Carlos Sadness entrega este viernes su tercer disco, ‘Diferentes tipos de luz’, con perspectivas inmejorables (aunque él afirme que no se las hace). Sin apenas pausa, tras otra gira en México y después de un goteo de singles, hablamos con el barcelonés en un concurridísimo restaurante vegetariano del Poble Nou, sobre astronomía, odio y luz.
A las primeras escuchas que le he dado a ‘Diferentes tipos de luz’, me ha parecido bastante continuista respecto a ‘La idea salvaje’. ¿Lo ves así?
Bueno, hasta la fecha de terminar la composición pasaron dos años y medio. Y en dos años y medio uno tampoco cambia tanto. También es una época de mi vida en que estoy más asentado, aunque sí creo que hay cosas en este disco que antes no hacía; he introducido rítmicas más cercanas al reggae, que sólo había hecho en ‘Amor papaya’ y ahora están presentes en más temas; un tipo de guitarras como de la época del Elvis hawaiano, guitarras surferas de los finales de los setenta… Esos pequeños detalles, que son más sutiles, le han dado un poco de personalidad más “freak”, quizás más vintage al disco; es donde más se ha podido notar la evolución. Luego puede que a un nivel vocal esté en un mundo bastante parecido al de ‘La idea salvaje’. Quizás sea un disco más cerca de ‘La idea salvaje’ de lo que ‘La idea salvaje’ fue respecto al anterior. Cambiar o no cambiar no es algo que yo me plantee. Es algo que surge.
De hecho, cuando Raúl Guillén reseñó ‘Longitud de onda’ en la web, señaló que tenía una base a lo Drake. ¿Es una influencia?
¡Escucho mucho a Drake! (y a cosas parecidas a Drake). De hecho, en la gira que he finalizado este año, hacía un cover de Drake. Y me apetecía introducir algo así en una canción. No me iba a poner a hacer canciones como Drake, pero me gusta jugar con algo de su lenguaje y aquí me apetecía hacer algo más “bailón”, cercano al blues o al trap -en el sentido musical, no en el de contenido-. Y, bueno… ¿por qué no? También pienso que mi público tampoco es muy purista. Me deja jugar sin enfadarse.
‘Longitud de onda’ es la única canción, junto con ‘Pompeia’, en que rapeas un poco. Cada vez rapeas menos, ¿no?
Cada vez menos. No es algo premeditado. A la hora de hacer una canción a veces rapear te ayuda a explicar muchas cosas en poco tiempo. Y eso viene muy bien para crear una situación, un paisaje, una descripción rápida. Es un recurso útil, más que musical. A veces es por el tempo que tienen las canciones, como en el caso de ‘Longitud de onda’. Va a un tempo que, si me ponía a cantarla, cantaba muy fuera de mi género y no me reconocía, era un poco R’n’B. Ni creo que se me dé bien, ni me reconozco a mí mismo, por lo tanto pasé a rapearla y la sentí mucho más mía.
¿No te atreverías entonces a hacer R’n’B?
¡Sí me atrevería! Pero tampoco es lo que me pedía el cuerpo. Atreverme me atrevería a todo. Otra cosa es que me represente o me haga ilusión hacerlo.
«Tenía unos enemigos, que se llamaban ‘Qué electricidad’ y ‘Miss Honolulu’ y quería que de mí salieran canciones mejores que esas»
Lo que sí que suena el disco es más ambicioso a nivel de sonido. La mezcla la ha hecho Phil Ek (que ha trabajado con Fleet Foxes, John Father Misty o Band of Horses). ¿Qué expectativas tienes con este disco? ¿O no te lo planteas?
