‘Verónica’ es la mejor película dirigida en solitario por Plaza, la que de forma más armoniosa conjuga las convenciones del género de terror contemporáneo hollywoodiense con un discurso muy personal de fondo. Si la miras directamente a los ojos, ‘Verónica’ es una eficaz película de miedo, un ‘Insidious’ o ‘Expediente Warren’ a la española, tan atractiva como enormemente convencional. Pero si la miras a través de un negativo fotográfico, como hacen las niñas protagonistas para ver un eclipse solar, apreciarás más cosas. Verás que, como la reciente ‘Crudo’, ‘Verónica’ es una película sobre la pubertad; un relato de iniciación donde el miedo a crecer, el terror a asumir las responsabilidades adultas, genera monstruos.
Partiendo de un caso real, el llamado “expediente Vallecas” (que todo fan de Iker Jiménez conocerá), el director narra una fábula terrorífica sobre la angustia y la vulnerabilidad emocional de una adolescente. Y lo hace con un pie en el popular barrio madrileño y otro en un set de rodaje de James Wan. El director mezcla costumbrismo y goticismo, calorazo mesetario y tormentas becquerianas, cansadas camareras de barrio y siniestras monjas ciegas. Y lo hace con la misma naturalidad y eficacia con la que Chicho Ibáñez Serrador combinaba elementos en apariencia discordantes en su ‘Quien puede matar a un niño’, no por casualidad homenajeada en la película.
Una sesión de güija montada en paralelo con un eclipse solar es la inspirada metáfora que utiliza el director para poner en marcha una pesadilla proletaria con música de Héroes del silencio (Plaza es fan del grupo y rodó el documental ‘Bunbury 3D’). Un cuento de terror cuya doble naturaleza encuentra su mejor ejemplo en la ingeniosa utilización que se hace de la canción del anuncio de Centella: la letra puede servir tanto para explicar un sentimiento (“tiempo para mi, tiempo de vivir”) como de conjuro para espantar a los malos espíritus. La inclusión al final de las fotos del expediente del suceso real inyecta un toque de sordidez a la película que hace que te vayas a casa con ganas de conocer qué le ocurrió a Estefanía Gutiérrez Lázaro aquel verano de 1991… 7’5.