La directora deja su declaración más controvertida hablando sobre independentismo y estableciendo una vaga comparación con el nazismo, afirmando que “en los inicios del nazismo, el partido nazi consiguió crear un espíritu de camaradería entre la gente que hizo que sintieran que pertenecían a algo. Esa pertenencia les dio la victoria. Muchas buenas personas juntas pueden resultar dañinas”. Coixet defiende que “no estar a favor del independentismo no significa ser facha” y que la ciudadanía no independentista de Cataluña ha tenido miedo a hablar porque “lo veíamos como una insensatez y pensábamos que caería por su propio peso”. “Pero ahora lo veo cada vez más difícil”, defiende. “Cuesta admitir que uno ha sido manipulado”.
Sobre los casos de abusos destapados en Hollywood, Coixet defiende que es importante que estos casos se conozcan y salgan a la luz, pero opina que la mayoría de denuncias emergen desde “un punto de vista de mujer blanca y privilegiada”, y que en el mundo suceden otros muchos casos de abusos que no tienen nada que ver con Hollywood de los que se habla menos, como los abusos sufridos por las niñas en los campamentos de refugiados “sin que tengan capacidad de elegir, no para conseguir un trabajo”. Coixet cree que se están “confundiendo las prioridades”.
Coixet habla también del machismo con el que se ha encontrado en la industria del cine, explicando que en los rodajes, como mujer, “tienes que hacer más ruido para que te oiga”, y arguyendo que cuando se habla de directores españoles según su proyección internacional, “la mujeres no existimos”. En este caso, explica que ‘Mi vida sin mí’ es la película española más taquillera en Japón, un dato probablemente desconocido para buena parte del público. En relación a esto, Coixet asegura odiar la palabra de moda, “empoderamiento”. “Una mujer fuerte es una mujer fuerte. Convertirla en mujer empoderada es no acabárselo de creer, como tener que actuar para parecerlo”.