No las tengo; desde que empecé en la música nunca las he tenido. Nunca llevé maquetas a discográficas, nunca me he marcado una meta a conseguir. Sería un poco frustrante andar persiguiendo algo, me agobiaría. Siempre llega todo por sorpresa. Si hemos trabajado con Phil Ek es porque ha mezclado discos que a mí me suenan increíbles. Lo solté un día en la discográfica; “¡Cómo molaría que lo hiciera este tío!”. Y luego el AR, César, me dijo: “oye, ¿sabes que he hablado con Phil Ex y le gustaría?”. Yo no lo había planteado ni siquiera en serio. La única ambición que tenía era hacer un disco mejor que el anterior. Tenía unos enemigos, que se llamaban ‘Qué electricidad’ y ‘Miss Honolulu’ y quería que de mí salieran canciones mejores que esas. Bajo mi punto de vista, me choca que me digas que es un disco más ambicioso porque es menos comercial que ‘La idea salvaje’. Es un poco más complejo en cuanto a los arreglos y las letras -excepto alguna que es muy simpática-. Creo que tiene un punto menos directo del que podía tener ‘La idea salvaje’.
«Me sorprende el elitismo que existe en esa gente que parece que siempre quiere escuchar el grupo que los demás no escuchan»
Ahora que comentas lo de ‘Miss Honolulu’; hablabas en un tuit sobre los haters que irán a los conciertos renegando de las nuevas canciones y esperando esa… ¿la ves como un lastre?
¡No, en absoluto! ¡Es una canción que me encanta! Utilicé esa canción como podría haber utilizado cualquier otra. De hecho, no tengo muchos “haters”, no tengo muchos problemas al respecto, para nada. Yo que venía del hip hop, estaba acostumbrado a peña que me quería matar cada día y que me hacían canciones insultándome. Y ahora que me escucha gente de todo tipo y algún “indie”, puede que aparezca algún “hater” de vez en cuando, pero es absolutamente inofensivo, por suerte. Lo que venía a decir era que me sorprende el elitismo que existe en esa gente que parece que siempre quiere escuchar el grupo que los demás no escuchan y, a lo que lo escuchan un poco más, reniega de ello. Yo no reniego en absoluto de mis canciones más populares. De hecho, disfruto mucho tocándolas y me siento muy afortunado cuando voy a un sitio y la gente las recibe con tanta ilusión.
He leído que llevas ya 27 canciones con un millón de reproducciones en Spotify. ¿27? Parecen muchas.
¡Creo que no tengo ni 27 canciones yo! (risas)
¿Qué se siente?
Es muy raro. A mí siempre me cuesta imaginar que, en este preciso momento, puede haber alguien escuchando una canción mía. Pero Spotify es una herramienta que te dice eso. Por ejemplo, el día que salió ‘Longitud de onda’, Spotify me decía que se estaba escuchando cada dos segundos. No sé cómo eso sucede, pero la música hoy en día tiene un alcance muy bestia. ¿Cómo me hace sentir eso? ¡Bueno! Te diría que realizado, pero tampoco hago la música pensando en eso. Aunque suene un poco romántico, un poco típico, es verdad. Hago música porque me divierte hacerla, porque canaliza mucho las cosas que pienso, porque soy un poco hiperactivo a nivel creativo, me gusta mucho crear cosas… y luego la consecuencia es que la gente lo escuche. Supongo que me hace sentir afortunado, querido y es bonito así.
«Gano de Spotify casi cuatro veces más más pasta que de venta de discos, pero no podría vivir solo de eso. Si se vendieran tantos discos como la gente me escucha, sería mucha más pasta. Pero como nunca lo he vivido porque no soy de esa generación, no representa un drama para mí»
Y relacionado con lo anterior… ¿te renta ese streaming?
Yo gano de Spotify casi cuatro veces más más pasta que de venta de discos. Tengo unos buenos números de streaming -no son tan buenos al lado de los de la música urbana, por supuesto- pero no podría vivir sólo de eso. Es decir, si se vendieran tantos discos como la gente me escucha, sería mucha más pasta. Pero como nunca lo he vivido porque no soy de esa generación, no representa un drama para mí. Entonces, yo vivo más de mis conciertos, de hacer cosas con marcas… El streaming es algo que forma parte de todos esos puntos por los que acaba uno viviendo… y aunque uno solo es difícil, sí renta al final, imagino.
