Pero resulta curioso cómo este segundo volumen, más que una continuación, resulta ser un paso más allá, como si hubiera tomado decisiones en función de su ‘Vol. 1’. Y es que este parece un disco más equilibrado, rico –también en arreglos: esas apabullantes percusiones de ‘Tus ojitos’– e interesante aún que aquel. ‘Vol. 2’ también tiene canciones harto conocidas, clasicazos tamaño ‘La llorona’ o ‘Luz de luna’. Sin embargo, da la sensación de que, aunque el tratamiento de la producción es tan elegante, sutil y delicado como el de su antecesor, en general Natalia pone un punto menos de dulzura, como si fuera consciente de que este repertorio la está elevando a un nivel de dama del folclore que está unos pies por encima del resto de la humanidad. Así, convertida en una especie de mito inalcanzable, la obra adquiere un valor añadido.
El mejor ejemplo sería su interpretación del bolero ‘Alma mía’, capaz de erizar el vello y enamorar platónicamente sin remisión. Pero lo mismo se puede aplicar a las dos canciones citadas al principio del párrafo. Esta vez no importa que las adoremos en voz de Chavela –aunque ojo: la letra de esta versión incluye versos distintos, de una hermosura que desborda– o María Dolores Pradera, porque Natalia las lleva a un espacio único y personal. Además, esta vez sí hay un repertorio algo menos previsible que en ‘Vol. 1’. Qué placer descubrir ‘Desdeñosa’, una maravilla de Benigno Lara Foster, sublimada por un trío de campanillas: Lafourcade, Omara Portuondo y Eugenia León; o la anhelante ‘Eclipse’ de la cubana Margarita Lecuona; o la criolla ‘Te sigo’, del peruano Óscar Avilés.
Pero es que en este nuevo volumen Lafourcade también sube el nivel en cuanto a sus composiciones propias. Aquí solo hay tres, pero las tres son de enjundia. La primera, la arrebatadora ‘Danza de gardenias’, una composición maravillosa que no solo guarda la cara ante los clásicos que la suceden, sino que parece uno más. Luego, ‘Hoy mi día uno’ supone toda una graduación en su manera de acercar pop y folclore, con una preciosa letra –nunca antes abandonó a su amor con tanta elegancia para “adorar a sus musas”–, mientras que ‘Derecho de nacimiento’ es un inspirado e inspirador himno que reclama justicia social, llamando a las clases más populares y humildes a resistir y mantener la pelea y la ilusión.
De hecho, esa veta comprometida subyace en alguna de las canciones revisitadas aquí: la divertida y aparentemente frívola ‘Duerme negrito’, una nana tradicional, tiene mucho mensaje oculto tras su apariencia naif, que Natalia se encarga de apuntalar en su parte final añadiendo con retranca las condiciones en las que trabaja la pobre mamá del negrito. Resultaría estimulante que este espíritu combativo y comprometido se filtrara también a sus trabajos futuros, porque nunca está de más una artista pop que no solo cante sobre avatares sentimentales.
Con ‘Vol. 2’ Lafourcade redondea ‘Musas’ como concepto global, uno que ofrece un necesario contexto musical a las nuevas generaciones y ejerce de guía en la tradición para muchos jóvenes que están descubriendo de su mano estas maravillosas canciones –son varios los comentarios en nuestra web que lo señalan, por ejemplo–. Pero es que además supone el crecimiento definitivo de Natalia como intérprete y compositora a un nivel superior, y estamos deseando ver/escuchar cómo aplica lo aprehendido en su carrera musical.
Calificación: 7,8/10
Lo mejor: ‘Danza de gardenias’, ‘Alma mía’, ‘Derecho de nacimiento’, ‘La llorona’.
Te gustará si te gustan: Sílvia Pérez Cruz, Julieta Venegas, Carla Morrison.
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