Lo que vimos fue una conversación sin norte ni sentido -menos incluso del habitual en el programa- en la que apenas se pudo entender algo sobre el día en que El Cigala dio su primer concierto tras la muerte de su esposa Amparo, a la que adoraba. «Llegué sin ganas de nada. Llegué muy cansado, derrotado, sin mente para cantar y cuando salí al escenario, estaba todo. Yo creo que fue el alma la que cantó esa noche», confesó en uno de los pocos momentos de claridad.
En el resto, El Cigala hizo del «cortarrollos» el nuevo «¡Atrásss, atrásss!», respondió lo que quiso, se rió a destiempo y produjo un par de silencios incómodos cuando se supone que tocaba oír al público reírse. Pero sobre todo miró a la más absoluta nada durante su intervención. Que fue coronada además con un concurso de chistes surrealista en el que le vistieron de romano y ducharon a unos empleados del programa y, sobre todo, con una espectadora perdiendo un coche y ganando en su lugar una mierda pinchada en un palo. Nivel Hormiguero.
A la espera de que se confirme si El Cigala es así y ya está, o su visita en este estado va a convertirse en una tradicición de El Hormiguero, el programa fue seguido por un 12% de la audiencia y 2.059.000 espectadores, además de anotar el minuto de oro del día, con un 18% y 3.051.000 espectadores, a las 22.47 h.