Sold out en La Rivera para el 2 de marzo y en Barcelona tocarás en la sala grande de Razzmatazz. ¿Vértigo?
El Razz es un sitio donde yo he visto a Pantera, Slipknot, Violadores del Verso, The Killers, cosas súper dispares y alucinantes… Nunca habría imaginado que tocaría en Razz. Pero es que tampoco habría imaginado que tocaría en Apolo. Recuerdo haber ido a conciertos en Apolo, cuando empezaba a hacer música, y pensaba: “Es que mi música –o yo- soy tan raro, que no voy a llegar a la suficiente gente como para llenar el Apolo”. Y ahora, tocar estos conciertos, me… (ríe), me hace bastante ilusión. Lo afronto más con ilusión que con nervios. Al final, es salir allí y ser tú. Ya está. Un poco lo que tienen estos discos es que son muy yo. Diciendo tonterías o diciendo cosas más sencillas, siempre son como las diría yo y no tengo que hacer un ejercicio sobrehumano para ello. Por tanto afronto los conciertos con bastante tranquilidad.
«‘Sebastian Bach’ realmente es una canción que se podría interpretar un poco como para los chavales que no se atreven a salir del armario»
La temática del disco tampoco ha variado mucho. Es muy atemporal, anacrónica (en el buen sentido). Hay una canción sobre Bach, otra sobre Kandinsky… la temática amorosa también es muy etérea… ¿Es mi sensación o es algo buscado?
¡Es un hecho absoluto! Forma un poco parte de mí. Soy un “friki” de la historia del arte. Ya en ‘Miss Honolulu’ metí una cosa de Toulouse-Lautrec, y me daba algo de vergüenza porque tampoco quería parecer pedante. Y luego a la gente, como le hacía mucha gracia lo de Toulouse-Lautrec, me etiquetaban en fotos de Toulouse-Lautrec y pensé: “Ah, si me dais rienda suelta…” pues puedo acabar metiendo mucho más este lenguaje. A mí también me gusta explicarles a los millenials que me escuchan de qué va el libro ‘De lo espiritual en el arte’ de Kandinsky o contarles que Toulouse- Lautrec fue el primer pintor feminista. Hay un punto como de responsabilidad, como persona que ama la historia del arte, de ofrecerla también, aunque sean pinceladas muy sutiles. La de ‘Sebastian Bach’ realmente es una canción que se podría interpretar –no directamente- un poco como los chavales que no se atreven a salir del armario, por ejemplo. Hay un punto ahí de intentar hablar de cosas que simplemente se intuyen, a través de una historia que puede parecer de amor convencional. ‘Física moderna’ es una canción que puede hablar de la droga, también. Me gusta mucho utilizar la temática tan normalizada del amor para que tengas la sensación de que te estoy dando realmente otro tipo de información. Hay gente que me pregunta: “Ostras, ¿por qué haces tantas canciones de amor?”. Y yo pienso que el amor está en todo. Hay tantos tipos de amor y tantos tipos de atracción, de dependencia, que da para muchos discos.
En Twitter te leí precisamente que había muchos chicos que te preguntaban consejos par recuperar a una ex o para que una chica les hiciera caso. Y tu consejo era: “Dejad en paz a la gente que no os quiere de la misma forma”. Existe esta cultura del romanticismo tóxico y has tomado partido en contra completamente, ¿no?
¡Total! ¡No quiero ser cómplice de un pesado ni de ningún acosador! Entiendo que haya gente que me pida que felicite a su primo que es muy fan, cosas así. Pero “ayúdame a reconquistar a una chica que me ha dejado”… ¡No, no! Eso es cosa tuya. Y si ves que no te da bola, déjala. No me gustaría ser cómplice de eso en absoluto.
[Sobre el 1-O] «Hubo gente que me escribió y me decía: “oye, pues yo he pagado por conciertos tuyos y no voy a volverte a ver. Has perdido un fan en Sevilla”»
También aparecías proclamando “Yo me sumo”… ¿a qué?
