ coreadísimo -con exceso de vocoder para mi gusto-. Y su actuación, muy breve (ni media hora), se acaba con ‘Nicest Cocky’, que allí suena aún mas a “sad dancehall” como si, en ese escenario y a ese volumen, alcanzara todo el sentido. Alba se lanza al público emocionada y se queda un buen rato saltando feliz por el escenario, mientras sus bailarinas ejecutan números acrobáticos. Quizás aún ha alcanzado a ser la gran estrella del trap español, pero va enfiladísima. Mireia Pería
Suzanne Ciani no lució demasiado en lo que debería haber sido una banda sonora perfecta de media tarde. La italiana contó con una buena cantera de paisanos, además de con El Niño de Elche en primera fila, pero su propuesta ambiental no caló ni con todo su amasijo de cables, que generaba cierta inquietud entre los presentes. Por alguna razón le costó conectar con la audiencia. Sr John
A Herbert le ha salido un serio competidor con el francés Jacques. Rodeado de banderas de países desconocidos, y con una cámara sobre la mesa de trabajo que se proyectaba en el fondo del escenario, nos advirtió que iba hacer un set improvisado. Empezó grabando el sonido del bote de una pelota, después un alarido, el rasgar de un plástico… y así fue emitiendo todo en modo repetición. Poco a poco incorporó bases a su sinfín de objetos simpáticos, cautivando a toda la grada por su cercanía. No tuvimos que esperar mucho para que el espectáculo despegara y tocamos el cielo cuando los bombos hicieron acto de presencia con el consiguiente griterío generalizado de los presentes, a pesar de ser de las primeras horas de la tarde. No le podemos tener muy en cuenta el par de cortes accidentales de sonido, pero su corte de pelo sí: muy a favor y también de que Herbert vuelva a la actualidad. Sr John
Evian Christ era una de nuestras apuestas destacadas para esta edición, básicamente porque su propuesta la vez anterior fue apabullante. La de este viernes simplemente ha vuelto a ser extraordinaria, aunque no apta para epilépticos en cuanto a iluminación. En lo sonoro tampoco para personas con enfermedades coronarias: los bajos fueron tan densos que los dedos de los pies vibraban dentro de las zapatillas de los que allí estábamos. Un set para disfrutar con tapones, para no dañar nuestros tímpanos, y con gafas de sol. A pesar de toda esta intensidad, también hubo momentos de respiro hacia la mitad, con unas notas del clásico ‘Children’, del recientemente fallecido Robert Miles
. Lleno total en el SónarHall pero sin demasiados aplausos al final a pesar de que hubo muy pocos abandonos. Sr JohnMás tarde de Evain Christ tomó el relevo, en cuanto a sonidos graves, Clark, presentando su estrenado ‘Death Peak’, un trabajo repleto de IDM y techno consagrado a la contundencia. Bases elegantes, sombrías y pegando con certeza en el plexo solar. Nada de notas descafeinadas: la perversión y el tono casi apocalíptico dejaban momentos idóneos para el éxtasis. Y para nuestra sorpresa, se acompañó en algunos cortes de un par de bailarines con el rostro cubierto, todo ello mezclado con un sonido que pocas veces hemos visto acompañado de danza. Sr John
Varias son las ocasiones que ha estado en Sónar Nicolas Jaar, todas ellas coincidiendo con grandes cabezas de cartel, como sucedió el año de Kraftwerk. En esta ocasión lo hacía con Moderat. Su arranque fue algo dubitativo, sin hacernos bailar, pasando de puntillas y con el escenario a oscuras sirviéndonos un par de canciones bastante lentas. Su silueta en las pantallas dejaba la impresión de que tocaba sus canciones vía satélite, en otra galaxia. Pero su set fue de menos a más, y uno de los grandes momentos fue cuando interpretó ‘Three Sides of Nazareth’. La afluencia de público fue extraordinaria, a pesar de la competencia. Sr John
De todas las sesiones que hemos visto o picoteado de camino, la que se ha llevado la palma ha sido la de Jon Hopkins. Su tercera visita al festival le ha valido salir por la puerta grande. También tenemos muy presente la de Masters At Work, que ha sido más que correcta, deleitándonos durante casi un par de horas con su oda clásica al house instrumental (salvo contadas ocasiones, una de ellas y álgida la de Whitney Houston). Ambas sesiones fueron masivas en cuanto a público. Si destacamos la de Hopkins es por el control de los tiempos y su interés por comulgar con el pabellón de SónarClub. Junto a Scuba, lo podemos considerar uno de los productores y djs con más control y cuidado a la hora de seleccionar temas. Hopkins ha tirado de temas propios de su último disco (no olvidemos que es la salida de una noche de fiesta), y también ajenos, como Linsdtrøm. Sr John
Modeselektor tras las mesas y Apparat como un Dave Gahan estático, Moderat abren con ‘Ghostmother’. Las pantallas parecen fundidas, aunque se arreglan al segundo tema, mi preferido del trío: la bomba ‘A New Error’. Suena amenazadora, la estiran y nos machacan la cara con ella. El trío también parece abonado al curso de animación de Anderson .Paak, porque no paran de jalearnos y animarmos. Su actitud risueña contrasta con su sobriedad escénica y sus uniformes negros. De hecho, el concierto a ratos parece algo parco, con unas proyecciones obsesivamente matemáticas y plagadas de ondas sinusoidales. Pero cuando se conjugan las luces, la música y las proyecciones, el resultado es avasallador. En ‘Eating Hooks’ nos bañan en fuego amenazador y rojo sangre, prácticamente te obligan a implorar piedad. Y justo, en ese momento, estalla el drama. Tras cuarenta minutos de concierto, Apparat hace un comentario ininteligible y los tres Moderat se largan. ¿Qué ha pasado? Parece que se les ha fastidiado el sonido y que el concierto se acabe aquí. Afortunadamente, el parón no llega a los cinco minutos y regresan con ‘Rusty Nails’, bañado en hermosas imágenes. No cesan en lanzarnos esos temas que conjugan tan bien épica, cierto toque mesiánico y alta graduación emocional. Y cuando llegan a ‘Nr. 22’, con su tralla, sus proyecciones abstractas y las luces blancas parpadeantes, hasta el segurata del foso se acaba engorilando. Apparat se libera de su estatismo y, desatado ya, se pone con ‘Bad Kingdom’. La vertiente más pop y tierna de Moderat es el brillante colofón de su noche. Mireia Pería
Fotos Bad Gyal, Nicolas Jaar: Fernando Schlaepfer
Foto Anderson .Paak: Vicky Grout
Fotos Kiddy Smile, Moderat: Nerea Coll