Música

Ornamento y Delito: «Si el mercado sigue marcando los precios del suelo, en 10 años no va a quedar ni un madrileño»

Hoy reseñamos ‘El Glamour de las provincias‘ de Ornamento y Delito con motivo de la gira de presentación del disco, que comienza este jueves 8 de febrero en Madrid para continuar el sábado 10 en Barcelona. Pero merece la pena detenernos en la pista que cierra el álbum, una ‘Experiencia y pobreza’ muy rica en contenido y producción, sobre la que el grupo nos contesta unas preguntas.

‘Experiencia y pobreza’ no es una de las canciones más inmediatas del disco, mérito que podría caer en ‘Milton’, ‘Hacia la eternidad’ o ‘Canción para Europa’. Sin embargo sí es una de las más singulares, temática y musicalmente. ¿Es una de vuestras favoritas y por eso va al final o está ahí porque se sale un poco de lo que es el resto del disco?
Más bien lo segundo, y porque además veíamos claro que era el sitio que le correspondía musicalmente. Siempre nos han gustado los finales de discos tirando a épicos, in crescendo, con desarrollos que van sumando instrumentos. Lo hicimos ya en uno de nuestros anteriores discos, ‘Adorno’, y concretamente en la canción ‘El futuro’.

En un disco de temática tan diversa, como los homenajes a los músicos que ya no están o el retrato social de ‘Red Bull’ o ‘La mitad del cielo’, ¿qué significa que algo llamado ‘Experiencia y pobreza’ cierre? De alguna manera deja un sabor amargo, de desamparo. La canción parece hablar sobre llegar a los 40 con un vacío, sin haber aprendido nada, como sin nada que merezca la pena. Habladnos de la letra y de ese punto nihilista: ¿es autobiográfica, autoficción, hay algo de resignación o aceptación en ella?
Sin duda se puede coger por ahí. Sin embargo, la idea no era exactamente esa. Efectivamente, hay un mensaje nihilista, pero no necesariamente en un sentido únicamente negativo, ya que a veces es mejor que nada tenga sentido a que el único sentido que encuentres a las cosas te encamine una y otra vez a la misma situación, cual laberinto sin salida. Por ejemplo, cuando se acaba una relación hay sin duda dolor, desgarro, un sentimiento de fracaso y derrota, pero también algo de liberador cuando descubres que se rompió porque algo estaba mal de raíz, desde la misma base del planteamiento, y que ahora se abre la oportunidad de empezar a hacer las cosas de otra manera.

Cuando se acaba una relación hay sin duda dolor, desgarro, un sentimiento de fracaso y derrota, pero también algo de liberador cuando descubres que se rompió porque algo estaba mal de raíz»

La letra es tal vez la más compleja porque parte de un artículo del filósofo Walter Benjamin, un texto del año 1933 del mismo título. Benjamin hablaba allí de la experiencia fragmentada de la Modernidad, de cómo los hechos y las vivencias se acumulan, pero somos incapaces de construir un relato coherente que les dé sentido. Al contrario que en el mundo tradicional, en el que se respetaba a los ancianos porque poseían la riqueza haber acumulado muchas experiencias, los soldados que volvían de la Primera Guerra Mundial, a pesar de haber acumulado más experiencias que nadie, llegaban mudos.

Lo paradójico del artículo es que esto no le lleva a Benjamin a añorar la vida tradicional, sino que considera que la Modernidad había dejado al descubierto el engaño que se escondía en las premisas sobre las que se había construido la tradición. Esta nueva pobreza es en realidad una riqueza, un aligerar la mochila para escapar del viejo mundo del mito y abrirnos a una nueva forma de existencia emancipada (el socialismo).

«La letra de la canción quiere recoger esa sensación ambigua de quien, llegada la madurez, tiene la impresión de llevar toda la vida haciendo el idiota (…) pero, a la vez, siente el alivio de quitarse de encima un montón de escombros que le impedían buscar nuevos caminos»

La letra de la canción quiere recoger esa misma sensación ambigua de quien, llegada la madurez, tiene la impresión de llevar toda la vida haciendo el idiota, de ver cómo sus expectativas con la gente y consigo mismo se daban una y otra vez de frente con la decepcionante realidad (como escribió Shakespeare: «yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos»). Pero, a la vez, siente el alivio de quitarse de encima un montón de escombros que le impedían buscar nuevos caminos para, esta vez sí, dar batalla y tratar de elevar un poco la realidad a través del ideal.

Y, obviamente, todo esto tiene una lectura política y teológica, muy relacionada con los acontecimientos desde el 15-M a esta parte (los 40 años son también los que han pasado desde 1978). El «de pronto amaneció en la Puerta del Sol» va por ahí, aunque se deja la puerta muy abierta tanto a la interpretación como a la historia («yo no lo vi venir»… Ya veremos qué es eso que ha de venir).

Al menos musicalmente hay un algo que apunta al humor: ese punto circense, casi teatral, el cierre cada vez más épico… ¿qué buscabais con la música? ¿Un contraste o más bien una reafirmación del poder de la letra?
Acentuar esa parte positiva, abierta a otro futuro, ambigua también, que se insinúa en la letra. El final puede leerse como una destrucción creativa, sobre los escombros de este mundo acabado construiremos otro mejor.

«Si dejamos que sea el Mercado el que marque los precios del suelo, en 10 años no sólo no va a haber más que Zaras y Starbucks, sino que no vamos a quedar ni un solo madrileño»

Madrid vuelve a aparecer en una de vuestras letras para no muy bien, o al menos el regusto es agridulce, si no amargo, ¿nada que haya mejorado en los últimos años?
La canción la compusimos hace unos tres años, cuando estaban empezando a cambiar cosas importantes en nuestra ciudad, empezando por Carmena. Faltan muchas cosas por mejorar, empezando tal vez por liberar el suelo de las manos de las reglas de Mercado en el centro de Madrid, y para romper con la lógica especulativa del mercado inmobiliario. No sé qué hace falta que pase para que se entienda que el suelo es un bien de primera necesidad que debe administrarse públicamente, controlando sus precios desde las instituciones políticas. Si dejamos que sea el Mercado el que marque los precios del suelo, en diez años no sólo no va a haber más que Zaras y Starbucks, sino que no vamos a quedar ni un solo madrileño. Pero más allá de esto (y de acabar con la política de acoso a la música en directo que debe ser cambiada por una de protección del patrimonio cultural vivo), es innegable que desde que tenemos a Ahora Madrid en el ayuntamiento se puede respirar, y nada daría más pánico que se volviera a entregar el ayuntamiento a los partidos de la corrupción; esos sí que son nihilistas de verdad, no tienen empacho en mandar a tomar por el culo todo con tal de favorecer sus intereses particulares.

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Publicado por
Sebas E. Alonso