Es una cosa que me propusieron, como un “challenge” contra el radicalismo, contra cegarse con las ideas, enemistarse con la gente que piensa diferente a ti. Una campaña contra el discurso del odio. A veces la gente, a lo que hay alguien que piense diferente, lo tacha. Lo viví el 1 de octubre en Cataluña con todo lo que pasó. Hice algún comentario que me salió a nivel personal, como “no puedo callar esto, aunque sepa que mucha gente que me escucha no va a compartir esta idea conmigo”. Y hubo gente que me escribió y me decía: “oye, pues yo he pagado por conciertos tuyos y no voy a volverte a ver. Has perdido un fan en Sevilla”. Es un precio que a veces hay que pagar por no callarse. Pero la responsabilidad de tener gente que te sigue y te lee y quedarse callado según qué cosas pues tampoco me hace sentir a gusto. Yo no me posiciono en la música que hago, está muy libre de mi ideología. Por eso tampoco impongo ni explico explícitamente mi ideología ni en redes ni en nada. Hay ciertas cosas que me parecen más sociales, como lo que hablábamos antes, este pequeño machismo de perseguir a la chica que te dice que no, o lo relacionado con la libre sexualidad, el racismo, sí que siento un compromiso por hacerlo.
También te posicionaste en la huelga del 3 de octubre. Ahora que la situación en Catalunya sigue igual o incluso peor; que medio govern está en la cárcel…¿cuál sería tu postura?
«Está bien que nos señalen las cosas que están mal, pero parece que se está generando un poco la búsqueda del mínimo error para uno ponerse una medalla»
No, te he entendido perfectamente. De hecho parece que vivamos en la era de la susceptibilidad y, de entrada, tú te autocensuras y luego piensas: “pero… ¿por qué lo hago?”.
Sí, sobre todo en el mundo twitter. Hay que ir con cuidado. Dices algo y, de golpe, eres gordófobo. ¡Ostras! No lo había pensado. Quizás tenga que ir con más cuidado, pero no soy gordófobo. Lo que sea que no has incluido tal colectivo y ya eres… ¡No! Está bien que aprendamos a tenerlo todo en cuenta, pero tampoco nos crucifiquemos; está bien que nos señalen las cosas que están mal, pero parece que se está generando un poco la búsqueda del mínimo error para uno ponerse una medalla. Tampoco hay que ir a lo loco. Sí que tenemos que hacer un ejercicio de aprendizaje por parte de todos y está bien que nos estemos juzgando a nosotros mismos constantemente. Pero no nos acusemos a veces de cosas que no somos por simples errores que todos podemos cometer.
Volviendo al disco. Tienes fijación por los fenómenos celestes y atmosféricos: ‘El relámpago’, ‘Halle-Bopp’. En el anterior tenías ‘Perseide’, ‘Astronomía en el Tibidabo’… ¿tanto te gusta la astronomía?
Me gusta. En dos sentidos; como algo que me sorprende, que habla a veces de nuestra existencia y que siempre tiene un misterio detrás que es bonito ir descubriendo. Y, por otro lado, me ayuda a narrar. Porque a veces yo quiero hablar de algo muy cotidiano, muy concreto, como puede ser la falta de comunicación entre dos personas y, para hablar de eso, en vez de hacerlo de una manera más costumbrista, me lo llevo a ‘Astronomía del Tibidabo’, que es una persona que no recibe los mensajes de otra que está en el espacio. Me ayuda a crear un universo grande, superlativo, para hablar de cosas que son pequeñitas e íntimas. Ese contraste siempre me ha parecido interesante y me gusta mucho jugar con él.
El Halle-Bopp fue un cometa que sobrevoló la Tierra en 1996. ¿tanto te impresionó de pequeño?
Sí, era llamativo. Me gustaba reivindicarlo como elemento noventero que no estaba nada explotado. Yo tenía la canción hecha, luego Love of Lesbian sacaron ‘El poeta Halley’ y entonces pensé: “Oh, pues ahora ya no puedo sacar Halle-bopp”.
