‘Porcelain’, utilizando el título de uno de sus mayores éxitos, es la autobiografía del neoyorquino, que llega hasta justo antes de la publicación de ‘Play’. Un trabajo que en 1999 fue todo un referente por la combinación de techno, gospel o house, llevándole no solo a ventas multimillonarias –en unas fechas sin castigo por la crisis- sino también a cosechar buenas críticas. Esto último solo en parte porque la apuesta del sello Mute –Depeche Mode, New Order o Goldfrapp- por contratar a alguien del otro lado del Atlántico apenas consiguió el aprobado en el medio de Chicago Pitchfork (siendo de los pocos albúmes de Moby que lo han logrado: más de uno de sus trabajos ni siquiera ha llegado al tres sobre diez).
A continuación cinco razones por las que estas casi quinientas páginas son imprescindibles:
1. Los encuentros antes de ser archifamoso con David Bowie, Trent Reznor, Nina Hagen o la sacudida inesperada con Madonna, entre otros. Las preferencias de Moby quedan evidentes: unos están más detallados que otros. El de Bowie se hace especial porque no puede disimular su furia de fan.
2. De todos es conocido el afán de Moby por defender los derechos de los animales, su cristianismo o el veganismo extremo, un lastre que en determinadas salidas nocturnas se hace tan pesado como los collares de Margaret Tatcher. En estas memorias conoceremos el origen de todo su ideario. Nada de un ramalazo en una noche de borrachera.
3. Se hace imposible no buscar vídeos en Youtube después de acabar algún capítulo, conociendo de primera mano las circunstancias que lo rodean. Su primera actuación en el programa musical británico ‘Top of the Pops’ es para sangrar por las costuras.
4. No falta, como en toda noche de fiesta que se precie, los instantes para el coqueteo, los filtreos no correspondidos, la caza furtiva de sexo, cómo se acentúan los temores y la soledad en estado ebrio, el romanticismo, los excesos de alcohol y sustancias, el desfase de horarios o aparecer al otro lado del mundo de tu casa.
5. El repaso a la vida nocturna de Nueva York entre los años 1989 y 1997. Aunque los últimos años él no sale tanto, los primeros son un documento pormenorizado de lo que se bailaba, las salas emblemáticas de la ciudad, cómo empiezan o acaban la sesión dj’s que ya empezaban a ser conocidos o ya lo eran, el tipo de público y como este se mezclaba sin tener nada que ver, el funcionamiento de las tiendas especializadas de música, las preferencias a la hora de vestirse o las vueltas a casa después de la juerga. Hay un episodio difícil de olvidar cogiendo el metro con un motón de amigos.
Finalmente, se hace imposible no adjuntar, ante la abrumadora citación de canciones prácticamente olvidadas, una lista con la banda sonora de parte de esos momentos.