Ah, iba a preguntar si no era un homenaje al álbum de Love of Lesbian…
Hasta que salen, las canciones igual llevan tres años hechas. Entonces sucede que otra persona saca una canción antes. La dejé medio abandonada, pero luego pensé: “Bunbury tiene una canción titulada ‘Halle-Bopp’ también”. Hay miles de canciones sobre cometas, me gustaba la historia y la acabé haciendo. No es que me marcara especialmente, pero me gustaba como elemento noventero y, sobre todo, porque creo que es un disco que va mucho sobre el pasado, el presente, que tiene muchas referencias a momentos del pasado, como si fuera un poco el viaje de la luz por el tiempo.
‘Longitud de onda’ es una canción muy nostálgica (especialmente el vídeo). Choca que tengas estas canciones tan ancladas en la nostalgia, porque eres bastante joven.
Bueno, pero es que eso lo veo como un sentimiento muy humano que tenemos constantemente en todas las fases de la vida. De adolescente, de repente echas de menos cosas de cuando eras pequeño, cuando eres más mayor echas de menos cosas de cuando eras adolescente… siempre vas dejando cosas atrás, siempre te duele. Desde las pinturas del “Tempus Fugit” del barroco, desde que el ser humano tiene la conciencia de que va a morir, de que las cosas se acaban y se pierden, ya está ahí. Y tampoco soy tan joven. ¡Más jóvenes son los traperos! (ríe).
«No me hace especial ilusión que una canción mía vaya a Eurovisión, pero me lo pidieron en la compañía y pensé que a Aitana podía quedarle bien»
Ahora vamos con ‘Operación Triunfo’ [NdR: la entrevista se celebró el martes 6 de febrero, el día siguiente de la final que proclamó vencedora a Amaia]. Es que te leí que te habían pedido una canción para Eurovisión, pero que no la llegaste a presentar porque “sonaba demasiado a Carlos Sadness”. ¿No descartas volver a presentar una canción para Eurovisión?
A mí no me hace especial ilusión que una canción mía vaya a Eurovisión. Ni sí ni no. No es que fuera mi meta, pero me lo pidieron en la compañía discográfica y pensé que bueno, que a ver qué salía. Pero me dieron dos días, estaba entregando diseños del disco y hasta arriba de trabajo. Empecé a hacer una canción que estaba bonita, pensaba que a Aitana podía quedarle bien, pero tampoco me volví loco por hacerla y al final, como iba de culo, no la acabé. Después escuché las canciones que les tocaron y pensé “Ostras, pues igual debería haber enviado la mía”, porque no estaba mal realmente. Pero sin más. Imagino que pedirán canciones a mucha gente.
¿Y qué opinas de ‘Tu canción’, la escogida para representar España en Eurovisión?
Me gusta más la que ha ganado que la de ‘Lo malo’, eso te lo digo ya. Que España se representara con una canción de un género que no es tan de aquí, hubiera sido raro. Pero bueno, por qué no. Vivimos en un mundo globalizado y la música ya no es de ningún lugar. [Pausa] No sé si la gente que no conozca esta historia de amor entre ellos dos [Amaia y Alfred] la va a recibir de la misma manera que nosotros. Pero espero que tengan suerte; son los dos muy talentosos, eso es innegable.
¿Eres muy fan de OT?
No, no… no te creas. Pero llega un momento en que no vives en una burbuja y los amigos y todo el mundo lo comenta. Voy mirando cosas, pero no he hecho un seguimiento “friki”. No porque no me gustase, sino porque he tenido mucho curro con el disco.
¿Algún preferido o preferida?
Tanto Aitana, como Amaia o Alfred son tipos talentosos, con suficiente personalidad, tanto como para ganar como para llevar una carrera por delante. Lo único que me daría más miedo si fuera ellos es que ahora, por el hecho de aprovechar este momento, tuvieran que hacer un disco corriendo con composiciones de Pepe, de Juan y de Pedro, que más o menos suenan, y que tuvieran que presentarse a un mercado tan competitivo con algo hecho de una manera tan industrial. Creo que tienen un poco ese riesgo.
Miedo a que sacrifiquen su personalidad por el camino…
Un disco a medida no se hace en pocos meses. Querrán sacarlo pronto y ahí a ver qué pasa… Tampoco se acabará el mundo.
[Aquí empezamos a discutir sobre si ahora a los artistas noveles les interesa sacar álbum o prefieren editar sólo canciones]
Es que tengo la sensación de que el formato álbum es importante para la generación anterior, pero que en la actualidad el público tira más de listas de reproducción.
Al final, cuando conectas con un artista en lo emocional más que en el entretenimiento o en lo rítmico, sí que te gusta un disco.
Yung Beef explicaba que no le gusta nada el formato álbum.
Pues yo ahí te podría dar otro punto de vista. Como artista, a veces una canción no representa todo lo que quieres hacer y todo el universo creativo que tienes en ese momento. Si yo ahora sólo hubiese sacado ‘Longitud de onda’, pues no tiene mucho que ver con otras cosas del disco. Un disco te ayuda a dibujar mucho más que es lo que hay en ti. Una canción solo…
Cambiando radicalmente de tema, ¿cómo te ha afectado México? Leí en tu web que viviste una experiencia mística en las pirámides de Teotihuacán.
Más que por el hecho de estar en las pirámides, fue por el momento vital que estaba viviendo con México. Porque cuando fui a México ya había acabado aquí la gira, que había ido muy bien porque, de pronto, me había posicionado muy bien dentro de la escena indie; estaba muy bien situado en los festis, había conseguido algo que no esperaba y con lo que estaba muy contento. Y, de pronto, sucedió algo que ya no podía ni imaginar, algo por encima de eso, más grande. Como cuando ves que el techo está aquí y, de golpe, hay un techo mucho más alto.
Fue el hecho de abrir las entradas para México para una sala como el Apolo y que en 18 minutos hubiera mensajes en twitter tipo “no puedo comprar boletos”. Pensábamos que era un error de la “tiquetera” de México y no, no. Llamamos y nos responden [con acento mexicano] “No, ¡es que se acabaron los boletos!”. Nos quedamos flipando. Abrimos dos fechas más, las dos se agotaron en minutos. Todos los medios de allí se empezaron a interesar de repente y a pedir entrevistas. En cuestión de un año he ido siete veces, eso ha rebotado en Argentina y Colombia, hemos hecho festivales… El panorama musical que tenía en mi cabeza se ha ensanchado muchísimo. Me ha hecho sentir muy querido, muy especial; me he sentido muy agradecido por poder vivir la experiencia de ir a un lugar diferente, con una cultura diferente, con unas costumbres diferentes, y que esa gente haya conectado con mis canciones. No conectado a un nivel superficial, sino a un nivel emocional máximo, de cantarlas todas, de sentirlas todas. Eso, como persona que ha compuesto esas canciones en una habitación, que se las enseñaba a mi hermana, pues era una sensación muy difícil de definir, pero muy mágica. En ese momento en que fui a las pirámides, en que tenía allí el icono de México delante de mí y estaba viviendo todo aquello… estaba sobrecogido.
Y recuerdo esos viajes en avión tan largos, solo, pensando mucho acerca de todo eso. El título del disco [‘Diferentes clases de luz’] nace en esos viajes a Sudamérica en que ves amanecer dos veces porque te has movido mucho. La luz que entraba por la ventana del avión, que está negra y, de repente, se vuelve rosa y azul, que luego vuelve a salir en una ciudad que no conoces… Es una tontería, pero parecía que, estuviera donde estuviera, la luz siempre me encontraba y siempre amanecía. Algo tan básico como eso me acompañaba mucho. Y me di cuenta que todo lo que estaba escribiendo en este disco tenía alguna mención a la luz, porque estaba siendo mi cómplice en un momento en que me estaban pasando cosas que eran muy difícil de compartir con cualquiera. Se lo puedo explicar a un amigo, se lo puedo explicar a mi familia, pero es una vivencia muy personal.